Un día cualquiera abre los ojos y mira la superficie plateada del espejo. Si pudiera terminaría por quebrar cuanto espejo se le cruzara sin importar los siete años de mala suerte que cada uno representa.
Un marco, una superficie antes lisa, un pequeño hoyo en el centro, las astillas girando alrededor de él en esa especie de remolino estático. Pasa sus dedos por las irregularidades de este vidrio y se estremece pensando en que ahora cada fragmento podría reflejarlo.
Da media vuelta y se marcha dejando olvidado este nuevo espejo roto. Finalmente, lo que importa no es el espejo, ni el ruido que hizo al romperse, ni las astillas volando por el aire, ni el agujero circular que dejó justo a la altura de su cara. Finalmente lo importante es que cuando regrese de la calle, de pasear donde no hay espejos ni gente conocida, ni ruido, ni pleitos, ni hija, ni esposa, cuando deje de caminar sin saber hacia dónde va, podrá regresar y constatar que este espejo se ha convertido en algo plano y liso, completamente plateado, reflejante, sin agujero. Por lo menos en eso, su mujer es cuidadosa, siempre tiene a la mano multitud de espejos dispuestos a servirle para meterse un tiro en la frente, siempre con la esperanza de que esta vez, no sea el vidrio el que se astille, ni la pared gastada la que aloje la bala.
r
ESTÁS LEYENDO
Cuentos sin sueño
Historia CortaEsta es una colección de cuentos que he ido escribiendo a lo largo de los años. Algunos tienen algo de paranormal, otros rozan el terror; pero a todos los une la esencia siniestra (y hasta cierto punto cínica) que tan bien se me da aunque no me lo p...