Capítulo 1

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Yo conducía la vieja Nissan mientras todos cantaban de manera despreocupada en la parte de atrás de la camioneta. A mi lado se encontraba Jazmín, mi mejor amiga. Una chica tímida de belleza frágil, rubia de ojos celestes, con rasgos finos y tan pequeña que tendrías miedo de romperla con solo tocarla.  Aunque,quienes la conocemos bien, sabemos que es muy fuerte y no se deja pisotear, a pesar de su timidez. Ella contrasta completamente conmigo. Soy extrovertido, mido cerca de un metro ochenta, pelo castaño claro y ojos miel. Tengo el cuerpo trabajado por competir en Taekwondo, sí, todo un deportista.
-Ty, sube la música, amo está canción-gritó Mar desde el fondo la camioneta, sacándome de mis pensamientos. Marcela era una morocha alta, de pelo largo y piel tostada por el sol de la playa, donde trabaja de salvavidas. Es la novia de Santiago
Subí el volumen y se escuchó más fuerte aún una canción de electrónica popular del momento. Por el retrovisor pude ver a todos empezando a bailar.Hasta Jaz seguía el ritmo, golpeando sus manos en el lado de afuera de la ventanilla, la cual estaba baja gracias al calor.
Me pregunté, internamente, que pensaría la gente mirándonos desde afuera. Diez jóvenes, Jaz y yo más ocho monos en trajes de baño más en la parte trasera, con electro al máximo en una carretera al este. Seguramente nos mirarían raro y alejarían a sus hijos.
Cerca del mediodía, a lo lejos, empezé a divisar el balneario donde nos ibamos a quedar, Playa Fuego. Este era conocido por sus legendarias fiestas, su aglomeración de jóvenes y sus hermosas playas. Ciertamente no era la playa indicada para vacaciones familiares, o directamente para menores.
-Estamos llegando-grité por encima de la cumbia que sonaba en estos momentos. Escuché,  momentos después, un estruendoso grito colectivo de felicidad, seguido de alagos indecentes hacia mí. Solo espero que no estén muy borrachos. A la una y diez llegamos al hostal en el que nos quedaríamos, "Lluvia de Verano". Mientras todos bajaban las cosas, decidí que sería que yo, uno de los pocos sobrios, quien hiciera el check in. Al entrar, una señora de unos cincuenta años, vestida con una camisa floreada y una pollera larga y blanca me dio la bienvenida. Tenía un aire hippie y, me lo demostró, dándome un abrazo como si lo conociera toda la vida.
-Hola, hijo mío. Los espíritus te han traído a ti y a tus amigos a "Lluvia de Verano". Sean bienvenidos.
-Gracias-dije con un tono neutro, intentando que no se notara mi incomodidad-.
-Te explicaré, querido, como funciona este hostal. Hay quince cuartos de cuatro pesonas.Es política del hostal de que nadie que conozcas este en tu habitación. No hay puertas, no hay nada que esconder, ni nadie quita nada. Somos todos hermanos pacíficos, por lo que no se permiten peleas y cada quien es libre de hacer lo que quiera. ¿Cuántos serían?
Después de todo lo que esa mujer había dicho, ya no estaba muy seguro de querer estar en este hostal. La tipa parecía más ida que mi profesora de literatura, a quien la había encontrado más de una vez fumando marihuana mientras abrazaba a un semáforo  diciendo "Eres la luz de mis ojos". Sí, mis profesores no son muy normales que digamos.
La señora me quedó mirando, hasta que me acordé que le debía una respuesta y sabiendo que no encontraríamos un lugar más barato con tan poca antelación le respondí con un breve "Diez" mientras ella teclaba en su computadora, la cual tenía stickers de "Salven a las ballenas" y "Amor y paz".
-Tiene suete, quedaban once lugares, todas en habitaciones distintas.
Luego de pagar, me pidió que llamara a mis amigos y nos pusiéramos en fila.
-Antes de aceptarlos en mi humilde morada, deben pasar la iniciación.
Todos me miraron con cara de "WTF" y yo solo pude encogerme de hombres. Ninguno de nosotros sabía en donde se estaba metiendo. Solo sabíamos que queríamos disfrutar este verano.
-Ah, se me olvidaba. No hay reembolsos-dijo Doña Hippie con una sonrisa.

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⏰ Última actualización: Sep 03, 2015 ⏰

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