Capítulo cuatro

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Salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla. En el momento en que abro la puerta que dirige a mi habitación, veo a Daniel, mi querido amigo de la infancia, sentado en mi cama con una expresión seria.
-Dime que lo que oí no era cierto-pido.
-No era cierto-dice él, obediente.
-Pero no me mientas.
-¿Prefieres que diga lo que quieres oír o la verdad? Porque no puedo hacer ambas.
Camino a mi armario para buscar la ropa que me pondré, siento su mirada clavarse en mi espalda.
-Quiero la verdad.
Lo oigo suspirar.
Comienzo a vestirme mientras él, desde el otro lado de la habitación, explica que tuvo varios encuentros con mi mejor amiga.
-La lastimarás-advierto-más de lo que ya lo hiciste.
Él no contesta.
Me pongo las zapatillas y me giró para encararlo.
-Ella no es como tú o como yo, es muy frágil y sentimental aunque no lo demuestre-le digo.
Daniel fija su mirada en mis ojos, me quiere decir algo, lo sé, pero no puedo entender que piensa por el azul turbulento de sus ojos.
-Los secretos entre amigos...
-No existen, lo sé. Pero me vas a odiar.
Muestro una sonrisa.
-¿Y si me llevas al café y hablamos de esto en otro momento?-le preguntó y él asiente con su cabeza.
El paseo en la moto no duró más que algunos minutos de un extremo de la ciudad al otro. Bajó del vehículo y rodeó su cuello con mis brazos.
-Me contarás todo por la noche, Dani.
-Por supuesto-dice con una media sonrisa antes de dejar un beso casto en mis labios.
Él se coloca el casco antes de subir a la moto y marcharse.
Entró al café. Es un espacio amplio, de paredes color crema, piso de madera, ventanales cubiertos por cortinas de tela semitransparente que permite el paso de toda la luz y mesas bajas con sillas acolchadas. En el techo, hay muchos dibujos hechos a mano con acrílico, acuarela y óleo.
Localizó a un muchacho impaciente que pretende lucir como un gran periodista en una mesa cercana al ventanal. Me siento en la silla frente a él.
Edgar deja su cámara en la mesa, puedo ver en la pantalla de esta una foto en la que estoy con Daniel que debió ser tomada cuando nos despedimos.
-¿Nos viste?-preguntó, más a modo de afirmación.
-Fue imposible no verlos, tu amigo tiene cabello brillante como el sol.
Sonrió.
-Es mi novio, ¿no te parece lindo?-pregunto con una sonrisa coqueta.
-¿Sabe ese chiquillo que su novia anda por ahí acostándose con chicos que conoce en un bar?
Mi sonrisa se borra de mi rostro.
-Empecemos con esto, necesito irme lo antes posible.
Él sonríe, victorioso.
La entrevista fue breve, no me pregunto nada que fuera realmente personal, sólo algunos detalles triviales.
En un momento determinado, mi celular comenzó a sonar. Le hice una seña para que esperará y contesté.
Leila, al otro lado de la línea, me habló con voz temblorosa, entrecortada por el llanto.
Me acaba de pasar algo terrible, Ashlee!-exclamó e irrumpió en llanto-¡no entiendo por qué paso!
-Tranquila, ¿dónde estás? Iré a buscarte.
-¡Estoy a dos calles del departamento!
-Entonces nos vemos allí.
Colgué el celular y comencé a guardar todo en mi bolso.
-Debo irme-le aviso.
-¿Quieres que te llevé? Mi auto está en la esquina.
-No, estaré bien-asegure mientras le marcaba a Daniel para que me buscará.
Salí del local, sintiendo que alguien me seguía.
-Te dije que estaría bien.
-Disculpa si me preocupa que de repente te levantes y tengas que irte apresurada a quién sabe donde-confesó caminando más rápido para seguirme el paso.
En la siguiente calle pude ver la moto, él la estaba estacionando y le hice una seña para que supiera que no era necesario. Corrí hacía donde estaba y subí a la moto.
-Hablo enserio, estaré bien-le repito al muchacho moreno que todavía no puede creer que me haya subido al vehículo, incluso después de que arrancó.

Dame mi zapatilla, cariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora