Introducción

38 4 0
                                    

Él siguió tirado en la cama mirando a la nada mientras suspiraba bastante roto. No quería haber llegado hasta aquel punto, le dolía verla así, nunca quiso hacerle sufrir, era complicado para él, no entendía como toleró que sucediese. Sus sentimientos estaban mezclados con depresión y tristeza. Realmente todo aquello fue su culpa.

El silencio invadía su habitación todos los días, ya no volvería a oír su voz y era consciente de ello, por eso la frustración le consumía cada vez que la recordaba. Se podía ver como su escritorio estaba desordenado con la tapa del portátil abierta pero éste se encontraba apagado. Su armario estaba completamente desordenado y hacía días que no limpiaba, se notaba sobretodo por los restos de suciedad, comida y tabaco y por el putrefacto olor que éstos emitían.

Cerró los ojos, éstos tenían ojeras a causa de no dormir por estar pensando en aquello, se sentía destrozado y sin fuerzas para hacer nada. Realmente se notaba que le había afectado. Entonces recordó sus palabras y no pudo evitar llorar. Ella siempre había estado así de mal y sin embargo él siguió haciendo lo mismo. Sus lágrimas transparentes cayeron rápidamente, una detrás de otra, sin parar. Se tapó con las manos sus húmedos ojos mientras sollozaba. Se arrepentía mucho pero sabía que ya era tarde.

Todo fue su culpa, él no hizo nada por evitarlo y ella tenía razón. Para colmo siempre lo negó y nunca lo admitió. Esto le hizo llorar más y más mientras se sentía culpable e idiota a la vez que sentía rabia de no haber hecho nada por evitar aquel final, aquella impotencia solo empeoró más la situación del chico. Éste le dio un puñetazo sonoro a la pared haciendo que sus nudillos quedasen completamente destrozados. Pero no se inmutaba ante el dolor físico, no era tan fuerte como el dolor de su consciencia ignorante.

Cuando se incorporó notó la carga de la soledad y la decepción, estaba a punto de volver a tumbarse cuando notó que alguien le acariciaba la mejilla dulcemente. Aquella mano era delicada y le proporcionaba una tranquilidad inmensa, era como una droga que le alejó de todo por un momento. Pensó en acariciarla para poder sentirla y no sentirse solo, pero su mano no tocó nada, aquel calor relajante se esfumó cuando él intentó hacerlo porque realmente no había nada. Solamente era su imaginación.

Ciclo de separaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora