Una noche a solas

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El timbre que marca el fin de clases retumba por aulas y pasillos. Todos los alumnos salen como si de una carrera se tratase para huir de allí hacia su "libertad". Mientras, Merlina aún está recogiendo sus cosas que están desparramadas por su mesa. Aunque más bien es una excusa para ver un poco más al señor Farres.

Este se afloja la corbata mientras suspira, y empieza a recojer sus cosas también. Merlina, intentando entablar una conversación comenta:

- Me gustaría aprender a anudar una corbata.

- ¿Y eso por qué si usted no tiene que usarlas? -responde el señor Farres.

- Me parece interesante. Además cuando me case debería saber atar la corbata a mi esposo. -dice en tono de broma.

- Entonces, ¿le gustaría que le enseñe? -dice entre risas.

- Claro, después de todo, eso hacen los profesores, enseñar a sus alumnos. ¿Verdad?

El lugar estaba en completo silencio. Probablemente las únicas dos personas que quedarían en el Instituto serían ellos. Por la ventana entraban los últimos rayos del atardecer, dando al lugar tonos anaranjados. El señor Farres se quitó la corbata y se acercó a Merlina.

- Tómala.

Merlina acercó sus manos ansiosa a la corbata e hizo lo que le ordenó.

- Primero debes sostenerla de esta manera, que el lado más fino esté bien corto.

Las manos de Farres se colocaron sobre las de ella despreocupadamente, mientras le ayudaba. Él no sabía el efecto que provocaba en ella ese roce. Su ritmo cardíaco se aceleró y sentía algo que le revolvía el estómago. Con sus manos aún agarradas, Farres siguió dándole indicaciones.

- Ahora, tomas este lado y lo cruzas por arriba del otro, y después lo pasas por detras sacandolo hacia adelante.

Ella no decía ninguna palabra. Estaba atenta a sus manos, sus labios, la corta distancia entre ellos...

- Ahora lo cruzas de esta manera, luego lo cruzas por aquí, y al final lo entras por aquí y lo halas por debajo, y listo.

- Vaya, es un poco enredado pero si lo hago varias veces creo que puedo aprenderlo.

- ¿Quieres repetirlo de nuevo?

- Sí.

Esta vez ella lo hizo sin la guía de sus manos. Cuando se equivocaba, él tiernamente tomaba sus manos y las hacía andar por el lado correcto hasta que lo hiciera bien.

Cuando se percataron, ya era de noche, y la poca luz les hacía ver poco.

- Creo que es un poco tarde señorita. Sería mejor que regrese a casa.

- Tiene razón. Hasta mañana señor Farres.

Cuando ella iba a salir del aula, Farres la interrumpió.

- Es un poco tarde ya... ¿Porqué mejor no le llevo a su casa? Sería peligroso que ande sola.

- No quisiera causarle molestias.

- No se preocupe, no me es ninguna molestia.

- Entonces, debo aceptar la invitación -respondió Merlina con una sonrisa.

Ambos caminaron en silencio hasta fuera del Instituto, donde un modesto carro de color azul oscuro esperaba por su dueño. El señor Farres abrió la puerta del copiloto para dejar pasar a Merlina y luego fue a su respectivo lugar frente al volante.

El auto encendió, y empezó a correr por las luminosas calles de la ciudad mientras ellos se mantenían en silencio.

- Disculpe si soy tan indiscreta pero ¿Tiene usted pareja?

Una noche a solas (Farres CDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora