Siempre

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Corría desesperadamente por las calles abriendome paso entre la gente. Todo a mi alrededor lucía amenazante, peligroso. La gente me miraba extrañada, incluso algunos se acercaban para calmarme, pero yo insistía en evadirlas. Mientras corría a toda velocidad, sentí que mis pies se tropezaban con algo, al mismo tiempo que unos brazos fuertes me impedían caer. Mi respiración se agitó al darme cuenta de que ese chico me retenía entre sus brazos. Intenté escapar y comencé a golpearlo para que me soltara, pero el me sostenía con fuerza. Estábamos tan cerca, sentía que me desvanecía. Aun no podía ver su rostro, aunque comencé a calmarme. Ya no estaba en peligro, no sentía miedo. El tiempo se volvió mas lento y logré sentir todo lo que estaba a mi alrededor. Note lo helado que estaba el viento. También note que yo tiritaba demasiado seguido. Noté que me encontraba frente a mi tienda favorita de donas. Noté que respiraba, noté que existía. La respiración y los latidos del chico estaban alterados, pero sus brazos permanecían igual de firmes.

-Tranquila -Me susurró mientras acariciaba mi cabello suavemente -Te protegeré.

Su voz no me parecía familiar, pero sin duda esas palabras habían hecho un impacto sobre mi. Instintivamente me aferré a el con fuerza al darme cuenta de que había mucha gente a nuestro alrededor. Quizás con demasiada fuerza, ya que noté que casi se ahogaba. Lo solté y lo miré algo sonrojada.

-¿Estas bien? -Dijo mientras las comisuras de sus labios se curvaban levemente.

-Si -Dije algo nerviosa. Aun estaba confusa.

No era la primera vez que me ocurría algo como esto, era casi habitual. Hace algunos años, mis padres se enteraron de mis ataques de pánico en la escuela. Los profesores no comprendían y decían que no me podía seguir comportando así. Al principio solo era quedarme sin aire cuando me paraba frente a la clase, pero se convirtió en algo mas. A veces estaba dando una prueba y me daban unas ganas insoportables de salir corriendo, y a veces lo hacía. Llamaban a mis padres bastante seguido, pero lo que nadie entendía, es que yo no podía hacer nada para evitar actuar así. Finalmente mis padres decidieron llevarme al medico y me diagnosticaron ansiedad. En ese entonces, estos ataques eran poco frecuentes, y solo cuando me encontraba en la escuela, pero empeoró. Me ocurrían en la calle, en los ascensores, en los centros comerciales y en todos lados. Nadie podía calmarme.

Miré el rostro del chico. Era mucho mas alto que yo. Su piel era muy pálida, casi tanto como la mía. Su cabello era rubio y ondulado, me dieron ganas de tocarlo, pero me contuve. Su nariz era fina, aunque no podía verla de perfil, aún. Sus labios estaban perfectamente delineados. Todo en el era absolutamente perfecto, pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos. Eran grandes y expresivos, con unas pestañas sorprendentemente largas y curvas,  eran tan oscuros que creías que ibas a perderte en ellos.

-Ven, te acompañaré a tomar algo -Dijo amablemente. Busqué dinero en mis bolsillos, pero estaban vacíos. -Antes de que digas que no tienes dinero, yo invito.

Mis mejillas ardían y mi mano libre temblaba, ya que la otra la tenía ese chico al que acababa de conocer. No me atreví a decir nada, mis pensamientos volaban por mi cabeza. No quería apartarlo de mi lado como lo hacia con todas las personas. 

-Toma -Dijo trayendo un vaso de agua. ¿Por que era tan amable con una chica que corría como loca por la calle? -Debo irme, nos juntamos mañana, a las 5:30 en este mismo lugar. Trae abrigo, probablemente nevará. Quiero verte otra vez. -Se paró de la mesa y se fue.

-¡Espera! -Grité sin pensar. Ultimamente no pensaba. -¿Cómo te llamas?

-No te lo diré, pero te diré que estaré para ti. Siempre. -Y se perdió en la multitud.

-Siempre. -Susurré.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2015 ⏰

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