Octavio.

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NOTA:

Leer con tiempo, porque es re-largo esto. Al final del capítulo les dejo una nota importante. ¡Gracias!

A.

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Eva se encontraba sentada sobre su sillón con las rodillas sobre su pecho, no podía ir a la escuela tal como estaba, aunque no era algo que a ella le importara mucho; dos tazas vacías de café permanecían en su mesa de centro y ella mantenía la mirada en la foto que se encontraba en el centro de estas. En la foto se podía ver a Octavio, Lucía y ella abrazados cuando apenas iban en 3º de secundaria... Que buenos tiempos habían sido aquellos.

Aún no podía creer que Octavio la había besado, había dicho que lo olvidara que había sido un error y luego había desaparecido entre las calles... ¿Cuánto tiempo había esperado para ese momento? ¿cinco años? ¿Y para qué? ¿Para que le dijera que había sido un error? Una lágrima se deslizó por su mejilla por aquel ser amado y otra más, porque él no se dejaba amar.

Decidió ponerse a leer para poder despejar, aunque fuera un poco, su mente. Tomó un libro que se había comprado hace unos días, era un libro de Jack Keroauc, no recordaba bien el nombre así que decidió ver la portada. Era un borronazo de colores raros y figuras casi al azar. Mmm, a ver como se llamaba el libro... "Tristessa". Si ¡¡PUTO DESTINO!! Cansada de tanto conflicto emocional fue a rebuscar en su mochila y casi acababa de meter la mano, cuando encontró lo que buscaba. Con mucho cuidado abrió la caja metálica, sacó la cajetilla de cigarros Benson y la abrió; sólo le quedaban tres.

-Pronto tendré que ir a comprar más... - bufó, mientras iba dando tumbos hacia la ventana chocando contra la estufa, no le dió importancia y siguió caminando. Al llegar a la ventana y querer prender el cigarrillo, su dedo resbaló y el encendedor cayó 5 pisos. No valía la pena ir a ver si todavía servía de algo. En su casa no había cerillos ni encendedores de cocina pues la estufa era eléctrica, por lo que automáticamente se dirigió a ella.

El 12% de los incendios domésticos son provocados por chispas mecánicas.

La manguera del gas sufrió una profunda rasgadura cuando Eva se tropezó. Había una punta metálica en una de las esquinas de la cocina de hierro que su padre arrogantemente había instalado sin ayuda de un plomero. Su madre la mañana antes de irse le dijo que cerrara la manguera del gas, cosa que no hizo. Eva se acercó a la estufa con el cigarro en la mano. La chispa volaba pero misteriosamente la estufa no encendía.

Todo se hubiera podido evitar.

La madre de Eva regresaba de un viaje. Estaba muy cansada, pues en el aeropuerto había demorado horas con la documentación de las maletas. Trató de llamar a Eva para decirle que llegaba tarde, pero ella no contestaba. No sabía si era la menopausia o si estaba muy cansada, pero una ira le recorrió los huesos. Esa niña. Yo le dije, ¿o nó? . Seguro si. Pero... No importa, ella debía estar al tanto del teléfono y lo sabe. Niña tonta, a veces no se que cosas le pasan por la cabeza. Seguro ni siquiera cerró la manguera del gas, seguro no limpió los platos ni hizo nada de lo que le...

Boom.

El piso salió volando por los aires.

Llamas.

Fuego.

Humo.

Una madre llora.

Los vecinos salen corriendo.

Los que mantienen la cabeza fría llaman a los bomberos, ¿o a la ambulancia?, da igual mientras llamen a alguien.

Todo termina.

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