El Sexto Mundo

Prólogo

Habíamos encontrado la forma de subsistir.

La humanidad se había sumido en un éxtasis esperanzador. Ensimismados y caídos en la cuenta de que la vida seguiría siendo tal y como la conocíamos y que, saldríamos adelante.

Los resultados de nuestra reproducción eran un término nulo comparado con la demasía de las defunciones. Los intentos innumerables no daban frutos.

Los humanos caían como si una epidemia azotara a la sociedad.

Las fuerzas científicas tomaron en cuenta todas las teorías relativas que nos habían vuelto una posibilidad, y que luego, nos habían convertido en un hecho. Se dedicaron profundamente a indagar en una solución concreta que nos garantizara una estadía prolongada en la Tierra, una solución que asegurara que pudiésemos negar nuestra ausencia en el mundo y que nos permitiera seguir con nuestro ciclo de la naturaleza.

Declararon entonces que había una manera de crear nuevos seres con tecnología, los cuales se encargarían de expulsarnos de aquella amenaza de extinción que hacía correr un nerviosismo como reguero de pólvora a través de todo el planeta.

Todo falló.

Las cápsulas que retenían a los píxeles, dando saltos estáticamente entre los muros, estallaron.

No salió a la luz más remedio que introducir la tecnología a nuestros cuerpos.

Muchos murieron electrocutados cuando el contenido que salía de las agujas tuvo contacto con su sangre.

Los millones de píxeles amontonados, debido a la resolución que los nuevos habitantes requerían, abarrotaron sus venas, haciendo que reventaran y declinaran, desangrados.

En los que habían sobrevivido al caos, horas después, se activaron los virus mortales, obligándoles a guardar cama sufriendo, al tiempo que distintas enfermedades troyanas desconocidas de origen electrónico los hacían dormir para siempre.

Lo que antes era natural se había vuelto artificial.

Sólo pocos se adaptaron.