Nos presentaron un día en nuestros años juveniles y desde ese momento comenzó una amistad. Nos visitábamos con frecuencia, compartíamos charlas, juegos, música y todo era alegría. Pero un amor oculto existía en los dos; me gustaste desde el primer momento en que te vi; pero cómo decirlo, éramos tan solo amigos, y qué pasaría si alguien hablaba, si alguno de los dos expresaba sus sentimientos, la amistad se rompería, y en algún rincón de nuestro corazón y por algún motivo no queríamos que eso sucediera.
O tal vez tan sólo era miedo, temor al fracaso, a no ser correspondidos, cada uno sabía lo que sentía e ignoraba lo que le sucedía al otro en su corazón, además no lo hubieran permitido, no podía ser, en casa no te querían a no ser como un amigo y tú lo sabías.
Y el tiempo fue pasando, y hubo muchos momentos en los que alguno pudo haber hablado, pero el miedo seguía allí, instalado como una estaca que nos paralizaba, y yo sentía tus elogios, y me demostrabas con hechos sutilmente tus sentimientos, pero no pude, fui cobarde, no pude jugarme por ese amor que en mí crecía cada vez más fuerte.
Y cada vez que te veía mi corazón palpitaba, y me enrojecía, y transpiraba, y disimulaba todo el tiempo hablando de cualquier cosa para que no te dieras cuenta de que mi ser estallaba de pasión, pero como decirte lo que me pasaba, no estaba totalmente segura de lo que tú sentías y eso me acobardaba. Y los años transcurrían y aumentaban y con ellos mi amor, ese amor puro de juventud.
Tu hermana era nuestra cómplice y nuestra confidente, pero la tradición y las creencias, y por qué no los prejuicios, no me permitían revelarte mi gran secreto, y esperé a que tú lo hicieras.
Pero el momento no llegaba y mi alma se rompía, y mis ilusiones morían. Y cuando nos dejaban solos, sólo música romántica ponías, y mi rostro comenzaba a enrojecer y no sabía qué decir, y no te decidías. Todo era un juego de seducción, y jugábamos los dos, pero el tablero seguía igual, las piezas apenas se movían sin entrever casi nada.
Y un día tuve que partir dejando atrás mis ilusiones y tal vez lo que pudo ser un gran amor. Y te perdí, y no volví a vos hasta después de un largo año en que tampoco te animaste a decir nada de tu amor por mí. Ya en esos momentos sabía que me amabas pero seguía siendo cobarde y yo tampoco hablé.
Otro año pasó y por tu hermana supe la verdad pero para mí ya era muy tarde, te habías alejado de mi vida, o quizás tampoco tuve el valor de apostar a ese amor que tal vez no había muerto... todavía