thunderstorm; parte única

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Llovía, a cántaros. Como si el cielo se cayese. Como si no fuera suficiente toda la tristeza que tenía dentro que pareciera que el mismo Zeus lo estuviera sintiendo y mandara rayos a diestra y siniestra, junto con la incesable lluvia que a estas alturas ya parecía que no se detendría jamás y que gracias a ella la gente deba salir en bote desde sus casas. Ya no estaba segura de sí se hallaba en Corea o en Venecia.

Miró por la ventana, esperanzada de que el moreno de ojos grandes apareciera en su auto negro, tocándole la bocina para que le abriera el portón mientras que en sus gruesos, sonrosados y suaves labios se formara la sonrisa más genuina que había visto jamás. Se abrazó a sí misma, tratando de acompañarse, porque ya parecía que su mente y su cuerpo eran personas totalmente diferentes.

Decidió que lo mejor sería tomar un tazón con café para calmar sus ansias, para suprimir su nerviosismo y para tratar de quedarse un poco más en vela esperando por su amado; fue hasta la cocina y calentó el agua, hizo el pequeño ritual de servirse café y azúcar y esperó, mordiéndose las uñas de la mano izquierda sin llegar a cortarlas, causando estragos en el bonito color rosa pálido que las decoraba y que al mismo tiempo la hacía verse aún más nívea, suspiró, como si fuera posible poder ser más blanca que un fantasma. Miró el reloj que se hallaba por sobre la puerta y suspiró, por enésima vez esa noche, quedaban solo diez minutos para las cuatro de la madrugada y bostezó, porque en verdad tenía sueño pero no podía pegar ojo hasta que su novio llegara a casa sano y salvo.

Si algo odiaba, era que Minho trabajara más de la cuenta, que tuviera tantos proyectos en desarrollo y que le quedara tan poco tiempo para compartir con ella, para tener más vida de pareja y quizá hasta un poco más de intimidad, y, ahora con la tormenta que había fuera, estos pensamientos se hicieron aún más profundos. Solo pudo volver en sí cuando un relámpago iluminó por un par de segundos la superficie total de su sala de estar, dejándola aún más petrificada de lo que ya estaba, respiró asustada. Definitivamente si estar sin Minho en una noche lluviosa era odioso y prácticamente inmoral, estar sin Minho en una noche tormentosa era infernal, infame, hasta el punto de ser dañino.

Por fin el agua hirvió y tratando de dejar de lado sus ideas apocalípticas, echó del líquido transparente en el tazón donde anteriormente había puesto café y azúcar, respiró el aroma penetrante y logró calmarse un poco. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Sabía que el moreno no bebía alcohol cuando trabajaba, y si llegaba siquiera a tomar un sorbo de cualquier bebida que lo contuviera, llamaría a su chofer personal; sabía también que era el ser humano más responsable que conocía, incluso más responsable que ella misma y por lo tanto, si algo llegaba a ocurrir le avisaría enseguida, sin chistar ni dudar, porque Minho tenía el don de pensar con la cabeza fría cuando alguna circunstancia era peligrosa para ambos y más para ella. Bebió un sorbo de su taza y creyó por fin quedarse mucho más tranquila de lo que había estado desde que Minho había salido hacia una grabación hacía aproximadamente ocho horas. Se sentó en el sofá individual que quedaba justo enfrente del ventanal, sin despegar la vista de la calle, mirando como la permanente lluvia arrastraba hojas por extensos y a su vez pequeños caudales que no terminaban sino hasta el final de la calle donde unos acueductos recibían las corrientes de agua que temporales como este provocaban.

Tomó la manta que colgaba de uno de los brazos del pequeño sofá y se tapó, acurrucándose, sintiendo como su propio calor corporal la envolvía y hacía que por fin se relajara, tomó un poco más de su café y lo dejó en el piso para después cerrar los ojos y escuchar atenta como el agua golpeaba el techo y ventanas de su casa.

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No despertó sino hasta que sintió unos fuertes brazos envolviéndola, y una pequeña risa en sus oídos, acompañada de mimos que su novio otorgaba con la nariz por su sien y mejillas; se abrazó aún más de él y suspiró, al fin estaba en casa, no le importaba nada más. Sintió como la dejaba sobre la fría y blanda cama de dos plazas, abrió levemente los ojos y pudo notar como Minho colgaba su ropa sobre algunas sillas debido a lo mojada que estaba, se levantó y ayudándolo a desvestirse llevó la ropa hasta la secadora que echó a andar de inmediato, cerró la puerta de su habitación y prendió el calentador eléctrico para entibiar el espacio, no quería que su novio se resfriara.

Escuchó que el agua de la ducha se apagaba y una puerta abrirse, dejando ver al moreno cubierto solo por una toalla en su cintura; sonrió mordiéndose el labio, después de más de un año viviendo juntos y cosas como esa aún la ponían nerviosa, no podía creer lo afortunada que era. Esperó a que Minho se vistiera con su habitual pijama de boxers y una camiseta y fue por el secador de pelo, el moreno la miró dulce y entendió que esa noche por nada del mundo se iba a dormir con el cabello mojado. Volvió y conectando el aparato se puso frente a él, pasaba leve las manos por su obscuro cabello tratando de no tironear mucho y tratando también de acariciarlo, mientras sonreía; Minho por su parte dirigió ambas manos hacia su cintura y empezó a acariciarla, suave, con cariño y con un cuidado increíble como si fuera a romperse y eso la enterneció, más que cualquier cosa. Un par de minutos después y ya con el cabello seco, ordenó todo y al volver el moreno la esperaba para al fin acostarse con ella, se abrazaron y se acomodaron de tal manera que el cuerpo del otro quedaba totalmente a su merced.

-te extrañé, mucho-

-yo también, como no tienes idea-besó su frente y posó ambas manos en su cintura y en un dos por tres la tenía sobre el- extrañé tus manos, tu cabello, tus ojos, tus besos...-y ella de inmediato lo entendió y se acercó a sus bonitos labios, besándolo armoniosamente. Porque sin él, ella en definitiva no era nada, Minho la complementaba de tal manera que no sabía que hacer sin él a su lado, lo necesitaba tanto como necesitaba respirar; y de eso el moreno se había percatado, porque se sentía de la misma manera que ella, exactamente de la misma manera.

thunderstorm {c. minho}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora