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IDA...

Corría el mes de febrero y Valeria estaba aprovechando su última semana de vacaciones en su patio, sentada en una reposera, leyendo una novela, mientras comía una ciruela recién caída del árbol. Su hermana, María, daba vueltas a la casa en rollers. Vivían en el campo pero a pesar de ello tenían vecinos aunque la casita de al lado hacía meses estaba desalojada.

Ya habían pasado las seis de la tarde y se habían bañado en el arroyo, tomado tereré, tostado al sol y jugado a la rayuela.

En eso una camioneta estacionó frente a la casa de al lado, Valeria miró a través del cerco que separaba ambas casas extrañada, ¿qué haría allí gente desconocida?

Cuando María volvió a pasar frente a ella le dijo:

-Mery, mirá, hay gente– María se agarro de ella para mirar a través del cerco.

-¿Le aviso a papá?– preguntó.

Dale, vayamos a decirle– le ayudó a sacarse los rollers y corrieron dentro de la casa para contar la noticia. Cuando Juan, su padre, se enteró, levantándose de su escritorio les explicó:

-Si, es el nuevo "Segundo Mayordomo", voy a saludarlo y a mostrarle la casa –

-¿Va a vivir al lado?– preguntó Valeria.

-Sí, así es–

-¿Podemos acompañarte?– preguntó María.

-No, ustedes quédense acá, otro día los van a conocer– Salió de la casa y sus hijas vieron como saludaba y acompañaba dentro de la casa a su nuevo vecino.

Un rato después, cuando Valeria estaba leyendo otra vez y María patinando, Juan regresó y reanudó su trabajo.

Desde su lugar, Valeria pudo observar que el nuevo vecino no era soltero y que tenía dos hijos: un varón, que parecía tener su edad, y una nena, más o menos de la edad de María.

Pero lo que le extrañó a Valeria fue que, después de bajar todo lo que había en la camioneta, la familia volvió a irse y por mucho que esperó no volvieron ese día.

Durante la cena, Isabel, la madre de Valeria y María, hizo algunas preguntas, y Valeria no se quedo atrás.

Así se enteraron que el nuevo "Segundo" se llamaba Alejandro, que su esposa se llamaba Agustina y sus hijos Jack y Malena. Que al día siguiente llegaría el camión de mudanzas y ellos iban a instalarse en su nueva casa. También supieron que Jack tenía 14 años, igual que Valeria, Malena 11, uno más que María, que irían al mismo colegio que ellas y que su padre se había ofrecido a llevarlos teniendo éxito, ya que Agustina daría clases en una escuela rural cercana.

Cuando se fueron a la cama, las dos hermanas, que compartían el cuarto, estuvieron hablando largo tiempo de la nueva noticia hasta que a María la venció el sueño, entonces Valeria agarró su libro, y mientras leía sus ojos se cerraron y se durmió con una sonrisa en la cara y el libro sobre su nariz.

Las dos chicas vieron como iban llenando la casa con sus muebles y demás pertenencias mientras seguían disfrutando de sus vacaciones.

A los pocos días de que se hubieran instalado, cuando apenas quedaban unos tres días para comenzar las clases, María vio a Malena en el patio y fue a hablar con ella para invitarla a jugar.

Era una tarde de mucho calor y las chicas decidieron ir al arroyo, María fue a pedirle a su hermana que las acompañara y juntas esperaron a Malena que había ido a cambiarse. Jack estaba escuchando música en la vereda de su casa y Valeria le preguntó amablemente:

-¿Querés venir con nosotras?-

Jack la miró serio y contestó:

-No, gracias– con tono aburrido y poco amistoso.

Valeria se encogió de hombros y en cuanto Malena salió de su casa con la maya puesta fue con las dos niñas a darse un chapuzón.

Cuando volvían a las casas para secarse se cruzaron con Jack que iba a nadar solo. A Valeria le extrañó que ese chico fuera tan serio y solitario.

Todos esos días ocurrió lo mismo, las chicas invitaban a Jack pero él iba después solo.

Ida y VueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora