Capítulo 2: Gremios

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El escenario se encontraba vacío, era claro que el concierto había terminado.

Los murmullos llenaban el ambiente y las personas comenzaban a retirarse calmadamente del salón de recitales. Todos demasiado formales, con apariencias y miradas presuntuosas, cubiertos de pies a cabeza, con joyería. Muy ocupados en sí mismos como para notar la anomalía que estaba entre ellos.

Al fondo del público, cerca de una de las salidas laterales, Brendan leía y cambiaba de hoja con calma, lo suficientemente cerca de una luz tenue para poder leer sin dañarse la vista, pero no tan iluminado como para que su extraño acompañante fuera notado. Era un ambiente que no frecuentaba, pero se veía en la necesidad de estar ahí en ese preciso momento y lugar.

La presentación previa había sido larga, un concierto de orquesta con un solo de violín a manos de una extranjera que recibió ovaciones de pie, rosas y felicitaciones del público y compañeros. Una interpretación tan poderosa que, incluso él, dejó su lectura un momento para escuchar los deslices del arco sobre las cuerdas y ver a la dueña de tal maestría.

Brendan la había reconocido desde que puso un pie en el escenario, con un taconeo elegante y una mirada altiva y, aunque podría haberla interceptado antes de su presentación, prefirió dejarla tocar esa noche.

El murciélago en su hombro tamborileó sus garras tratando de no afirmarlas con rudeza, pero a un ritmo que a Brendan le generó incomodidad.

—Si no vas a estar quieto, bájate. —Brendan sacudió su hombro y PicoDevimon aleteó hasta posarse en el respaldo de un asiento próximo.

—Me a-bu-rro, Brendan —gruñó—. ¿Estás seguro de que ella es la que buscamos?

—Lo estoy, ¿cuándo me he equivocado? —respondió el muchacho sin despegar la vista del libro.

—Deberíamos ir antes de que escape. —Sacudió sus garras en el respaldo. PicoDevimon no podía detenerse o guardar un momento de calma estática. Sus nervios y ansiedad eran tremendos, solo superados por su ansia de sangre y emoción.

—Ella vendrá a nosotros, su digivice ya debió advertirle nuestra presencia.

La particularidad de los zapatos de tacón, generando el ruido seco que provocan al caminar, le dieron la razón. Era este mismo sonido que, sin interrumpir la línea de pensamientos y la lectura de Brendan, llenó un eco en el vacío salón. La chica los divisó y caminó determinada a su dirección, con la mirada fija en ellos.

PicoDevimon advirtió la nula alerta de Brendan y se relajó, centrándose solo en mirarla. Ella era alta, con cabello de un rubio cenizo con matices esmeralda, facciones finas y mirada dorada. Su vestimenta no dejaba en duda que pertenecía a un círculo social alto y, a su espalda, llevaba un violín guardado en su estuche, suponía que el mismo con el que había tocado minutos atrás.

Resistencia DigimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora