JACK ANTONOFF

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Vale. De pequeño, pasaba todo el día encerrado en mi casa. Mi vida se resumía en unas cuantas cosas. Estudiar, comer, dormir, y hacer mis necesidades.

Por muy raro que parezca, en esa época, no era popular. Es más, pasaba todo el día metido en casa, porque no tenía amigos. Eso de ser empollón no lo llevaba muy bien. Los niños se metían con migo y no hacía otra cosa que estudiar.

Mis padres me apuntaron a varios deportes para intentar socializar un poco.

Primero fue el fútbol. En el que los niños me hacían faltas diciendo que había sido sin querer.
Luego baloncesto, que directamente, se me daba fatal.
Y hockey, que a demás de que ni sabía hacer nada, también me daban con los palos.

Definitivamente, el deporte no era lo mío. Al que si que se le daba bien era a mi hermano. Él era el guapo, el fuerte, el asombroso Mike. Vivía en su sombra. Esa era mi vida.

Pero yo no me rendía. Así que le dije a mis padres que si el deporte no era lo mío, se podría intentar con otras cosas.
Pero tampoco se me daba bien el dibujo, ni la informática, y menos la danza, porque parecía más ridículo aún... Mis padres ya estaban desesperadon, y encima se gastaban los dineros en cosas ridículas que a mí no me servían de nada.

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