Ami: El niño de las estrellas

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AMI EL NIÑO DE LAS ESTRELLAS 

Enrique Barrios 

“Es difícil a los 10 años escribir un libro. A esta edad nadie entiende mucho de literatura... ni le interesa mayormente; pero tengo que hacerlo, porque Ami dijo que si yo quería volver a verlo, debería relatar en un libro lo que viví a su lado. Me advirtió que entre los adultos, muy pocos iban a entenderme, porque para ellos es más fácil creer en lo horrible que en lo maravilloso. 

Para evitarme problemas me recomendó decir que todo es una fantasía, un cuento para niños. Le haré caso: esto es un cuento.”  

ADVERTENCIA 

(DIRIGIDA SOLAMENTE A LOS ADULTOS) 

 No siga leyendo, no le va a gustar: lo que viene es maravilloso. 

Dedicado a los niños de cualquier edad y de cualquier pueblo 

de esta redonda y hermosa patria esos futuros herederos y constructores 

de una nueva Tierra sin divisiones entre hermanos. 

“Cuando los pueblos se congregan es uno 

y los reinos 

para servir al amor” 

(Salmo 102:22) 

“... y volverán sus espadas en rejas de arado 

y sus lanzas en hoces 

no alzará espada gente contra gente 

ni se ensayarán más para la guerra” 

(Isaías 2:4) 

“... y mis escogidos poseerán por heredad 

la tierra 

y mis siervos habitarán allí” 

(Isaías 65:9) 

PARTE PRIMERA 

Capítulo 1 

Primer encuentro 

 Comenzó una tarde del verano pasado en un balneario de la costa donde vamos con mi abuelita casi todos los años.  Esa vez conseguimos una casita de madera. Tenía muchos pinos y boldos en el patio, y por el frente, un antejardín lleno de flores. Se encontraba cerca del mar, en un sendero que lleva hacia la playa. 

 Quedaba poca gente, porque la temporada iba a terminar. A mi abuelita le 

gusta salir de vacaciones los primeros días de marzo, dice que es más tranquilo y 

más barato. 

 Comenzó a oscurecer. Yo estaba sobre unas rocas altas junto a una playa 

solitaria, contemplando el mar. De pronto vi en el cielo una luz roja sobre mí. 

Pensé que sería una bengala o un cohete de esos que se lanzan para el año 

nuevo. Venía descendiendo, cambiando de colores y arrojando chispas. Cuando 

estuvo más bajo comprendí que no era una bengala ni un cohete, porque al 

agrandarse llegó a tener el tamaño de una avioneta o mayor aún... 

 Cayó al mar a unos cincuenta metros de la orilla, frente a mí, sin emitir 

sonido alguno. Creí haber sido testigo de un desastre aéreo, busqué con la mirada 

algún paracaidista en el cielo; no había ninguno. Nada perturbaba el silencio y la 

tranquilidad de la playa. 

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2014 ⏰

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