Encontrándote.

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El sol nutría la tarde,

que desde la mañana era preciosa.

El calor logró que se esfumaran todos los errores.

Todos los pequeños malentendidos.

Los presentes, intentando escapar de la rutina, deleitaban

la sabrosa calidez del fin de semana.

El silencio caía fino como el organdí.

Cuando aquella fugitiva se paseaba por allí.

Tan lejana a un estallido de amor como la tierra,

a aquel sol.

Y su bravura se notaba a cierta distancia.

Esa picardía casi rozando lo infantil a lo que aferrarse.

Herida, se sentía, más no tenía ningún cardenal.

Obsesionada por demostrar lo contrario, pasaba cada vez más cerca de los mortales.

Y, tomando una pequeña poción, se relajó.

Su piel, blanca como el papel. Sus ojos, negros como el azabache.

Admiración recibía, más nunca amor conseguía.

Buscaba otra persona como ella, que le de su cobijo, bienestar.

Y eso mismo sintió al ver esos ojos azules como el hielo, observandola.

Por un minuto, se sintió más viva, más especial. 

Restos de tinta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora