No Huyas De Donde Perteneces

35 2 3
                                    

"No temas de la oscuridad, de ella vienes, eso eres y en ella te convertiras, tu eres la oscuridad, toda la oscuridad que hay eres solo tú"

Caminar por aquellos pasillos era una tarea difícil, cada grito que se propinaban desde el interior de las celdas era un sonido desgarrador, cada paso lo era también, solo me faltaba unos pasos para llegar al consultorio medico. A parte de que el ambiente estaba cultivado de gritos casi suaves, también era frío, un frío asqueroso de ese que te entra por la piel tan voraz como el golpe de una navaja, iba ligera de ropa, lo único que mantenía al frío a distancia era una bufanda que había tejido mi madre hace ya casi diez años, aún la tenía, era algo emocional. Luego de que terminara el pasillo, levanté mi mano y di tres golpes secos a la puerta. Pasó un buen momento hasta que la puerta se abriera. Después de que la puerta se abriera, me quedé mirando el cuarto, no era amplio ni tampoco muy pequeño, tal vez para unas siete u ocho personas, esto sin contar el espacio que ocupaba una camilla centrada de la habitación. Entré al cuarto y miré detrás de la puerta y nadie estaba allí, ¿Como se pudo abrir la puerta? Pensé, pero algo en mi interior no se preocupó por esto, lo que me preocupaba y mas me interesaba era esas bellas paredes forradas con viejos equipamientos de hospital. Parecía un quirófano, aunque muy pequeño para serlo. Di unas cuantas vueltas admirando las paredes, mientras daba una vuelta me golpee la cintura baja con una esquina de la camilla y ese golpe me trajo un poco mas a la realidad, recordé cual era el fin de mi estancia allá. Solo debía esperar a que algún doctor volviera al lugar y me entrevistara y adquirir un puesto de enfermera encargada. Le rodaba mis ojos a las paredes cuando en la pared opuesta a la puerta encontré algo, algo enigmático, una pintura, mas bien un cuadro. En el veía una mujer desnuda, solo estaba hasta la cintura. En su mano izquierda se posaba un largo y limpio vestido, la cara de la mujer era tan alegre, su sonrisa era una agradable curva, sus ojos parecían piedras brillantes, dos diamantes incrustados en sus huecas oculares y detrás de ella, un bosque. La pintura parecía un poco vieja y la calidad de dibujo y pintura no era la octava maravilla, pero era cierto que si representaba algo. Algo se posó en mi brazo izquierdo.

-Has llegado muy temprano, querida. - Decía un hombre alto, barba de tres días y una bata blanca, Claramente doctor.

-Dicen que la puntualidad es un punto a favor. - Digo, tratando de sonar un poco burlona.

-El afán y la inseguridad también. - Respondió el, su tono de voz era algo gruesa, algo burlona, algo agradable a mis oídos.

Me quedé callada sin decir nada, mejor de mi bolso de mano, saqué mi curriculum y se lo llegué con la mano. El alzó las manos e hizo un gesto despreocupado. Yo hice uno de curiosidad.

- Oh, piensa que yo soy el doctor en cargo.- Dijo el.

- Su bata me lo hace pensar. - Ya tratando de sonar seria le dije.
- No, no lo soy. Yo solo me dedico a cambiar manteles y lavar tubos de ensayo. Mi padre lo es.
- Entonces, ¿Donde está el ahora?
- Salió. - Contestó
- Se suponía que nos veríamos aquí a esta hora, las siete en la mañana.
-Mi padre siempre llamando a mujeres desconocidas en medio de la noche.
- ¿Esta sugiriendo algo?

No dije nada, el no merecía que le respondiera.

-Volverá aquí en veinte o treinta minutos. - Dijo el deliberadamente.
- ¿Y que se supone que voy a hacer durante ese tiempo, eh, manualidades y juegos de cartas? -Estaba un poco furiosa
-No es mi problema. Puede hacer lo que se le venga en gana solo que no aquí. -Lo dijo tan relajado y con un aire muy superior.
-¿Tengo que irme?
- Solo será por veinte o treinta minutos
Balbuceé un poco
- ¿Y a donde debo de ir? -Dije.
- ¿Como logró entrar a la residencia?
- Uno de los guardias me ayudó. -Repliqué.
- Entonces estoy mas que seguro que sabe el camino de vuelta, perdón por la complicación, espero que mi padre sea de buen agrado y vernos por aquí mas seguido. Hasta luego.

Y cerró la puerta. Me había tomado de la parte inferior de mi brazo y hacerme girar haciendo que el quedara dentro del cuarto y yo afuera.

Y como obligación, tuve que volver por donde había venido, me di la vuelta y retomé mi camino, casi ofendida por tal ofensa, para mi lo fue.

No olvidaba el camino hacia la puerta principal, este lugar estaba lleno de puertas, cada puerta debía llevar a un infierno diferente. Esa era una de las mayores razones por las que mas quería tomar ese trabajo. Cuando entré, un hombre grande que me había guiado todo el camino, desde que entramos me había advertido que solo tomara la escalera a mano derecha, luego siguiera una que otra indicación que me llevaría a un consultorio, aunque no había carteles que advirtieran de ofensas verbales.
Cuando llegué a la puerta principal, moví un poco la chapa de la gran puerta, no abrió. La moví y la moví y nada. Sentí la obligación tocar la puerta desde adentro hacia afuera, tres golpes en seco.
Nada pasó, nadie se reportó desde el otro lado, lancé un ligero grito como llamando a una mascota cuando corre muy rápido.
Me quedé apoyada contra la puerta unos buenos minutos. Me lo pasé admirando la arquitectura que había en aquel lugar. Tenía un estilo un poco gótico y borrosco, en el momento me fascinó totalmente, parecía un castillo, tal vez en algún momento de la historia americana fue un bunquer o algo parecido a esas maquinas presentes en la guerra. No escuché nada cuando me apoyé contra esa puerta, había un silencio majestuoso. Se podía escuchar el pasar de una hormiga, pero no me sentía totalmente sola, no había cámaras. Era una sala sola y vacía, como lo que rondaba por mi mente en aquellos instantes. Luego de una corta media hora, escuché un auto estacionarse justo al frente de la residencia. Alguien se bajó y caminó directo a la primera puerta que dividía mi ser del ser de afuera. Luego que emepecé a ver la gran y vieja cerradura mucho mas que seguro, abiera con una gran y vieja llave. Se abrió la puerta en la que me había apoyado tiempo antes. Una mujer entró al bello lugar, su cabello era tan largo y aparentemente sedoso, liso. Era un regalo de dios, pero antes había visto ese regalo de dios y no creía que dios acostumbrara a dar milagros parecidos unos a otros. Ella llevaba en su mano izquierda una maleta pequeña.

-¿ Es usted la nueva ama de llaves? -Dijo ella, su voz sonaba un poco desgastada, claramente. La mujer tenía sus buenos años de edad.

- Mm no. No. He venido por el puesto de enfermera en cargo, vi el afiche pegado en una pared de la ciudad, tomé mi auto y meneje directo hasta aquí. - Trataba de sonar optimista y alegre, no tenía ni idea quien era ella, asi que solo fui formal. Algo que era muy escazo en mi comportamiento, debo decir.

Ella me miró un poco confundida, pero forzó una sonrisa, muy mal fingida debo de aclarar.

-¿Ese Mustang de afuera es suyo? -Preguntó ella.

-Con el salario mínimo no puedes costearte una de esas carrozas. Tomé un taxi. - contesté, alardiando de mi misma.

-Oh, eso es interesante. -Dijo ella, claramente para ella no lo era - Aún no se tu nombre.

-Cierto, cierto. Me llamo Eleanor, Eleanor Cooper, un gusto. -Extendí mi mano y ella pareció dudar un poco pero lo hizo de vuelta.

- Repiteme, ¿Que es lo que estas haciendo aquí? -Dijo ella, haciendo una mueca mientras se cambiaba de mano la maleta.

- Puesto de enfermera, señora. Hoy es mi entrevista. Llegué hace casi una hora y ningún especialista estaba en la oficina de aquel corredor así que bajé aqui en espera del doctor.

Ella miró curioso e hizo un gesto de pocos amigos y desagrado.
- Es tu día de suerte.
-¿Por que?
- Porque yo seré el entrevistador.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 21, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Desordenes ConvencionalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora