CAPITULO 1: Dos días.

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Narra Daryl Dixon.

A veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiera impedido que el Gobernador intentara quitarnos la prisión. Quizá, a lo mejor, ahora estaríamos allí, todos juntos como siempre lo había sido, sobreviviendo. No hice nada. Nada en absoluto para impedirlo y así estamos ahora: todos separados.

No sé dónde está Carol, Rick, Michonne y el resto del grupo. Solo sé donde estoy yo y Beth Greene, la hija de Hershel, el granjero que ahora también esta muerto por mi culpa. Por no haber hecho nada.

Nunca había hablado con ella. Bueno, en realidad si, hace como unas dos semanas cuando fui a informarle la muerte de su segundo novio. Me pareció extraño al ver que no derramo ni una sola lagrima.

<<Yo ya no lloro, Daryl>>, me dijo con su dulce voz. Y entonces, entendí por qué: ya no se sabe cuando ibas a perder a alguien. En el apocalipsis zombi, las muertes ya son algo habitual. Es terrible que lo diga, pero es así. Me prometí a mi mismo que, luego de la muerte de Merle, no me encariñaría con nadie. No querría a nadie.

No hay personas buenas en el mundo. No hay amor, no hay amistad, no hay esperanza. Solo hay supervivencia, y para sobrevivir hay que hacer lo que sea.

Dos días. Hace dos días de lo sucedido en la prisión. Dos días que estoy corriendo de un lado para otro, como un errante, con Beth. A veces, me obligo a no tener pensamientos malignos, pero sinceramente me hubiera gustado haberme quedado solo con Michonne, o Carol o Rick. No con Beth, una niña débil que no puede cuidarse sola. Una niña que tendré que ocuparme como si fuera un padre. Una carga. Una responsabilidad. Y una niña que, quizá, dentro de no mucho tiempo, deba pegarle un tiro en la cabeza.

No quiero pensar así, pero eso es lo que pienso. Creo que, al menos, hubiera sido mejor quedarme yo solo. Por lo menos, no tendría nadie de quien preocuparme.

-¿Podemos parar a descansar un poco?- me pregunta Beth, agitada.

Hace muchas horas que estamos corriendo en busca de un refugio para pasar la noche. ¿Qué podía esperar yo de una niña consentida y debilucha? No quiero que haga un berrinche, asi que frene y le ofrecí una botella de agua.

Ya nos quedaba muy poca.

Se sienta contra el grueso tronco de un árbol y me mira.

-Sé lo que estas pensando.- susurra.

Le hago un gesto con la cabeza porque la verdad es que no tengo idea de a qué se refiere. Y tampoco me interesa, pero debo ponerle un poco de énfasis a la situación. Por más de que sea una mierda.

-Solo crees que soy una carga, ¿no es así?- me pregunta, ofreciéndome el agua.

Me quedo petrificado. ¿Es que acaso lee la mente? Ni siquiera puedo acercarme a aceptar la botella, simplemente me la quedo observando. Ella se ríe.

-Si quieres, puedes dejarme. Puedo cuidarme sola.- agrega, levantándose y poniendo un cuchillo filoso en el bolsillo trasero de sus desgastados jeans.

¡Si! ¡Eso es lo que más quiero! Que se vaya. No quiero tener que cargar con nadie. Y menos con una niñita.

Pero... no puedo dejarla sola. Le debo mucho a Hershel. El nos ha ayudado demasiado y, además, si alguna vez llego a encontrarme nuevamente con el grupo, Maggie no me lo perdonaría.

No soy un monstruo.

Camino hacia ella justo cuando ha comenzado a marcharse y la agarro del brazo con dureza.

-Deja esas estupideces.- la regaño, de muy mal humor.- Seguiremos juntos, aunque me pese.

Se suelta de mi agarre con brusquedad.

-Dame el cuchillo.- le pido, bajando un poco el tono.- O te cortaras un dedo.

Ella obedece. Se saca el cuchillo del bolsillo y me lo entrega. Aunque no sonríe. Ya ha perdido su sonrisa por un rostro que refleja mucho enojo.

-Debemos seguir.- digo, ignorando su enojo.- Ya pronto anochece y necesitamos un refugio.

-Lo sé.- responde.- A unos metros hay un pueblo.

La miro desconcertado. ¿A qué se refiere? Es decir... ¿ella sabía a dónde nos estábamos dirigiendo?

-¿Te diste cuenta de que me subestimas, no es cierto?- pregunta, irónica, y sin esperar respuesta continua caminando hacia delante.

La verdad es que me ha sorprendido. Ni siquiera me imaginaba que ella sabía hacia dónde nos estábamos dirigiendo.

No le di mucha importancia y comencé a caminar detrás de ella con la ballesta preparada por si algún caminante se nos aparecía.

Beth freno delante de una casa que parecía segura. Se acerco a la puerta y la golpeo tres veces. Es lo que siempre se hace para saber si hay caminantes dentro.

Ninguna asquerosa criatura que quería devorar se hizo ver. La casa, al parecer, estaba vacía.

Sin pedirme autorización, la niña rubia abre la puerta y entra con un cuchillo en la mano. ¡Que demonios! ¿De donde había sacado ese cuchillo? ¿Acaso me lo había quitado a mi sin darme cuenta? Creo que en verdad la he estado subestimando.

-No hay nadie.- masculla y se sienta en un sillón blanco.

-Ni siquiera hemos revisado.- contesto. Es evidente que no nos vamos a llevar nada bien. Esta claro que esta supervivencia no va a ser fácil para ninguno de los dos.

Beth se levantan del sillón y me sonríe. La verdad, es que ella no me cae para nada mal. Siempre me cayo bien, pero no me parece que sea una buena idea que sobrevivamos juntos. No tenemos nada en común.

-¿No crees que si hubiera alguno ya estaría aquí?- dice, en un tono de afirmación mas que de pregunta.

Y tiene razón, es por eso que no respondo. Y ella sonríe, porque nota que se me ha quitado la idea de la cabeza de que ella es solo una niñita.

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Ojala les haya gustado a los fans de Bethyl <3





She is a light in his darknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora