Nunca había pensado que yo era una persona sensible, sino al contrario, pensaba que era una persona fuerte. No había llorado tanto desde que 'Caspy' mi adorable gatito que tenia a los 5 años se murió.
Pero que mi hermano muriera superaba esa situación. Al parecer mi hermano murió de una manera extraña, pues mi madre nunca me dijo como murió exactamente porque le traía recuerdos...
Mi hermano y yo éramos inseparables, ya que, nuestras circunstancias familiares nos habían demostrado que nuestra familia no era del todo normal. Mi madre era prostituta y eso era motivo de muchas discusiones. Mi padre era un minero en paro, así que solo mi madre traía dinero a casa de una manera diferente a las demás madres.
Después de aquellos días en los que solo quería estar solo mientras escuchaba los fuertes gritos de mis padres, mi madre me dijo que se divorciaban y que yo tenia que elegir entre quedarme con mi padre o irme con ella a Noruega. Yo le dije que me quedaba. Y así fue, mi madre se fue y cada vez la echaba mas de menos, y su falta en la casa aun se notaba mas. Mi padre me hizo buscar trabajo. Era ayudante en un taller y aunque no me pagaban mucho, podíamos seguir viviendo en aquel cutre piso.
A mi me encantaba el deporte, en especial las carreras, me gustaba ir a correr a diferentes lugares, ya había ganado mas de una copa, que mas tarde mi padre las vendió para conseguir dinero.
Al cabo del tiempo encontré otro trabajo en el supermercado. Por las mañanas en el taller y por las tardes al super, no me quedaba tiempo ni para estudiar, ni para divertirme. Yo no me atrevía a decirle algo a mi padre, porque siempre acabábamos pegandonos, o gritando o insultándonos o simplemente castigado... Y quería mantener un 'buen rollo' familiar.
Mis estudios empeoraron, nunca había suspendido ninguna hasta ese año y mi padre me echaba la culpa.
Pasaron los años y mi padre murió. Yo, perdido y sin rumbo me fui a Noruega con mi madre. Ella se había casado, trabajaba de dependienta en una tienda de ropa, tenia dinero...su vida había mejorado, en cambio la mía solo había echo mas que empeorar. El marido de mi madre era muy majo, completamente diferente a mi padre, y creo que era por eso por lo que todo iba bien.
Me acostumbre al idioma y a la vida alli. Un día un accidente sucedió a mi familia rumbo de vacaciones. Mi madre falleció y el padrino resulto muy grave. Pasado eso, me volví al centro de Madrid, donde un buen día encontraría a mi amor verdadero, mi único amor, Alicia. Después de tres años juntos le pedí matrimonio, nos casamos y al año siguiente tuvimos nuestro primer hijo.
Alicia me decía que había tenido una vida difícil, pero que me había dado una segunda oportunidad, a lo que yo respondía "bueno", era algo que hacíamos diariamente, y esa tontada tan insignificante, alegraba mi día.
Ella enfermó, pero lo superó. Nuestro obediente hijo era muy listo, ordenado y bueno eso es todo lo que se puede pedir a un hijo. Alicia volvió a enfermar, y lo volvió a superar, ella me decía que nunca me dejaría, que lucharía hasta el final contra el cáncer que nos atemorizaba, que acabaríamos bien, que mi vida acabaría como un cuento y que fuera valiente que llegaría lo bueno. Pero lamentablemente lo bueno no llego, ella falleció a los 55 años, luchando por seguir con vida. Cada día le traía flores demostrándole que se seguía luchando y diciendo "bueno" a aquella fría y triste lápida.
Nuestro hijo fue a una de las universidades mas caras y prestigiosas, donde allí aprendió y se hizo un científico ejemplar.
Sin ningún entretenimiento en la vida, decidí viajar, realizar todo los fantásticos viajes que planeé con Alicia mientras estaban en el hospital. Francia, California, Toronto, Argentina, Chile, Japón, Australia, Georgia, Londres, Alemania, Suecia y Noruega, donde a los 87 años fallecí, cansado de todo. Me enterraron en Madrid, junto a ella, a la única persona que me enseñó muchas cosas, como que la vida es volar con heridas, a veces tan profundas que lo único que quieres es aterrizar.