III. LA CERTEZA QUE DA LA DUDA.

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Terencio al medio dia ya lo tenia todo preparado, y a disposición de su clientela, era propietario de una taberna, situada enfrente justo del foro de la ciudad, era un hombrecillo entrado en años, tenia una galopante calvicie, que intentaba disimular con un gorro de piel de oveja, que no se quitaba ni cuando el Sol bronceaba a las chicharras, era uno de los pocos negocios que aun eran rentables, y aunque no le daban para comprarse una villa en el campo, le proporcionaba en su justa medida una posicion digna en la ciudad.
Su especialidad era el vino que mezclaba con un poco de miel, que le daba un sabor algo más dulce y agradable, a la hora de que pase por el paladar, de los hombres que pasan por su antro, ese dia habia mercado, y la ciudad volvia a sonreir, viendo como sus venas se llenaban otra vez de vida, aqui y allá se podían ver puestos donde los tenderos, vendian mil y una cosas, verduras, pescado en salazón, y hasta perfumes, que aseguraban quienes los vendian, que tenían poderes afrodisiacos, el ir y venir de carretas era constante todo ese dia, y alli estaba Terencio... frotandose las velludas manos, sabiendo, que ese día su taberna se llenaría de gente ansiosa por beber su preciado vino.
En esos días de tanto trabajo, su mujer Pomponia iba a yudarlo, era una mujer de unos treinta, quince años menor que Terencio, sabia como hacer para que la clientela aflojara el dinero de sus bolsillos gracias a sus encantos femeninos, pues era una mujer muy atractiva, de mirada de agua marina, y con una cuidada y perfumada melena castaña, que hacia que los hombres llenaran de babas los vasos vacios, pero ese dia Terencio, la notaba disgustada, y deseaba acabar la jornada para saber que es lo que le pasaba, y la jornada pasó, como todo en esta vida, y Terencio acercándose al oido de su mujer le dijo dulcemente :

_ ¿ Que te ocurre mi flor de acanto?, llevas todo el dia pensativa...
_ Pues que ves pasar la vida Terencio, y no te enteras de nada _ dice ofendida Pomponia.
_ Pero...¿ que he hecho?,no entiendo nada...
_ Tú que vas a entender, pedazo de cabrito, solo te preocupas de emborracharte con los demás borregos y no veis más allá de vuestros pequeños penes.

Pomponia era bella, pero venenosa como una colorida víbora, y sabia como hacer que su marido besara por donde ella meaba, y ese dia, no iba a ser menos...

_ Mientras tú anoche roncabas como un cerdo asmático, _ prosigue _ yo escuché los cascos de un caballo, entre abrí la puerta, y vi como alguien se detenia en la casa de Annio, y lo reconocí por su voz al instante, ¡¡ era Sexto Aelio!!, al que hacia un tiempo no se le veia merodear por aqui,.
_ ¿ Y ?... _ dice Terencio con poco interés.
_ Cómo que " Y", pues que le escuché decir muy nervioso, que venian hacia nosotros unas ordas de barbaros, y que nos iban a pasar a todos a cuchillo,son los mismos que me contaba mi abuelo, que median más de dos metros y escupian fuego por la boca.
_ Venga querida..._ le corta Terencio con pocas ganas de discutir _ vayamos a la cama.
_ ¡¡ Como puedes ser tan insensato!! _ se lamenta lastimosamente Pomponia. ¿ que no te importa lo que me puedan hacer esos demonios venidos del norte?.
_ No es eso mujer...solo digo que le estaria contando alguna fabula que algún viajero le contaría a él.
_ ¿ Y fabula tambien es para ti, _ le dice Pomponia representando su papel de esposa abandonada, _ que le oí decir que sacara a su familia de la ciudad y que no dijera nada a los demás?.
_ Pues, sin ir más lejos, esta mañana he visto a Annio por el mercado.
_ ¡¡ Claro!!, ahí lo tienes, amado esposo...comprando viveres para la huida.
_ Maldito cerdo engreido, tenia que haber acabado con él cuando tuve ocasión, _ Maldice Terencio, apretando los puños y con las venas del cuello a punto de estallarle.
_ No te preocupes mi adonis, tendrás tu ocasión...

LA VOZ DE LAS PIEDRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora