Capitulo 2

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Ezequiel nació pesando más de cuatros kilos, el pelo negro como el de mi madre y los ojos azules como los de él. Era perfecta síntesis de lo mejor de cada uno de ellos, la cara ovalada, la nariz recta. Un presioso niño. Cuatro años después mi madre quedo otra vez embrazada, pero el bebé, era una niña, murió en el parto.
En ese momento decidieron no tener mas hijos. Después cuando mamá volvió a quedar embarazada y no lo podían creer . Ezequiel colmaba todas sus expectativas, era un buen alumno, un hijo ejemplar, era todo lo que habían deseado. Se imaginaron que de ese embarazo nací yo. Ezequiel me confesó muchos años después que me odió por eso. Odió a ese bebe que no era ni grande, ni lindo ( yo tengo la combinación inversa; el pelo castaño de mi padre y los ojos marrones de mi madre). Me odió por haber llegado a romper esa química, por haberlo desplazado del centro de atención en el que estaba hacía trece años, hacia la periferia.

Seguro que mi primer recuerdo es ése. El del día que Ezequiel se fue de casa. No es que recuerde exactamente la situación, pero si que yo estaba en mi cuarto y no podía salir; y una cierta tensión en el aire.
Después no vi más a mi hermano hasta la primera fiesta, creo que era el cumpleaños de mamá.
Cuando preguntaba por el me contestaban que estaba estudiando, o con algunas de esas evasivas tan típicas de mi familia.
Yo ya sabía que no vivía más con nosotros, está claro que no se le puede ocultar algo así a un chico, por más que tenga cinco años. Había revisado, a escondidas, su habitación y sabía que no estaba su ropa, es más, yo me había llevado su Scaletrix, que jamás quiso prestarme, y al no reclamármelo intuía que algo no era normal.
Mentiría si dijera que eso me inquietó sólo era una situación nueva, distinta a la habitual.
Y me proponía disfrutarla.
Durante los años que vivimos juntos yo admiraba a Ezequiel, el era mi héroe, era grande, fuerte, todos le prestaban atención cuando hablaba. Lo trataban como alguien importante. Como a un adulto.

No sabía entonces, y por cierto que no sé ahora, cuáles son los mecanismos que mueven la mente de los niños. Pero supongo que sentí que al no estar mi hermano en mi casa automáticamente toda esa atención caería en mí. Eso de algún modo fue cierto, no como yo lo esperaba, pero sucedió.
Al no estar Ezequiel en casa, yo gané un gran espacio pero no por presencia propia sino por su ausencia.
Mis padres pensaban que ya se habían equivocado con mi hermano, no cometerían esos mismos errores conmigo.
Dije antes que mi primer recuerdo es de cuando Ezequiel se fue de la casa, y es cierto. Pero tengo lo que yo llamó "recuerdos implantados", esas anécdotas que se comentaron en las reuniones, habitualmente en tono jocoso, año tras año. Así pude enterarme de que, estando enfermo, a los tres años no había forma de dormirme, sólo lo hacía si Ezequiel me acunaba y me cantaba una canción.
Son anécdotas que la familia se encarga de lo sepamos, por tontas que sean.

Los Ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora