capitulo 64

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Asentí y él me dejó solo en su despacho. Me senté pesadamente en la silla y cubrí mi rostro con ambas manos. Esto no podía estar pasando, esto no era real. Debe ser que estoy durmiendo y es una pesadilla como la de ayer. Solo una pesadilla. ______ está durmiendo a mi lado. Solo necesito despertarme.
—Luhan —dijo ella entrando al despacho. Levanté mi cabeza y la miré —Ya llamé a Gina y a
Greg. Están viniendo para acá.
—Les fallé —musité y mi mirada quedó clavada en la nada.
—No, no primito —dijo ella y se arrodilló frente a mí —Tú no les fallaste.
—Si les falle —la miré y sus bellos ojos estaban llenos de lágrimas —Yo no la cuidé, es mi
culpa. Solo tuve que haber hecho lo que él quería y ahora ella estaría aquí bien, sana y sin
miedo.
—Las cosas pasan por algo, primito —dijo y acarició mi rostro. Se acercó a mí y me abrazó
con fuerza. Todavía tengo la esperanza de que esté durmiendo.
Las horas comenzaron a pasar y con ellas la sensación de que era solo un sueño se había ido. Esto
es real y está pasando. No habíamos tenido ninguna noticia de mi padre, ni nada por el estilo. Él no había vuelto a llamarme.
Miré a Gina y esta no dejaba de llorar mientras se encontraba acurrucada entre los brazos de Greg.
Mi madre y Ben habían venido hacia la Universidad al enterarse de lo sucedido.
Mi celular comenzó a sonar y todos se callaron para mirarme con expectación.
—Cuando yo te diga, atiende —me dijo el comisario. Asentí —Ahora.
— ¿Hola? —dije tratando de sonar lo más calmado posible.
— ¿Ya llamaste a todo el mundo, cierto? —Me preguntó él — ¿Qué necesidad había, hijo? Esto
pudo haber sido un secreto entre nosotros.
— ¿Dónde la tienes? —le pregunté. — ¡No, no, no! —dije mientras las lágrimas comenzaban a llenar de nuevo mis ojos —Por dios,
suéltala.
— ¡Cállate, niña! —le gritó él.
—Por lo que más quieras, papá —le hablé sin dejar de llorar —Déjala en paz. Voy a hacer lo
que quieras. Voy a dejarla, pero no le hagas daño.
—Eso lo tuviste que haber pensado ayer, hijo. Ahora es tarde... yo no puedo permitir que tú
arruines tu vida.
—Por favor —musité y cerré los ojos con fuerza.
—Sé que vas a odiarme al principio, pero después vas a ver que yo tenía razón. Esto es
necesario.
—No, no es necesario.
—Adiós, hijo —colgó antes de que pudiera decirle algo más.
Me giré a ver al comisario y él sonrió levemente.
—Lo tenemos.

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