CAPÍTULO 2

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Primer día

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Primer día.

Reabrí los ojos momentos después que el dolor cesara.

Noté mucha luz en la oscuridad.

Entorno a mí, una incandescencia danzaba, orbitaba, daba vueltas como un carrusel y se me solapaba; intenté moverme, pero una fuerza invisible me comprimía el cuerpo al alma.

Dentro de ese fulgor, aprecié cómo delgados hilos de electricidad me brincaban de un lado a otro. Entendía que partes de mí se reconstruían de la nada, como pequeños pixeles a una imagen. Y creo que los colores que observé no debieron de verse, porque vislumbré cosas fuera de mi espectro visible; y no entendía, pero algo muy poderoso me sostenía, en medio de la nada. ¿Qué estaban viendo mis ojos?

Quise hablar, pero me fallaron las cuerdas vocales. Alguien acababa de romperme un bate en la cabeza, porque mi comprensión de la realidad levitaba en la ignorancia; era como intentar hablar después de inhalar anestesia...

Yo, reanudé en un vacío estelar con aparente ingravidez y supe que volaba a gran velocidad en el espacio sideral; todo lo que me rodeaba me hacía sentir más insignificante que un piojo en la melena de un león. Mis órganos se vomitaron encima el uno al otro al creer que se quedaban sin aire, pero en realidad, no estaba respirando.

Me gustaría decir que no me distraje, y sin embargo, sé que serían puras patrañas; era tan extravagante la gama de haces de luz, que mi imaginación decidió apagarse, flotando en ella cualquier pedacito de raciocinio al experimentar el poder impalpable... Porque alucinaba en el océano estelar, como cualquier niño deseando tocar la inmensidad, y como cualquier anciano soñando en las estrellas un día al fin descansar.

Pero en eso, entreví algo ajeno a mi viaje de ensueño. Una luciérnaga titilaba en el fondo, y la fuerza que me comprimía en un tour espacial, me acercaba a su mundo solitario.

El negro ya no era tan negro cuando lo vi.

Un gran planeta de cielo blanco y nubes onduladas, con figuras irregulares contrastando mares bajo el velo, con elementos compitiendo por abarcar más territorio, y con escaleras de colores queriéndose escapar de su atracción, nacía ante mí. Me era imposible definir el final de su extensión, porque se volvía hermosa y entrañable su aparición en mi vida. Resplandeciente como un sol en medio de la oscuridad, me enamoró.

El planeta picoteado por auroras boreales, flotaba en un lago de inconmensurable vacío, que arrastraba energía solar en todos los sentidos y la compactaba en su atmósfera.

Yo no sentía frío, ni calor, tampoco miedo, tan solo... vacío, aunque no el que conocía.

¡E inesperadamente, las llamas cósmicas que caían junto a mí doblegadas hacia el astro, me empujaron! La fuerza que me sujetaba quería que yo entrase en picada. Me encontraba tan relajado que reaccioné muy tarde cuando el poder me sumergió en la atmósfera de energía.

MISIÓN SOBREVIVIR ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora