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Ella estaba rota; él, ya no. Pero el problema era que él la había roto.
Ella era débil; él, ya no. Él había aprendido de sus errores. Ya no tropezaba con la misma piedra, que era ella. Pero ella no se sentía fuerte como una piedra. Estaba rota, y eso era lo que conllevaba.
Cuando uno está roto, fragmentado en pedazos, se pasa el día escuchando canciones tristes, entendiendo la letra. No hace falta que estés roto por amor, como se suele creer. El engaño amoroso puede incluirse dentro de una tortura general que engloba la vida, las amistades y demás. Puedes sentirte fuerte en unos momentos, y débil en otros.
Cuando es medio día y sale él sol te sientes como él. Nada te puede descoronar, te sientes libre y tu corazón no está apresado. Pero por las noches, te pasa lo mismo que a él. Cualquier cosa te deprime, y de repente estás recordando cuando eras pequeño, sin preocupaciones. Corriendo por ahí y solo pensando en el capricho del momento. Recuerdas cuando dijiste lo que querías ser de mayor, y no se ha cumplido. No has fallado, te has fallado. E intentas aprender de este error, pero es más grande que los demás. No es un error, es una vida. Y puedes aprender a vivirla o morir en el intento. Pero es de cobardes morir sin luchar, por lo que lo intentas. Y en el momento que tienes que aguantar demasiada presión, es cuando te rompes. Literalmente.

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⏰ Última actualización: Aug 25, 2015 ⏰

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