Capitulo 1

81 6 4
                                    

Es un día lluvioso, las personas, ajetreadas por comenzar la segunda jornada de trabajo, van de aquí para allá cubriéndose las cabezas con paraguas negros, pero sin lograr evitar que las gotitas de agua, que brincan cuando pisan un charco, les salpique las rodillas. Yo por mi parte, no llevo un paraguas negro, y dejo que la lluvia me empape la camisa.

Arrastro los pies por el asfalto, sin dirigirme a algún lugar, solo dejándome llevar por la tristeza que me aprisiona. Cuento el número de coches que pasan a mi lado intentando modificar el rumbo de mis pensamientos, pero haga lo que haga, terminan en el mismo sitio y llegan a la misma conclusión: acabo de convertirme en un ser inútil y desdichado. Yo Harry Styles, he pasado de ser un implacable periodista a un desempleado; de estar prometido a soltero. Todo en menos de veinticuatro horas. Todo tan trágico. Si alguien me preguntara que fue más doloroso para mí, yo me encogería de hombros y contestaría casualmente―perder mi trabajo. Aunque estaría mintiendo, y terriblemente.

Existe un tipo de relación, esa en la que ambos enamorados se complementan de una manera extraordinaria y que difícilmente te cuesta imaginar a cada quien por su lado. Esa relación que todos envidian. Pues bien, Amy yo teníamos ese tipo de relación. Y era tan cliché como se muestra en las películas, yo comenzaba una frase y ella la terminaba, jugábamos videojuegos, comíamos pizza como desayuno y veíamos películas hasta altas horas de la noche. Suena perfecto, y al principio lo fue, para ambos. Éramos la envidia de nuestros amigos. Pero a veces es tanta la perfección, que termina tornándose aburrido y monótono.

Muchas parejas terminan por demasiados errores en su relación, Amy y yo terminamos por falta de ellos.

Para cuando ha dejado de llover, las calles están vacías otra vez y yo me encuentro aún más deprimido de lo que estaba antes, deseando por primera vez en mi vida, escuchar las risas y gritos de los pequeños infantes jugando en el parque. Me permito mirar a mí alrededor y estoy cerca de entrar en pánico cuando no logro reconocer el lugar en el que me encuentro. Pero tal sentimiento desaparece cuando recuerdo lo miserable que soy ¿Qué importa si me pierdo? A nadie le interesaría buscarme, ni si quiera a mis padres, los cuales se decidieron de mí en cuanto cumplí los veinte.

Sigo caminando y por azares del destino, termino parado delante de una solitaria cafetería. Por unos instantes, mientras tiento los dos billetes de un dólar que llevo en el bolsillo, me pregunto si llevare el dinero suficiente para entrar, sentarme en una mesa y beberme una taza de café. Entrare, me sentaré en la mesa al lado de la ventana, mirare los precios, si no me alcanza, pediré un vaso de agua, lo tomare y luego me marchare con mi orgullo intacto. Planeo mentalmente mientras empujo la puerta y una campanita suena detrás de mí.

Cuando entro al establecimiento, el olor a café y pan recién horneado me golpea el rostro y casi se me llenas los ojos de lágrimas cuando el ambiente cálido abraza mi anatomía. No me sorprende que todas las miradas terminen sobre mí, seguramente tengo un aspecto horrible, todo empapado, con los hombros hundidos y el labio inferior temblándome como si en cualquier momento me fuera a tirar al piso para ponerme en posición fecal y echarme a llorar.

Con el poco orgullo que me queda, logro mantenerme de pie y llevar mis perezosos pies hasta la mesa que ya antes había visto; apenas he dejado caer mi cuerpo ruidosamente contra la silla cuando un chico de ojos azules se posiciona al lado mío. Sonríe, pero por la forma en la que mueve nerviosamente el pie, sé que está nervioso por mi presencia. ¡Lo que me faltaba! Ahora la gente teme de mí. Miro la carta con gesto ausente, como si tuviera el dinero suficiente como para comprar cualquier cosa, pero por dentro estoy escandalizado ante los elevados precios. ¡Veinte dólares por un café! En el pasado eso no hubiera sido realmente demasiado, pero ahora que tengo que cuidar mi economía, me siento sumamente estafado. Contengo las ganas de echarle un ojo a mi billetera.

Me aclaro la garganta y con sumo trabajo separo los labios y murmuro en tono formal― Un vaso de agua, por favor.

El chico me mira dudosamente y cuando ve que no estoy dispuesto a decir algo más, asiente con la cabeza y guarda su libreta de notas sin apuntar nada.― ¿Algo más?― pregunta por educación, o porque todos están obligados a preguntarlo. Le digo que no, avergonzado, y agacho la cabeza para que no vea mi rostro, como su eso fuera a salvarme de la humillación. El chico se va sin decir nada más, y yo me encojo sobre la silla.

No debería estar en este lugar. En cuanto me dijeron que estaba desempleado, tuve que haber tomado el primer taxi a casa y luego llamado a mis padres para decirles que su hijo el exitoso, había vuelto a sus andanzas de fracasado. Aunque aún puedo llegar a casa y embriagarme con el vino que estaba destinado para el día de la boda. La idea de olvidarme de todo y dejarme llevar por los brazos del alcohol me consuela un poco.

El chico de ojos azules regresa y deja una taza de café delante de mí, luego un vaso de agua y por ultimo dos panqueques. Frunzo el ceño.― Yo no ordene todo esto.

El chico, el cual ahora sé que se llama Louis (gracias a la etiqueta que trae pegada a la camisa) rueda los ojos y se sienta delante de mí. ―No es para ti―dice y se acerca el café y un panqueque.― Eso si es tuyo.

―Tampoco ordene esto― señalo el panqueque y Louis le resta importancia. Trato de no volver a contar mentalmente mis dos billetes de dólar.

―Tranquilo, invita la casa― le miro a los ojos directamente, esperando a que me diga que es una broma y que voy a tener que pagar por todo lo que ha puesto en la mesa, pero cuando no lo hace, me abalanzo sobre el panqueque como una fiera. No sabía que estaba tan hambriento hasta que probé el primer bocado. Louis me observa en silencio y cuando ya me he terminado la mitad del panqueque, tiene una sonrisa casi triunfante en el rostro― ¿Mal día?

Me limpio algunas migajas de pan de los labios y trato de actuar como una persona civilizada― Define mal día.―lo reto, indispuesto a contarle mis desgracias a un desconocido. Louis chasquea la lengua y le da un sorbo a su café con gesto pensativo.

― ¿Te ha dejado tu novia, cierto?

―Prometida― aclaro y Louis silva, continuo hablando casi motivado. Como si mi desgracia fuera algo que presumir― También acaban de despedirme esta mañana.

Louis se echa hacia atrás como si le hubiera dado un manotazo y me mira sorprendido― ¡Vaya! Eres aún más miserable de lo que pareces... te iba a cobrar el vaso de agua pero creo que me sentiría culpable si lo hiciera.

―Yo me sentiría culpable si no lo hicieras, por favor, se buena persona y no me hagas sentir más inútil de lo que ya me siento. Si no fuera porque mi chaqueta tiene la etiqueta de una marca reconocida, estoy seguro de que ya me estarían aventando monedas por caridad. ― Louis ríe y yo me siento feliz por haber encontrado a una persona simpática con la cual hablar de mis problemas sin derrumbarme en el intento. Como si fuera una clase de ritual británico, extiendo mi mano hacia el políticamente―Soy Harry Styles.

―Louis Tomlinson― corresponde con gesto divertido, burlándose por mi formalidad. Lo miro y me permito perderme en la profundidad de sus ojos azules, contagiándome de su energía y descubriendo un nuevo mundo delante de mí.

Coffee /l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora