Se sentía distante, lejos de sí misma. Miraba el cielo y perdía la noción del tiempo. Veía pasar a las personas frente a ella, pero igualmente no las sentía con ella, solo veía sus formas sin rostros, sin sonrisas, sin vida.
Ella deambulo mucho tiempo así, sin ganas de reír, sin ganas de llorar; se encontraba en un espacio intermedio emocional. Sentía en los huesos la eternidad de los momentos amargos y secos, se sentía en un una caída libre sin fin, hasta que ese momento llegó. Entro al lugar sin intenciones de encajar, leía sus libros, escribía lo que su mente inusual dictaba, y entre tantos desvaríos, ella su vista levanta.
El tiempo se detuvo, su escritura paró, el libro se cerró y solo observó lo que sucedía al frente de ese gran salón, un joven riendo había entrado, pero sin ella haberlo visto, su atención se había robado.
Oyó su voz; como la hizo sonreír.
Vio sus ojos; como hicieron brillar los suyos.
Al verlo acercarse su corazón comenzó a latir a un ritmo que jamás había sentido.
Sus pulmones reclamaba
n más aire, más aire de lo usual.
Sus manos entre ellas se abrazaron, intentaban parar ese palpitar.
Sintió fuego en sus mejillas, sabía que ya no eran de su color natural.Bajo la mirada, como con miedo de que la descubriera, y no intento ver más. En ese momento, cada sensación nueva que experimentó la hizo darse cuenta de lo viva que estaba, que todo lo que un día el mundo le había arrebatado, en unos segundos, una sola persona se lo había regalado.
Ahora, mira el cielo sonriendo, y sonríe porque él a su lado está.