Hospital

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Dylan

El molesto sonido de mi teléfono me despierta. No entiendo quién puede llamarme un sábado en la mañana.

Ni siquiera abro los ojos, sino que paso la mano por la mesita de noche hasta que lo siento. Contesto sin preocuparme por mirar quién es.

- ¿Hola? - pregunto. Mi voz suena un poco forzada.

- ¿Te desperté, bello durmiente? - la voz al otro lado es inconfundible.

- ¿Callaghan? - pregunto, bastante sorprendido. La risa de Ian al otro lado me hace rodar los ojos.

- ¿Qué haces dormido un sábado a las 8:30 de la mañana? Deberías estar disfrutando al máximo de tu vida y... Auch - me río un poco, alguien parece haberle pegado. Unos momentos después oigo otra voz, pero no alcanzo a distinguir a quién pertenece ni lo que está diciendo -. Bien, ya. Amy ya está más estable y están permitiendo visitas, así que mi madre quiere saber si quieres hablar con ella.

Esto logra que me despierte del todo. Me siento en la cama y miro atónito a la pared. Han pasado dos semanas desde el problema en la bodega y hasta ahora han mantenido a Amy en una sala especial pues no se mantenía estable; se le bajaban los signos vitales por momentos, perdía el conocimiento a cada rato y los médicos querían estar seguros de que estaba bien antes de dejar que alguien la viera.

- Dame 15 minutos.

- Bien, apúrate, West - cuelgo el teléfono y voy lo más rápido que puedo al baño sin golpearme con nada. Me arreglo bastante rápido, me pongo una polo roja, unos jeans y unos tenis negros que encontré en el piso. Vuelvo al baño y saco la caja de lentes. Maldigo por lo bajo cuando me doy cuenta que ya no quedan. Voy hasta la mesita de noche y saco las gafas de marco negro que casi nunca uso. Cojo el teléfono, las llaves y algo de dinero de encima del escritorio.

Bajo las escaleras y cojo las tostadas que hay en un plato. Me las como tan rápido como puedo y tomo un poco de jugo de naranja que hay en la nevera.

Subo de nuevo y me lavo los dientes. Bajo y abro la puerta, pero cuando estoy por salir recuerdo que no le he dicho nada a mi padre.

- Voy a salir - grito. No espero que me responda, pero me sorprendo al verlo salir de la sala, completamente arreglado y una carpeta café en la mano.

- ¿A dónde vas? - me pregunta.

- A ver a Amy.

- ¿La chica del hospital? - asiento - Bien. Llegaré tarde esta noche - asiento de nuevo.

- Está bien. Por cierto, ¿Podrías comprar más lentes? Se me acabaron.

- Si, claro. Nos vemos.

- Adiós.

Salgo y cierro la puerta. Corro hasta la calle y tomo el primer taxi que pasa para ir al hospital. Una vez ahí, subo corriendo hasta el piso en el que se encuentra Amy. Cuando por fin logro llegar, miro el reloj y me doy cuenta de que me he tardado casi 20 minutos. Me inclino tomando aire desesperadamente para poder recuperar aquel que he perdido durante la carrera hasta ahí.

En una silla frente a la puerta de la habitación estaba sentada la madre de Ian y Amy. Se ve mejor que hasta hace unos días; la preocupación por su hija la hacía ver varios años más vieja. En estado dos semanas me he encontrado con ella varias veces en el hospital. Es una persona bastante amable.

Los primeros días después de que hubieran internado a Amy en el hospital, Ian y yo acordamos hacer una tregua en su honor, al menos hasta que estuviera recuperada por lo que no hemos tenido peleas hasta ahora.

La puerta del cuarto se abre y sale Ian con una sonrisa.

- Hey, West - pasa de largo por mi lado, pero luego se voltea y me mira fijamente -. Lindas gafas, por cierto. Te ves como un cerebrito - bufo por lo bajo y lo escucho reírse. La madre de Ian me indica con un gesto que puedo entrar, por lo que me dirijo a la puerta. Una vez dentro, cierro la puerta y me acerco despacio a la camilla.

Amy está sentada en ella mirando por la pequeña ventana que hay a un lado de su cama, pero en cuanto me siente voltea la cabeza y sonríe.

- Hola Dylan - me dice. Su voz suena un poco forzada, pero aún así es tal y como la recordaba; suave y a la vez fuerte -. Me alegra que hayas venido.

Gritos Del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora