Capítulo 1

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"Papá papá ¿Dónde está mamá? ¿Aunque no esté ya en nuestro mundo podré hablar con ella?"

Capítulo 1:

10 años después. En algún lugar del desierto.

Un suave viento agitaba las hojas de las palmeras y producía unas leves ondulaciones en el lago de aguas cobrizas por el anaranjado tono del amanecer. En la orilla del charco había acampada una caravana de mercaderes. En medio del mismo había una hoguera ya hacía horas apagada. Alrededor del fuego se hallaban las tiendas y los carros de la comitiva, los camellos estaban atados a los árboles y pastaban apaciblemente. Los guardias que protegían el campamento dormían ajenos al peligro que acechaba desde las sombras.

El jefe de la caravana abrió los ojos lentamente, exhaló un profundo bostezo y se estiró. Era un hombre en sus cuarenta tardíos de tez morena y pelo canoso y enredado. Sus ojos eran grises y tenía una cicatriz muy antigua en la mejilla izquierda, lo cual le transmitía un toque de dureza que se acentuaba con su voz de ultratumba. Sentía la boca seca así que salió de su tienda y se dirigió a la orilla del estanque para beber, aunque vio a los guardas dormir decidió no reprenderlos ya que le servían muy bien. Se arrodilló y cogió el agua ahuecando sus manos y dio un largo sorbo al fresco líquido. No había acabado de dar el segundo trago cuando oyó el sonido de algo rasgando el aire, rodó hacia un lado al tiempo que pasaba una daga volando por el lugar en el que había estado un segundo antes. Se giró rápidamente lanzando un cuchillo que llevaba en la bota, pero la negra figura que le había atacado momentos antes lo esquivó. Aprovechó la distracción para incorporarse y analizar a su atacante. Era una mujer, por si estatura y complexión dedujo que era joven. la única parte visible de su cuerpo eran sus ojos. Unos ojos de un verde comparable a una esmeralda y con una férrea determinación marcada a fuego. El mercader gritó a su oponente -¿Quién te envía a matarme?-

-Mi padre ha solicitado que le traiga tu cabeza- Respondió la joven asesina

-Pobre de él cuando sepa que has muerto ¡Guardias, a ella!- Los hombres no se movieron ni un ápice, no le costó darse cuenta de que ya no estaban vivos. -Vaya, eres una chica lista-

-No tanto como usted Hassan Ramib, ex-asesino de la Orden de la Sangre Divina, y ladrón de uno de sus más preciados tesoros, Lygard, la lanza del diluvio, uno de los cincuenta objetos de clase S sacados de la ciudad divina de Lidran-

-Jajajajajajajaja, así que eres la hija del jefe que viene a por lo que le robé a su papá, acabemos de una vez- De uno de los brazaletes que llevaba el ladrón empezó a salir un polvo dorado que empezó a congregarse delante de su poseedor, fue tomando forma hasta completar la silueta de una lanza, entonces desapareció dejando el arma en la mano de su ilegítimo dueño. El utensilio de oro refulgía con la luz del sol, cada vez más alto. Los zafiros que llevaba en su punta destellaban con un color azul brillante, al igual que las runas escritas a lo largo de la empuñadura del arma. La joven sacó unas espadas gemelas desde sus ropajes, entonces adoptó una posición ofensiva con un claro desafío marcado en sus ojos. El veterano se lanzó hacia ella a la vez que movía la lanza en un danza extraña. Las apacibles aguas del oasis empezaron a moverse agitadas ante la llamada del artefacto mágico pero la muchacha no se amilanó y dio un paso atrás, esquivando un lanzazo dirigido a su vientre, hizo finta y atacó por la espalda a su adversario. Cuando estaban sus armas a punto de tocar la piel del traidor sintió que la parte inferior de su torso se empapaba y que una fuera invisible la arrancaba del suelo, con horror miró hacia su cintura y vio como el agua la arrastraba dentro del lago. Forcejeó y forcejeó pero su esfuerzo era nulo, al menos mientras su contendiente sostuviese la lanza. tiró una de sus espadas directa a su cabeza pero como era de prever el traidor lo esquivó sin problemas, distrayéndose un instante y pisando una de las trampas mágicas que la joven había colocado cuando él estaba dormido. Se liberó de sus ataduras elementales y pronunció una sola palabra. Al momento el soldado empezó a retraerse del dolor, tenía una mueca de espanto dibujada en la cara al darse cuenta de que iba a morir. La adolescente se acercó a él y se quitó el pañuelo que le cubría la cabeza. Su dorado pelo cayó como una cascada sobre sus hombros hasta asentarse cerca de su cintura. Su rostro joven y atractivo le enseñaba una angelical sonrisa con sus dientes perlados, y es que la asesina era una mujer muy hermosa.

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⏰ Última actualización: Sep 29, 2015 ⏰

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