Capítulo 2.

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Según el reloj de pared en mi habitación ha pasado media hora desde el momento en que las luces se han prendido. No hay señales del Dr. Connor, mucho menos de Nicholas.

Estoy sola.

En la mesa móvil a un lado de mi cama hay una bandeja de comida, cada uno de los platos tiene una etiqueta pegada.

Imbesiles. No recuerdo como hablar y quieren que recuerde como leer. Pero a quien le importa eso cuando ni siquiera puedo acercar la bandeja para distinguir las pequeñas letras.

Con cuidado, busco el botón que el Dr. Connor había dicho que servía para que la cama se incorporase a una posición sentada, pero no está ahí. Mi mano tiembla mientras más trato de controlarla, de levantarla y alcanzar la bandeja.

Es inútil, no alcanzó. Aún así mi estómago lo añora.

Colocó mis manos ha la altura de mis costillas, y este simple movimiento que he visto hacer un millón de veces al Dr. Connor, provoca una ligera capa de sudor en mi frente y labio superior, aún así continuó. Manos en posición, brazos flexionados. Ahora empujó hacia arriba.

Hago este mismo ejercicio por lo menos tres veces antes de poder levantarme. Para cuando lo hago aún sigo sin alcanzar la bandeja. Mi corazón va a mil y mis pulmones luchan por tomar aire.
Cualquiera diría que he estado en cama por al menos dos años. Ojalá supiera.

Estoy sentada. Es un logro. Digan lo que digan. Siguiente paso: estirarse hasta alcanzar la mesa.

Comienzo obligando a mis brazos a moverse, estirarse e intentar tocar la mesa, sólo la rozó.  Me deslizó más cerca del borde de la cama. Esa comida será mía. Vuelvo a estirarme.

¡Llegue! Ahora... sólo un poco más.

La puerta se abre de repente y yo me sobresalto, la mesa se desliza hacia atrás y yo con ella. Acabo con la cara en un frío piso de baldosas, sintiendo el dolor por primera vez. No es tan malo. Algo me dice que hay peores.

-¡Kila!-escucho que alguien se apresura a ayudarme mientras el Dr. Connor sigue gritando.-¡¿Se puede saber que hacías ahí!?

De nuevo, no respondo. Esta vez no porque no sepa que decir, sino por el simple hecho de que si respondo haré que se enoje más. Además, el piso se presiona sobre mi boca, la cual sabe a metal.

Dos fuertes brazos me ayudan a quedar mirando hacia el techo, luego me revisa por lastimaduras. Aunque nunca toca los centros de dolor, es tan cuidadoso que incluso se diría que es él quien lo siente.

Cuando mis ojos logran enfocarse se topan con un par de ojos azul, casi como imagino que es el cielo. Ellos no son muy suaves que digamos, pero es exactamente eso lo que los hace mas interesantes. Hay tanto en ellos, cosas que no se ni cómo describir... aúnque eso ya es normal.

No pierde el tiempo y en menos de dos segundos ya estoy devuelta en mi cama, con tanta agilidad y rapidez que incluso estoy mareada, el vuelve a dar dos pasos atrás y espera a que el doctor diga algo, pero lo único que él hace es mirar del chico a mí, una y otras vez... creo que incluso deberíamos invertir lugares.

-Kila, este es el soldado Miles. Será su escolta hoy.- dice al fin. Y luego mira mi mesa.- Desayunaras con los demás.

Da media vuelta y se va. El soldado le saluda dando un pequeño salto con el que sus pies chocan haciendo que sus botas hagan ruido y dirige su mano a la cabeza. El doctor en cambio apenas si inclina la cabeza.

El soldado se vuelve hacia mi, su cuerpo se ha relajado, igual que su rostro, incluso sonríe un poco.

-Así que tu eres Kila. Nicholas me contó de ti.-dice esto mientras camina hacia el aramario en una esquina de la habitación y saca un cosa con ruedas, tiene cuero y metal.- Me contó, por ejemplo que aún no hablas, pero que aprendiste rápido como moverte. Así que hicimos una apuesta. ¿Sabes lo que es?

Niego con la cabeza. Uno de los movimientos que aprendí con Nicholas ayer.

-Muy bien. Una apuesta es un reto entre dos, si él pierde yo tendré un premio, si yo pierdo, lo tendrá el.-ahora ha desplegado lo que había sacado del armario, se parece mucho a una silla, solo que tiene ruedas.-En fin, hemos  apostado para ver quien logra hacerte hablar primero. Y yo creo que puedo.

Ahora está frente a mi. Tan cerca que puedo sentir su respiración. Sus brazos se deslizan por debajo de mi cuerpo y me levanta.

-¿Qué dices?¿Hablas para mí?-  Tiene una sonrisa divertida, casi invitandome a decirle algo, pero no. No le hablaré ni a él, ni a Nicholas. Cuando ve que no le respondo su sonrisa se borra y sus cejas se juntan.-Muy bien. Debes cambiarte, y debes hacerlo sola.

Me sube a la silla con ruedas y me empuja hasta el armario. Ahí hay un traje todo azul, casi como sus ojos.

-Es de una sola pieza, primero colocas los pies, luego lo demás. Pero antes debes ponerte esta remera.- Me señala cada cosa y desabrocha mi pijama por la parte de atrás. - Cuando hayas terminado puedes gritar mi nombre.

De alguna manera sus dedos rozan mi mandíbula y mi garganta, y así como con Nicholas deja un calor seguido de un poco de cosquilleo y sensaciones aún más raras.

Luego se gira y sale de la habitación. Y esa es mi señal, porque lo se. Así como ayer sabía que sería capaz de moverme con aquel roce, se que soy capaz de hablar con este. Y lo intento, mientras me saco el pijama y colocó esta cosa que me ha dado Miles, el azul. Y luego la remera, que es mucho más gruesa en la parte de mi pecho.

Para cuando ya e logrado colocarme la remera y cubrir mis piernas con la ropa azul apenas si he logrado murmurar algo, pero sigo intentando. Una y otra vez.

-En el bosque.- no reconozco mí  propias voz, ni el significado de lo que digo, pero sigo, ahora que he comenzado no puedo parar. -Biscame en el bosque cuando sólo estés, buscame allí porque para ti estaré. No temas de perderte pues el sendero seguirás hasta el coro encontrar. Allí esperame, cuando la luna en su cuarta fase este.

Sonrió, no porque sepa que estoy diciendo o porque estoy hablando. Lo hago porque recuerdo esta frase, más aya de si se su significado o no. Lo importante es que la he recordado, aún si mo lo he intentado.

Dejó caer lo primero de metal que encuentro que creo que hará  mucho ruido, lo suficiente como para llamar la atención de Miles. Lo cual logró gracias a un montón de raros artefactos y tres bandejas.

No se ve muy feliz. Ya sea porque no le he gritado o porque le he dado un buen susto. Da igual, me ayuda a terminar se colocarme el mono, como el llama a la prenda azul y luego me empuja fuera de mi habitación.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2015 ⏰

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