Patitos de Goma

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Juguemos. 
Imagina por un momento que eres un ju-  guete, concretamente un patito de goma  amarillo. Además de entrenar tu imagi-  nación, sólo así sabrás a dónde te quiero  llevar. ¿No dicen que una imagen vale  más que mil palabras? 

La situación es la siguiente: te acaban  de lanzar al río y la corriente empieza a  arrastrarte suavemente. No estás solo, allí  hay más patitos como tú, muy parecidos,  y todos se mueven en la misma dirección, muy despacio por el canal. Nadie  se queja, todo fluye de manera extremadamente natural, como si estuviese planificado ya de antemano. Miras a un lado,  miras a otro, incluso miras a los compañeros que van parejos a ti. No logras  entender muy bien lo que sucede allí pero, como todos siguen una misma  dirección, se supone que todo va bien.  Además, aunque no lo vieras claro del  todo, parece que no hay nada que puedas  hacer para evitar esa situación. No dependes de ti mismo y, al parecer, de nadie en  concreto.
Simplemente te sigues moviendo suave y constantemente hacia  adelante sin detenerte. Y así, van pasando  los minutos, las horas, los días, las sema-  nas... Uno tras otro. Empiezas a ponerte  algo nervioso porque no eres tú el que  controla la situación.
Eso no te gusta  demasiado porque... ¿a quién le gusta que  tomen decisiones por él?  Continúas moviéndote.  Parece que no hay peligro, al menos  no se escuchan quejas. Todos se miran  entre sí con cara de escepticismo ya que  nadie sabe hacia donde va pero, pasados  unos minutos, todos se van acostumbrando. La corriente te sigue llevando y ahora ya ni siquiera estás nervioso, es  más, incluso, por alguna extraña razón, te  acaba gustando que una fuerza misteriosa siga empujándote.

Todo va a  un ritmo muy cómodo y, con un simple y cómodo movimiento de cadera, logras elegir tu camino.  Ojalá todos los problemas fueran esos.  A lo mejor has encontrado la buena vida, te dices a ti mismo, ésa de la que hablaba Aristóteles en la antigüedad y Savater en la actualidad. Poco a poco los  pensamientos iniciales, esos que parecían un torbellino repleto de preguntas,  dudas y miedos, se van deteniendo lenta-  mente, casi de manera inapreciable.  Finalmente, como si de la mente de un  auténtico Rinpoche se tratara, el pensa-  miento se detiene y todos los problemas  desaparecen. El río hace su trabajo, ahora parece ser que es "su trabajo" , y así uno se puede dedicar a ver la vida pasar. Pura contemplación. Tú, patito, sigues "navegando" río abajo y ya hace mucho de hecho, desde el principio que no te planteas por qué estás recorriendo ese río. No te preguntas hacia dónde vas, qué nuevas metas conseguir o cómo vivir de otra manera. Simplemente dejas que la corriente te siga moviendo.

No tienes costumbre de tomar tus decisiones porque otros lo han hecho siempre por ti.
Dice el dicho, "lo que no se usa se pierde y lo que no se tiene, si no se practica, no se gana". Lo mismo pasa con las decisiones de la vida, si uno no empieza a tomarlas, siempre llega el día en el que irremediablemente sí tienes que hacerlo.

Y sí, efectivamente, ese patito eres tú. De hecho, todos podemos ser ese patito. Sin más elección, la vida nos arroja a su río, lleno de condiciones, reglas, obstáculos, metas, dificultades y demás, con una sola premisa: búscate la vida. Así, sin manual de instrucciones ni curso preparatorio que valga. La mayoría de los patitos se mueven al son que el río toca.
Como una tabla en el mar, siempre a la deriva, constantemente zarandeada por los avatares de la vida y con un poder de decisión que se perdió ya hace mucho al otorgárselo a otro, a los demás, a ese río, mar, destino, o como cada uno lo quiera llamar.

Haz tus cuentas y reflexiona.
Pero antes de concluir me gustaría hablarte del salmón. Seguramente en tu viaje acuático lo hayas visto de pasada, pero siempre de reojo, ya que él no iba contigo. Ni contigo ni con los demás patitos. No es nada personal. Él iba sin credo, sin bandera, ni religión. Iba, sencillamente, consigo mismo. Por eso, cuando lo viste, siempre te lo cruzaste.

Viajaba, como siempre, a contracorriente.

Esta es la ley del salmón:

O tomas tus propias decisiones o estás muerto.
La corriente es muy fuerte y no se olvida de nadie. Si se lo permites te arrastrará sin piedad. Puede parecer cansado, agotador y hasta algo estresante. Pero hay una ley universal que nos dice: "Si luchas puedes perder, si no luchas estás perdido".
Por todo esto, si ya ni te acuerdas de cuándo fue la última decisión impopular que tomaste, si eres de los que como criterio de calidad ante un libro alega "será bueno porque es lo más vendido del año", te diré un secreto que me dijo una vez un verdadero salmón: en realidad los patitos de goma están todos muertos. Pero no se te ocurra decírselo: seguramente se disgustarían mucho si se enteraran.

Muertos En VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora