El regreso al infierno

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¿Hay algo peor que saber que mañana regresarás al infierno? Sí, sí lo hay porque no sé si habrá una píldora bajo mi banco. Todavía lagrimeo al recordar la muerte de Juan y la de mis compañeros y lo ilógico que es todo esto. A nadie le pareció rara la repentina desaparición de los muertos, todos se encargaron de que nadie sospechara nada. Si no fuera por el miedo que tenía Simón, ese día nadie las hubiera tomado. De no ser por él estaría muerto. Aunque... la forma en que lo dijo. Parecía que sabía más del tema que todos nosotros. ¿Y si fue él quien preparó todo? Tiene sentido, nos avisó para poder seguir con su juego macabro... No, no, no... ¿Por qué haría algo como eso Simón? Siempre fue el forever alone de la clase. Mejor duermo un poco. Sólo faltan 10 horas para volver a ese aula del demonio y por el grupo de Whats App no paran de hablar y sacar conclusiones absurdas sobre lo que está pasando. Yo solo quiero venganza.

-Llegaste- Dijo Erick que estaba en la esquina del cole.

-¿Faltan quince minutos para entrar, no?- Pregunté mientras chocábamos puños, aunque sin Juan ya no era lo mismo y lo sabíamos.

-Hablé con mi padre de esto y no me creyó nada- Dijo con aire seco.

-¿QUÉ? ¡¡IDIOTA!! ¿Qué vas a hacer si te mata ahora?-

-Calmate, no hay forma de que lo sepa. Además varios hablaron, ¿no lo leíste en el grupo?-

-Hola- Dijo Emily con su grupo de amigas atrás.

-Ya es la hora, entremos-Dijo una de las chicas. Dos horas de Literatura y después... el infierno. Nadie hizo escándalo en la clase, lo cual de por sí ya era muy raro porque éramos un curso muy ruidoso. Mía vomitó su desayuno en el salón. Todos estábamos muy asustados y solo queríamos salir de ahí.

Llegó la hora.

-HUMANOS... TAN DESPRECIABLES, TAN BÁSICOS. HOY VAN A MORIR- Instintivamente todos nos pusimos a buscar las píldoras debajo del banco pero ¡¡¡no estaban!!! ¿Acaso nos iba a matar a todos ese día? El único tranquilo de nuevo era Simón ¿Es que tenía nervios de acero? o...

-ESTA VEZ EL JUEGO SERÁ DISTINTO- Emily entró en pánico y me sujetó fuerte. Por un breve momento me sentí feliz.

-DEBAJO DE SUS ASIENTOS SE ENCUENTRAN CINCO PÍLDORAS DE DISTINTO COLOR-. Tenía razón, ahí estaban. Roja, amarilla, blanca, azul y violeta.

-SÓLO UNA ES EL ANTÍDOTO, EL RESTO SON PASTILLAS COMUNES. NO SE PREOCUPEN... YO LES DIRÉ CUAL ES LA QUE DEBEN TOMAR. PERO NADA ES GRATIS EN LA VIDA, A CAMBIO QUIERO QUE SE CORTEN UN DEDO Y LO DEJEN EN LA MESA DE ADELANTE, JUNTO A LA PIZARRA. SI TODOS COOPERAN, VIVIRÁN-

Un fuerte grito se oyó en el salón mientras veíamos el pulgar de Erick rodar por el piso. En su mesa, hojas llenas de sangre y la navaja, regalo de su padre cuando se unió a los scaut, en mano. Uno a uno se iban pasando la navaja y se cortaban los dedos. No podía entender la resignación de sus caras. ¡Se amputaban para vivir...!

-¡¡¡NOOO!!! ¡¡¡No quiero cortarme el dedo!!!- gritó Martín. El equipo de fútbol le decía que si no lo hacía, la voz no nos diría cual era la píldora correcta, y empezaron a forcejear. Había tensión en el ambiente. Sus compañeros lo sujetaban mientras intentaban cortarle un dedo, él lloraba desesperado y lo único que yo podía hacer era observar la situación.

El tumulto se dispersó de un momento a otro. Los del equipo, pálidos, se alejaron lentamente de Martín. Él estaba ahí parado, silencioso, callado, cuando pude ver la navaja... incrustada en su pecho. Su sangre, que caía lentamente al piso, iba tiñendo su remera de rojo. Cayó así, sin más, mientras se le escapaba la vida de las manos. El equipo había pasado a convertirse en su verdugo. Ya no sólo nos mataba la voz. Ahora nos matábamos entre nosotros.

Simón se acercó al cadáver que alguna vez fue Martín y le arrancó la navaja del cuerpo.

-Vamos, sólo nos quedan siete minutos- Y se cortó. No tuvimos más opción que someternos a sus reglas. Llenamos la mesa de dedos.

-ROJO- Fue lo que dijo la voz, claro y breve. Tomamos la píldora, viviríamos una semana más, o eso creíamos. Nueve chicas y cuatro chicos, incluyendo a Erick, cayeron tumbados. Ellos habían tomado la píldora.

-¡EY! ¿QUÉ PASA?- Grité al ver a mis amigos en el suelo. Emily nuevamente confirmó que estaban muertos tomándoles el pulso. Y regresó ese tan esperado pánico.

-HUMANOS, LES DIJE QUE LOS QUE HABLARAN DE LOS PECADOS, PERECERÍAN-

-¿Qué? ¿Cómo puede saber si ellos en verdad hablaron o no?- Dijeron, pero hubiera deseado no haber escuchado nunca la respuesta.

-PORQUE YO SOY UNO DE USTEDES- Entonces comprendí que este bastardo que merodeaba por el salón había matado a Juan y a Erick. El equipo estaba completamente fuera de sí; los cadáveres, en el piso y Simón... Esta vez lo vi claramente sonreír, pero cuando iba a acercarme a él perdí la razón y me desmayé.


Me desperté en una habitación desconocida, allí era todo blanco, la cama incomoda, y Emily a mi lado.

-Despertaste- Dijo con aspecto de haber estado ahí un largo rato, esperándome.

-¿Qué pasó?- Pregunté mientras me sujetaba la cabeza. Me contó que después de desmayarme la voz dijo que éramos libres, se abrieron las puertas y me había traído hasta aquí con ayuda de unos chicos. No había sido un sueño, todo había pasado realmente. -Fue Simón, estoy seguro- Y me puse de pie.

-También sospecho de él. Vi en su mochila un control muy raro con varios botones- Mi felicidad por estar con Emily allí se esfumó al escuchar eso y fue remplazada por una profunda rabia. Quería matarlo, pero antes lo iba a atrapar in fragantti.

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