Cuando era pequeña, y mis padres se gritaban, me gustaba cerrar mis ojos y tararear una canción, creer que todo se arreglaría, y que al final del día, tendríamos un final feliz. Pasaban los días, y yo seguía esperando, acostada en mi cama, rogándole a quien fuera que escuchara, por mi cuento de hadas.
Con el tiempo me di cuenta, que mi vida era una historia sin desenlace, llena de nudos, y bosques sin salida, en la que nadie nunca me rescataría, en la que caperucita, mataba al lobo feroz, y todos los días, este revivía. Un cuento superficial, en la que la princesa nunca besó al sapo, en la que los villanos eran víctimas de su pasado, y de la oscuridad debajo de sus ojos.
Un horrible cuento, al que todos llamamos vida.