Happy World

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-Imagina un mundo donde no existe la tristeza y todo el mundo es muy feliz.-

Un mundo donde todas las personas han alcanzado lo que desean y pueden permitirse todo aquello que quieren. Allí la gente es simpática, educada, vital, y hasta atractiva. Esto es el Happy World, un mundo en el que se debe ser feliz todo el tiempo, vivir en una alegría constante. Ahí prácticamente todo es jiji, jaja. La diversión, el disfrute, el placer, y en definitiva, la felicidad, son los valores más ansiados. Todo lo que nos rodea allí se empeña en obligarnos a ser felices
todo el tiempo.
¿Te gustaría vivir en un sitio así?
Antes de que contestes te revelaré un secreto: ya vives en él. Quizá esto no sea tan perfecto como el Happy World, pero es el modelo a seguir en nuestra sociedad. Queremos construir a toda costa un mundo feliz, o al menos que aparente serlo. Construir el New Happy Worl donde todo lo negativo se evapora y todos somos permanentemente felices. Si la gente es feliz consume más, y esa es la base de nuestro mundo de hoy. La gente triste no conviene. No va en línea con la estrategia marcada. Por tanto construimos una sociedad donde lo bueno, lo deseable, es ser feliz continuamente.

Así pues, todos debemos estar bien aunque no nos sintamos así, porque es lo que se espera de nosotros, sonreír aunque no haya muchas ganas de hacerlo. Al ir a comprar el pan, al estar en clase, al preguntar a un desconocido en la calle. Sonreír siempre. Que parezca que estamos bien. Lo contrario sería un desastre irreparable.
Y ya no se trata sólo de lo que haga uno, también es importante lo que hagamos cuando nos juntamos con los demás. Las parejas deben estar bien permanentemente. No se pueden permitir las crisis, los altibajos, ni aceptar que, sencillamente, sus vidas ya no van paralelas la una con la otra y, entonces, lo mejor y deseable es separarse. No, en el Happy World todos debemos ser felices. Aceptar la situación y seguir como si nada pasara.
Todo lo que se nos vende rezuma un alto positivismo.
Da igual que sean las Navidades, los  fines de semana, o hasta los anuncios de detergentes. Todo debe destilar una gran dosis de alegría y optimismo. Si uno no sale a disfrutar un sábado por la noche y se queda en casa a ver una película es alguien extraño, un desadaptado o incluso un amargado que no disfruta de la vida. Por que, pudiéndoselo pasar en grande, ¿por qué se va a quedar en casa?

Desde esta perspectiva, estar triste pasa a ser algo ignominioso. Es casi vergonzoso estar bajo de moral y ¡ni se nos ocurra llorar en público! Entonces podemos ir despidiéndonos de la buena reputación labrada hasta ese momento ya que llorar es la máxima expresión de lo que llamamos estar triste y, por tanto, la antítesis de estar bien.
Si estar triste es lamentable, todavía es mucho peor cuando ese estado se convierte en una enfermedad. Así, la depresión o la distimia pasan a ser enfermedades vistas como algo casi deseado por el que las padece. Esto no ocurre con ninguna otra dolencia conocida. A nadie se le ocurriría armar que un enfermo de psicosis, esquizofrenia o cáncer de mama se lo haya buscado él mismo. Estos son tratados por los demás con mucho más respeto que en el caso de la depresión. Ahí nadie mete mano. Todos callan, preguntan el diagnóstico médico y asienten porque, claro, el doctor es el que sabe de esas cosas. Pero en lo que respecta a la depresión, todos somos profesionales. Todos llevamos un psicólogo o un psiquiatra dentro. "Él es así, siempre está triste", "no sabe –ni quiere a veces– disfrutar de la vida", decimos. Para consolar a los deprimidos siempre se escucha un "venga, anímate, que no es para tanto" o eso de "no estés triste, que la vida son sólo dos días".

Consejos estupendos para conseguir hundir más al enfermo.

Por cada "anímate, no estés triste" dirigido a un depresivo se da un paso más para su suicidio.
Ya sea porque muera alguien cercano o porque, simplemente, uno se encuentre triste por sus propios asuntos, la reacción de nuestro entorno siempre será la misma: "Venga, anímate cuanto antes. No estés así".
Este así es estar decaído, mustio y abatido, pero también es estar en estado íntimo, recogido en uno mismo.
Son pocos los que aprecian la tristeza y sus beneficiosas funciones.
Puede que detrás de todas esas lágrimas, rabietas, sentimientos de suicidio, y demás, la tristeza quiera decirnos algo. Porque sino, ¿para qué demonios existe?
Contrariamente a lo que la mayoría de la gente cree, la tristeza es un recurso mental al igual que lo son la risa, la capacidad de sumar o la de hacer rimas. Lo que ocurre es que se trata de un recurso negativo como lo son el miedo y el asco.
Lo llamo recurso negativo porque es algo que nos vale, nos sirve realmente –por eso es un recurso– pero cuyo abuso puede llevarnos a la autodestrucción.
Pero, ¿para qué sirve la tristeza?, ¿realmente es beneficiosa para nuestra salud mental?
Decididamente, sí. Sólo crecemos de verdad cuando tocamos fondo.
"Para que el cerebro de un idiota se ponga en movimiento, tienen que ocurrirle muchas cosas y muy crueles".
Lo cierto es que, mientras la euforia nos hace mirar exclusivamente hacia fuera, la tristeza nos deja en un estado de recogimiento interior muy apto para la introspección, la reflexión y el crecimiento interior. Nunca, en ningún otro estado, tenemos la oportunidad de madurar y crecer interiormente como cuando estamos tristes.
Es un estado que, aunque no resulta agradable, es necesario para nuestra madurez.
La alegría está en el lado opuesto. Son como dos caras de la misma moneda. Si siempre estuviésemos alegres nunca reflexionaríamos sobre nada porque, ¿para qué si ya somos felices? En el Happy World la reflexión no está bien vista, no es necesaria. Pan y circo.
Además, la tristeza es la otra cara que todo concepto tiene. El ying y el yang, la luz y la oscuridad. No somos nada sin nuestro complemento. Sencillamente no existimos. Sin tristeza no podría haber alegría porque no la apreciaríamos. Sabemos que es de día porque hemos vivido la noche. Que hace frío porque hemos sentido el calor. Entendemos que estamos sanos porque hemos sufrido enfermedades. Es una ley universal. Es la vida.
Pero apreciar la tristeza no es nada fácil. Como decía al principio, todos a nuestro alrededor nos venden la idea de lo necesario que es ser feliz. Sí, es cierto, la felicidad es la razón por la cual estamos aquí, pero ser feliz no es sinónimo de estar todo el día riendo y pasándolo en grande. Aunque parezca mentira, la persona que vive intensamente es aquella capaz de reconocer y disfrutar cada momento de su vida, incluidos aquellos momentos en los que la vida golpea fuertemente. El que es realmente feliz sabe surfear en todo tipo de climatología, no sólo en aguas calmas.
Disfrutar sólo de los buenos momentos es perderse una parte importante de la vida y, por tanto, una manera de estar muerto.

Si huyes como de la peste de las situaciones que te hacen sentir triste aunque sean necesarias, si buscas la risa fácil como remedio para sobrevivir el día a día o transformas todo en una broma para evitar sentirte bajo de moral, enhorabuena, tienes nueve años. Y los tendrás eternamente ya que te quedaste ahí para siempre.

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⏰ Última actualización: Dec 16, 2015 ⏰

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