Porque aproveché mi oportunidad

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El sábado se había convertido en el día preferido de Harry. Era un acuerdo tácito encontrarse con Lou, Niall y William en la biblioteca, y mientras los dos primeros aprovechaban la explanada y rampas para andar en skate, él y Will entrarían a leer. O a dibujar, en su caso.

William ya se había acostumbrado a su presencia y siempre y cuando Harry no hiciera mucho ruido, no se quejaba en demasía, y de hecho no le prestaba demasiada atención. A veces Harry dejaba caer el lápiz a propósito, o suspiraba fuerte, sólo para que Will le dedicara una mirada de hartazgo azul como el hielo.

Todavía le costaba que los dibujos salieran bien. No era el trazo lo que le costaba, las líneas le salían de memoria, y ya había conseguido la presión justa del granito sobre el papel rugoso para las arrugas de los ojos o los rastros de la barba que la hoja de afeitar había pasado por alto. Lo difícil era cuando llegaba a su casa más tarde e intentaba pintarlo. No había forma en que plasmara los colores —que tenía grabados en sus pupilas— de Will en sus pinturas. Quizá podría hacerlo si lo tuviera en frente en ese momento, quizá le faltaba el modelo en vivo y en directo, para conseguir el color exacto.

Louis había dicho, una vez, que él posaría por Harry siempre y cuando pudiera pintarlo dormido. Que era demasiado inquieto como para sentarse por horas en el mismo lugar, que no era como Will. Harry le había confesado entonces que no serviría de nada, porque Louis era naranja y amarillo, y Will era verde y azul, y que además, no eran tan parecidos.

Parecía mentira que los hubiese confundido como la misma persona alguna vez. Conociéndolos mejor, ahora, Harry podría señalar de memoria las diferencias: el contorno de la sonrisa, la curvatura de la nariz —Louis se había quebrado el tabique a los 12, en sus épocas de biker—, la firmeza de sus cejas, el brillo en sus miradas. Ni hablar de los tatuajes, las posturas, el largo de sus pasos. Lo único en lo que eran idénticos, para sorpresa de Harry, era en su estatura. Todavía era difícil creerlo. De hecho, con el jopo que a veces le dejaba la gorra, se supondría que Louis tendría que parecer más alto, pero algo lo hacía ver diminuto a su lado. Harry se rompía la cabeza intentando descifrar la ilusión óptica.

Fue una de esas largas tardes en la explanada, mientras él y Louis fumaban, y veían a Niall hacer piruetas, en la que decidieron que Harry tenía que terminar sus dibujos, y que debían cambiar el lugar de encuentro. La biblioteca se había convertido en un obstáculo más que en una ayuda en esa relación con Will. Los primeros pasos ya estaban dados, se conocían y Will lo toleraba, pero eso no era suficiente, no podían conocerse mejor allí. Cada vez que Harry intentaba sacar conversación, William le susurraba: —Esto es una biblioteca —Y eso bastaba para explicarle que no tenía intención de escucharlo hablar.

De eso hablaban, mientras Niall intentaba deslizarse sobre el barandal y fallaba estrepitosamente.

—Bueno, pero Will es así... Es decir, creo que le agradas, se sigue sentando contigo, ¿no? —le preguntó Louis antes de darle una honda calada al cigarro. El humo se escurría de sus labios, bailaba torpemente hacia arriba y Harry se entretuvo observándolo.

Asintió con la cabeza, pero no entró en detalles. Siendo justos, no es que William tuviera mucha opción. Él también le dio una pitada al cigarrillo, sintió el negro rasgarle la garganta, y se sintió bien.

—¿Y cómo van los dibujos? ¿Los has terminado? —preguntó Louis.. Luego escupió el humo y miró la rampa. Niall se acomodaba los pantalones mientras se miraba la rodilla, y el raspón rosado sobre su piel—. ¿Qué dice? De que lo pintes...

Harry se encogió de hombros.

—Dijo que son buenos —sonrió orgulloso—. Que debería ilustrar libros.

Figura y Color | larry stylinson / tomlinson twins auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora