Capitulo 1

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El instituto estaba tal y como lo recordaba, nada había cambiado. Llegué con facilidad a la sala de delegados y como era de esperar, allí estaba el maravilloso rubio de ojos dorados. Entré con cautela y el chico sonrió.


-Hola Nathaniel, te estaba buscando -su mirada confundida me confirmó que no me había reconocido.


-Hola, ¿eres la nueva alumna verdad? ¿Necesitas algo? -preguntó amablemente sin dejar de sonreír en ningún momento.


-Veo que no te acuerdas de mi -sonreí al ver que se enrojecía-. Soy Casandra, estaba en tu clase hace dos años.


-¿Casandra? -no pudo ocultar el tono de sorpresa, lo que me hizo reír.


-Sí, la misma.


-Has cambiado bastante. Estás genial... -bajó el tono y se mordió el labio arrepentido de sus palabras-. Es decir, no quiero decir que antes no estuvieses bien, solo que has cambiado mucho y se nota que te ha sentado bien la mudanza y...


-Tranquilo, sé que he cambiado a mejor, no me molesta que me lo digan -le guiñé un ojo y solté los papeles que tenía rellenos para la inscripción al instituto sobre la mesa. Sin más preámbulos me di la vuelta y salí por donde había entrado.


Busqué mi taquilla, la número "5" (mi favorito) y metí algunos libros. Cogí el horario y me dispuse a ir a clase de Historia. Sería una larga hora.


Como en todos los institutos, me hicieron presentarme y contar un poco sobre mí. Nadie me había reconocido y cuando mencioné mi nombre y que había estado en el "Sweet Amoris" dos años antes, los alumnos comenzaron a murmurar. La verdad es que yo tampoco los reconocía a todos, pero algunas caras sí que me eran familiares. Iris, una de las únicas que me había hablado cuando yo era una marginada social estaba en mi clase, junto a un grupito de tres brujas que me habían hecho la vida imposible, Ámber, la despampanante y descerebrada hermana del delegado, y sus fieles perritas Li y Charlotte.


Éstas tres últimas me miraron con desprecio, seguramente criticando con la mirada cada milímetro de mi ser. ¡Cómo las odiaba! Terminó mi presentación y la puerta se abrió de golpe. El profesor se llevó una mano a la cabeza, desesperado, cuando vio al pelirrojo entrar y sentarse sin mediar palabra. Cogió un asiento al final, el único libre que quedaba era el pupitre contiguo.


-Castiel, buenos días a ti también. Que sepas que tienes un retraso -el pelirrojo gruñó algo en voz baja y se echó hacia atrás en la silla con un gesto prepotente.


Al pasar entre los alumnos, Ámber me dirigió una mirada cargada de odio que no pude ignorar. Me apoyé en su pupitre aprovechando que el profesor se había dado la vuelta para escribir algo en la pizarra y me acerqué a ella.


-Veo que no te olvidas de mi, barbie -susurré casi a su oído. Ella se separó con un gesto asqueado y me dirigí a mi asiento.

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