Capítulo 1.

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Lo primero que noto al abrir los ojos es la penetrante luz en mi habitación, está hace que mis ojos lloren y que comience a cerrarlos muy deprisa... lo siento, se que está acción tiene un nombre pero no lo recuerdo, he tratado de recordarlo desde la segunda mañana que desperté aquí pero no ha habido resultado alguno.

Escucho un zumbido de fondo, aunque creo que viene del techo... de estas cosas... las que hacen luz... Da igual, la cuestión es que el sonido me pone nerviosa, no me gusta en absoluto. Es como un montón de estos bichos amarillos y negros...

La puerta de mi habitación se abre y entran dos hombres, ambos con bata blanca, porta papeles en mano y una pluma. Ninguno me mira, ninguno habla. Sólo leen su portapapeles.

El hombre más joven toma su pluma y mira hacia mi. Tiene ojos lindos, son de un raro color. Ni violetas, ni azules, tampoco celestes. No, sus ojos son de un turquesa vivo.

Me sorprende que sepa el nombre de tal color. Juraría que es mi color favorito, aunque en estos días cualquier color que no sea blanco me encanta.

El doctor carraspea y me mira como esperando algo. La verdad es que no entiendo nada, por lo que lo único que hago es ladear un poco mi cabeza, aún sin apartar mis ojos de los suyos.

-No es de buena educación mirar fijamente a las personas, Kila.- me reprende el Dr. Connor, él es el de mayor edad y quien me ha estado tratando desde... bueno desde que tengo memoria. Es una pena que sea hace tan poco.- Deja de mirarle. Este es el Dr. Maurick, te ayudará a salir de esa cama y ponerte en pie.

A pesar de lo que el Dr. Connor diga me niego a dejar de mirar al joven. No lo puedo evitar, es nuevo... no he tenido cosas nuevas desde que me acostumbré a lo que me rodeaba en mi habitación, lo cual fue cuatros días después de despertar por primera vez.

Él aparta sus ojos y se dirige al Dr. Connor.

-¿Podría dejarnos solos?- Su voz suena tranquila, incluso suave, pero es muy distinta a la mía o a la de mi doctor. La mía es demasiado aguda, la del Dr. es demasiado ronca y siempre que habla desprende un olor rancio. La de él es ronca, baja y paciente.- Quiero hablar con Kila a solas.

Entonces se vuelve hacia mi, caminando lentamente. Esperando a que el Dr. Connor abandone la habitación, cuando lo hace, sus pies se mueven naturalmente, sus hombros se relajan y su mirada vuelve a encontrar la mía.

-Mi nombre es Nicholas, por favor, llámame así.- llega al borde de la cama, noto que es alto, que sus hombros son más anchos que los del Dr. Connor y su piel tiene más color. Es casi emocionante percatarse de estas cosas.- ¿Quieres sentarte?

No respondo. La verdad es que si me he movido en algún momento de estos tres meses ha sido inconscientemente, ya que ignoro como manejar mi cuerpo, así como ignoro como mencionar algunas palabras.

-Cierra los ojos si es un Si, si es un No, parpadea dos veces.-me instruye.

¡Parpadear! Eso es, cada vez que la luz se enciende en mi habitación parpadeo.

-Kila, presta atención, parpadea una vez sí es Si, sí no quieres parpadea dos veces.- me repite, su voz sigue paciente, sus ojos fijos en los míos, como si pidieran algo. Pero de nuevo, no se que es.

Parpadeo una vez, aguantando la urgencia de cerrar los ojos más veces.

-Muy bien. Tomaré tus manos y te ayudare a incorporarte, pero debes mantenerte en esa posición ¿si?

Parpadeo una vez. Quiero tocarle, se que se sentirá más raro de lo que se siente tocar las manos del Dr. Connor.

Sus manos atrapan las mías, se quedan quietas por un momento y no puedo culparle. Un cosquilleo sube por mi brazo y se extiende por todo mi cuerpo, como si despertara cada músculo, tendón y demás cosas que el Dr. Connor ha tratado de enseñarme. Y entonces ni siquiera necesito de su ayuda, me incorporó, siguiendo la enorme necesidad de tocarle aún más, de estar cerca de él.

-Tranquila pequeña abeja, -Me susurra, pero su voz se oye rara, ya no tan tranquila como antes. Carraspea y luego añade.- tomemosnosló con calma.

Uno de sus brazos me rodea por la espalda y me ayuda a mantener mi posición.

Me gusta su brazo ahí, también me gusta que este tan cerca, pero continuó con la necesidad de presionarme aún más contra él.

-De acuerdo, ahora moveremos tus piernas.- su brazo libre destapa la parte baja de mi cuerpo y automáticamente un extraño calor se apodera de mi rostro, aunque sólo se que no quiero que vea mis piernas... aunque si quiero. Es confuso.- Bien, comenzaremos conmigo moviendo tus pies y tu tratando de obtener el control.

Entonces saca mis piernas lentamente fuera de la cama. Noto que tienen algunos pelitos, apenas mostrándose, pero por alguna razón esto hace que mi rostro vuelva a calentarse. Él parece ignorar tanto los pelos, como mi cara quemandose y me pregunto si debería señalarle ambas cosas.

Pero no lo hago, en cambio me centró en sus manos moviendo mis pies suavemente arriba, abajo. Aveces su mano se desliza y me retuerzo, esforzándome para no reír, aunque de vez en cuando mi pierna se mueve sola hacia adelante. Casi conectando con su cabeza, como cuando el Dr. Connor revisaba mis reflejos.
-Intenta controlarlo, o me golpearas.- dice mientras sus labios se estiran y sus ojos brillan aún más. Por extraño que parezca imitó instantáneamente su expresión. - Muy bien, esa sonrisa me gusta. Ahora mueve tus pies.

Por el resto del día, a excepción de cuando el Dr. Connor vuelve con la comida, nos la pasamos tratando de hacer que mis pies y mis brazos obedezcan, para cuando Nicholas se ha ido aún no le he hablado y apenas si he podido moverme.

Las luces se apagan y mi cuerpo se queja por el repentino trabajo que le hemos obligado a hacer. Mis ojos se cierran y la oscuridad me absorbe, pero no por mucho tiempo.

-Vamos, tenemos que seguir.-alguien toma mi mano y me obliga a incorporarme.

Siento como mis pies aguantan mi peso, como mis manos presionan fuertemente las de mi acompañante. Pero hay más, puedo oler los árboles floreciendo, sentir una brisa fresca, aunque no se siente normal, se siente como si viniera desde tan lejos.

Escucho gritos también. Nos llaman, pero no podemos ir. No recuerdo porque pero tenemos que irnos antes de que ellos nos noten. O al menos se den cuenta de que si somos nosotros.

Corremos hasta que nos sumergimos en un bosque de árboles dejados a su suerte. Entonces, mi compañero se voltea y toma mi rostro entre sus manos, haciéndome doler.

-No debiste venir, te lo advertimos.- entonces gira mi cabeza por donde emos venido, donde una mujer llora en brazos de su marido, mientras que este último se niega a soltar sus propias lágrimas.-Ellos sufrirán hasta que los dejes en paz.

Entonces el lugar cambia, ya no estamos en el jardín, nos rodea un lugar verde, lleno de pequeñas paredes de cemento con letras y números, la misma pareja llora desconsolados, a su alrededor hay más personas incluso una niña pequeña. Deseo tanto abrazarlos... pero no puedo.

Siento que me sacuden y la imagen vuelve a cambiar, la pareja se ha ido y hay alguien sacudiendome, obligándome a caminar, y cada vez que tropizo una mano golpea mi nuca, o aveces un pie conecta violentamente con mi estómago. Nunca dejándome respirar, hasta que el dolor y la falta de aire se hacen cargo, entonces siento como me pierdo nuevamente en la más absoluta oscuridad.

Mis ojos se abren, vuelvo a mi habitación, y no se si estoy feliz o decepcionada, como sea, la máquina conectada a mi se percata de mi pulso rápido, de mi respiración irregular y de mi miedo y empieza a actuar, dejándome drogada y dormida. Otra vez. Pero no antes de que me percaté de que Nicholas está a mi lado, sus manos en mis hombros, extrañamente reconfortante.

Cuando me haya idoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora