CAPÍTULO 1. Calles vacías

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Las bruscas olas chocando contra las rocas del acantilado provocan que Edom se despierte y se incorpore sobresaltado. Vive en el centro de la ciudad y está acostumbrado a la irritante alarma de su despertador. No sabe donde está exactamente, pero calcula que a no más de doscientos metros de la casa de Ryan. Le gusta salir de fiesta, pero anoche no estaba especialmente animado, su amigo tuvo que insistirle mucho, demasiado. Finalmente accedió, pero en el fondo iba solo para tomarse unas cervezas gratis y tal vez, bañarse en el mar.

La cabeza le pesa y le cuesta ponerse en pie. Piensa en volver a la casa de su amigo para ayudar a recoger y después volver a la ciudad en su coche, que aparcó la tarde anterior algo alejado concienzudamente para evitar que se lo mancharan con bebidas o vómitos. Sin embargo la casa está vacía, lo han dejado todo como estaba y varios coches permanecen olvidados en la entrada principal. Edom se acerca a un coche con la radio encendida y baja el volumen. Tal vez la fiesta continuó en otra parte y por eso todo está hecho un desastre.

Arranca el coche, conecta el móvil a la radio y le da al play para que se reproduzca su lista de música de los ochenta que le pone de tan buen humor. Conduce con calma y aprecia el paisaje. Trata de hacer memoria pero no recuerda lo que pasó la noche anterior, estaba hecho polvo ya que le habían denegado la publicación de su último reportaje.              

- Qué más da, no es mas que una revista de cuarta.- Se dice a sí mismo, para darse ánimos tal vez, o porque simplemente le apetece despotricar sobre todas las cosas a las que se dedica.

Acelera y le sube el volumen a la música. Recuerda que un par de chicas se le acercaron, que una panda de chicos se peleó y que la novia de Ryan se mareó y se puso a dormir en la encimera de la cocina. Una fiesta más con la gente de siempre.

De pronto se da cuenta de algo, lleva cinco minutos recorriendo las calles de San Francisco y por ahora no ha visto ni a una sola persona. Trata de recordar si es día festivo, pero está seguro de que es miércoles laboral. Aparca en frente de un supermercado y entra. La luces están encendidas, las escaleras mecánicas en movimiento y una musiquita suena de fondo, sin embargo no hay nadie. Sale corriendo del establecimiento y recorre las calles a pie, primero lentamente y poco a poco más rápido. El corazón le late con fuerza y el ritmo aumenta rápidamente. Ha llegado a un pequeño parque, el viento arrastra unas pocas hojas caídas pero ese es todo el ruido que sus oídos pueden percibir. Edom grita con fuerza pero todo lo que oye es su eco. Desde que tenía once años siempre le han interesado muchísimo todos los temas relacionados con zombies, y la situación que está viviendo es bastante similar a la de una invasión, sin embargo no alcanza a ver ni siquiera una mísera extremidad arrancada a un temeroso ciudadano.

Le cuesta concentrarse y no sabe qué es lo que debe hacer. Decide dirigirse a su pequeño apartamento y pensar con detenimiento desde ahí. Por el camino se acuerda de que lleva su móvil en el bolsillo, pero tras llamar a varios de sus contactos se da por vencido. Al llegar a casa alcanza su portátil y se tumba en su viejo sofá de cuero de su época universitaria y trata de conectarse en la red, sin embargo, no hay señal. Edom siente que lo tienen acorralado en una jaula para ratones y le han cortado todo tipo de comunicación. Lanza furioso el aparato el cual cae con fuerza y se destroza por el impacto, de todas formas no le iba a servir de mucho.

Trata de poner sus ideas en orden, lo mas probable es que se haya evacuado la ciudad por algún tipo de amenaza y se haya cortado el Wifi por seguridad. Si está en lo cierto solo tiene que conducir hacia alguna cuidad cercana y unirse al resto de la población. Saca una mochila olvidada del fondo de su armario y le sacude el polvo, pretende empezar a empacar para dirigirse a Palo Alto cuando se da cuenta de algo. Tiene el privilegio de que se hayan olvidado de él. Mientras el resto de los habitantes permanecen probablemente apiñados en grandes almacenes esperando a que se les permita volver a casa, él tiene toda la ciudad para él solo, toda. Sonríe maliciosamente y tras guardar unas mudas sale rápidamente sin cerrar la puerta y corre escaleras abajo. Tiene un plan, un plan maravilloso para disfrutar de un día increíble. Primero se dirige a un enorme concesionario en el centro de la ciudad. Se pasea tranquilamente entre los lujosos coches del lugar cuando de repente grita eufórico, ha encontrado lo que estaba buscando. Busca las llaves  y se aleja conduciendo su nuevo transporte, un Lamborghini Gallardo blanco. Circula a toda velocidad por las irregulares calles de San Francisco.

Dan las tres en punto y Edom comienza a sentir hambre. Se plantea colarse en algún lujosos restaurante cuando de pronto escucha un ruido. Procede del final de la calle, parece que alguien está gritando. Se baja del coche y se acerca despacio cuando de pronto alcanza a ver a un joven frente al portal de un viejo edificio. Es de estatura media y lleva el pelo recojido un moño.

- Un moderno.- se rie Edom por lo bajo.

Ahora que se encuentra bastante cerca de él, alcanza a oír lo que dice.

-¡Jennifer! ¿Dónde estás? ¡Vuelve!- La voz le tiembla y un par de lágrimas asoman por sus ojo verdes.

Edom permanece en silencio, oculto por unos arbustos prestando atención a la escena. El pobre chico está destrozado y parece estar llamando a su novia o a alguien muy cercano. Piensa en los pros y contras de acercarse. Mirándolo por el lado bueno, no estaría solo, y nunca se sabe cuando vas a necesitar ayuda. Por otro lado podría ser un incordio y estorbarle en lo que resta de día. Se plantea en acercarse unas cuantas veces cuando decide alejarse silenciosamente, mas tropieza con una bicileta abandonada en medio de la calle por una niña amante del rosa  y el alboroto provoca que el joven de ojos llorosos se de cuenta de que no está solo. Pregunta a gritos quién está ahí y se acerca corriendo. Lo atosiga con millones de preguntas para las que Edom no tiene respuestas, lo único que le puede aclarar es:

-Solo sé una cosa, mañana me largo a Palo Alto, pero hoy voy a vivir a cuerpo de rey.-pronuncia muy solemnemente.

El chico del moño guarda silencio. Fija la mirada en el horizonte y responde serio.

-Iré contigo.

Lo que se temía. Va a tener que cargar con un compañero sentimental y por lo que puede apreciar muy dependiente. Por más que intenta zafarse de él no lo consigue, por lo que resignado le pregunta su nombre.

-Goliat, Goliat a secas.- responde dudoso extendiéndole la mano.

-¿Estás de broma? No fastidies. No me extraña que seas tan llorica, seguro que se metieron contigo cuando eras un crío. En fin, yo soy Edom, llámame Ed.

-¿Edom? Y yo soy el del nombre rarito.- Goliat suelta una carcajada y se gira en dirección al edificio frente al cual se encontraba anteriormente.- Esperame aquí, voy a por un par de cosas. - Y desaparece por la enorme puerta de madera.

Esas son todas la palabras que comparten el resto del día. Ambos se limitan a comer en lugares distintos, pasar la tarde haciendo cosas distintas y reunirse en el hotel más lujosos de la ciudad por la noche para estar cerca por pura precaución. Al día siguiente desayunan en la cafetería del lugar, en mesas lo más alejadas posibles. Goliat lleva los cascos puesto y escucha música, mientras que Edom mastica en silencio y analiza desde el móvil el trayecto que deben de seguir. A las once cada uno se sube a su propio vehículo ya que Goliat prefirió tomar " prestado" su propio coche. Conducen a gran velocidad cuando de pronto, a penas depués de diez minutos en autopista se encuentran su primer obstáculo. Ed se baja enfurecido del coche y exclama:

-¡Me cago en todo, chaval!.

Proyecto 10Donde viven las historias. Descúbrelo ahora