Bruno Ponce

14 1 0
                                    

No sabeis lo duro que es estar en un internado. Es lo peor. Todos tenéis suerte de tener padres. Los míos murieron. Y ahora estoy en esta carcel para niños. Pero yo ya no soy un niño. Ya tengo 18 años, soy mayor de edad, y esta noche, pretendo escaparme de aquí.

A, bueno, soy Bruno Ponce. ¿Sabéis ese chico insufrible que ha salido con todas las chicas del instituto y luego les rompe el corazón? Pues ese soy yo. Un chulo con el pelo moreno, ojos negros y sonrisa encantadora. Lo sé, soy guapísimo. Mis padres eran Italianos, pero vinieron a España a saber por qué y ya. Murieron y a mi me tuvieron que meter aquí.

Al ser el primer día de verano y tener más de 16 años te dejan salir durante el día a la calle. Los menores salen todos juntos con un profesor. Eso si que era un horror. Pero yo hoy no pienso volver. Saldré, me buscaré un apartamento barato, y luego un trabajo. Y ya está. Cuando entrene lo suficiente volveré a Italia y buscar a mis familiares. Claro, si no sabéis de que hablo con "entrenar". Bueno yo tengo unos poderes, o así es como los llamo yo. Soy capaz de controlar objetos y teletransportarme. A lo más lejos que he llegado nunca teletransportandome a sido al pueblo. Alguna vez he intentado ir más lejos, pero me quedo a mitad de camino y muy cansado. Por eso tengo que trabajarlo. Y sobre mi telequinesis, lo utilizo para ligar. A las chicas les gustan los magos y la magia, y así es como hago para ligar.

-Bueno Bruno, primer día de verano, ¿cuál es el plan? - mi único amigo Pablo se acercó.

-El tuyo no sé Pablo, pero el mío es no volver.

-¿A qué te refieres? -preguntó con cara de tonto.

-Pues que no voy a volver aquí nunca más, me voy a escapar.

-No puedes hacer eso Bruno

-Claro que puedo -me dirigí a mi habitación para hacer la mochila.

-¿Y donde pretendes dormir? - Pablo me siguió.

-En un apartamento barato - le respondí.

Pablo se quedó sin palabras. Siempre he creído que sus padres lo abandonaron por feo, pero no soy tan mala persona como para decírselo. Realmente lo abandonaron porque no podían mantenerlo. Pablo es mítico gordito al que el acné le dura toda la vida. Pero le aprecio porque es la única persona en la que confío.

-No pretenderás dejarme aquí solo ¿verdad?

-Lo siento amigo, no tengo más opción que esto- le dije.

-Si que lo tienes, quédate aquí conmigo - insistió.

-Eso no es una opción Pablo, ya lo siento. - cogí mi mochila y me la colgué al hombro.

Llevaba todo, ropa, dinero... hasta un cómic de Spiderman por si me aburría mucho.

-Espero que todo te valla bien colega - le dije a Pablo y le di mi más sincero abrazo.

-El que va a necesitar suerte eres tu. Si tienes problemas no dudes en volver.

-Nunca. -me giré y fui directo a la salida.

Lo primero que hice fue encontrar apartamento, pero por suerte tenía un contacto. Un amigo que trabajaba en una empresa me consiguió un apartamento aceptable a mitad de precio. Después de alojarme y pagar el mes entero de estancia me dirigí a la cafetería. Me apetecía tomar un cafe y con suerte conocer a chicas.

Entré y eché un vistazo a todas las mesas. Tuve suerte y vi a dos chicas sentadas en una mesa al fondo. Pedí un batido de melocotón y plátano y me acerqué.

-Ciao principesse- comencé con una grande sonrisa.

-Hola italiano-me sonrió una de ellas.

-Me llamo Bruno y me preguntaba si podría sentarme con vosotras -ellas accedieron- ¿como eso llamáis?

-Yo soy Angela y esta es mi amiga Natalia -dijo la misma chica de antes.

-Encantado, Angela, que bonito nombre -ella sonrió sonrojada -¿te gusta la magia?

-Me encanta

-Pues creo que esto te gustará. ¿podríais dejarme un objeto? Él que vosotras queráis.

La chica llamada Natalia me dio su baso de llevar del batido que acababa de terminar.

-Estaos atentas.

Puse mis manos al rededor del baso y fruncía el ceño para parecer concentrado. Las dos chicas se quedaron boquiabiertas mientras que veían el baso flotar por los aires. No podían entenderlo. Una de ellas hasta paso su mano por debajo de las mías para comprobar que no llevaba nada.

-Asombroso. -dijo Angela.

-¿Como lo has hecho? -preguntó Natalia.

-Un mago nunca revela sus trucos. - les dediqué una mirada seductora y rápidamente escribieron en una servilleta sus números. No hizo falta ni decirles que lo hicieran. Soy un mago de verdad, no muchos consiguen que unas completas desconocidas te den su número.



El Secreto GademDonde viven las historias. Descúbrelo ahora