Capítulo 22: Lluvia

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Capítulo 22: 

Lluvia

Lluvia

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El canciller me mira con el entrecejo fruncido. Es esa la mirada que me dedica cada vez que tengo una idea que al no le gusta, algo así como, soy la única mujer que él ha permitido que se involucre demasiado con las acciones de los guardianes.

Se podría decir que esta es la tercera vez que participo en lo relacionado con los oscuros, cuando visite a mi madre en su celda, buscar a Carmelo en la cabaña y ahora, quiero hablar con el cuervo.

No estoy segura de lo que busco, pero si quisiera estar frente a él.

—Me parece una muy mala idea —dice llevando una taza de café a sus labios—. Porque mejor no te dedicas a preparar todo para tu matrimonio. Ya me enteré de que Sergio te lo ha pedido, por cierto, felicidades.

Ya todos en la casa saben de mi compromiso, pero todavía no hemos puesto una fecha y de momento hay otras cosas por hacer, como lograr que me dejen ver al cuervo.

—Gracias, señor. Insisto en ver al cuervo —deja la taza sobre su escritorio.

—Selt, tú sabes muy bien que una mujer no debe estar deambulando por las celdas visitando reclusos, mucho menos para interrogarlos. Ese no es tu trabajo, con tu madre se hizo la excepción porque es todo lo que has tenido que sacrificar. Es de verdad es admirable que hayas hecho todo lo que estuvo en tus manos para hacer justicia, a cuesta de fuera contra tu propia sangre. No me parece sano que sigas en esto.

—Yo entiendo, pero que me impida verlo no va a cambiar en nada mi situación. Que no encuentren a mi hermana me afecta mucho más de lo que se imagina. Esa niña que nació de Mia... ella podría ser un peligro para todos.

—¿Realmente crees que una niña tan pequeña sea un peligro? —se inclina sobre el escritorio.

Me gustaría decir que no, que la hija de mi mejor amiga no será la causante de más oscuridad para el mundo. Pero las visiones no se equivocan, y no se pueden cambiar.

—Mis visones nunca se equivocan, o por lo menos hasta ahora no se han equivocado —él asiente pensativo.

— ¿Has vuelto a tener más visiones?

—No, si mal no recuerdo la última que tuve fue la de Mia con esa niña —le recuerdo.

Cuando tuve que explicar lo que sabía ante los guardianes, también salieron a relucir mis visiones.

—Bueno para que te quedes más tranquila, lo voy a pensar, pero me sigue pareciendo una mala idea.

—No sabe cómo le agradezco —me levanto y voy hacia la salida de su despacho.

—No he dicho que sí. No te vayas todavía—. Regreso a mi silla.

—Igual le agradezco.

Con que lo piense ya es un avance.

—De verdad me hace muy feliz que te vayas a casar con Sergio. Él y yo somos parientes lejanos. Eres una muy buena muchacha, has demostrado ser muy valiente y es algo que admiro mucho de ti. Bienvenida a la familia.

—Gracias.

El cielo está nublado, se avecina un aguacero y ya no estoy tan segura de llegar a tiempo

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El cielo está nublado, se avecina un aguacero y ya no estoy tan segura de llegar a tiempo. Al final Augusto dispuso que podía ver al cuervo, siempre y cuando estuviera acompañada. Agilizo el paso, pero las primeras gotas de lluvia se hacen presente y las personas comienzan a buscar resguardo. Yo, por el contrario, no me detengo, tampoco es que pueda llegar muy lejos.

De todas las personas que pude haberme encontrado nunca imaginé que fuera Fabián, el felino está casi irreconocible. Su cabello está muy largo, y se ha dejado crecer la barba, también parece un pordiosero con la ropa que lleva puesta. Se ha detenido en medio de la calle, y se ha dado cuenta de que lo he reconocido, hecha a correr hacia los callejones.

La lluvia se ha intensificado, agarro los bordes del vestido y cruzo la calle dispuesta a seguirlo, hasta que Sergio aparece de entre las personas.

—Regresa a la casa, el cuervo se escapó, ya no podrás verlo—dice, está empapado por el aguacero. Yo debo estar igual.

—Seguramente con ayuda, Fabián se ha ido por ahí —le señalo, pero entre la lluvia y las personas será difícil seguirle el ritmo.

—¿Está segura? —la bestia en él se asoma por sus ojos.

—Yo iré por él, tú regresa a casa.

Lo veo alejarse, y debería hacerle caso. Pero termino yendo tras él. Me quedo rezagada la mayor parte del tiempo, más aún cuando se desvían hacia el bosque. El vestido comienza a un problema por el peso extra que ha tomado por estar mojado. Una vez que el lobo emerge ya no puedo alcanzarlo, Sergio ha seguido en una cacería donde ya no tengo como participar.

Permanezco bajo la lluvia mientras deambulo entre los árboles sin alejarme demasiado ni regresar a las calles de Enmerald. Solo espero que Sergio lo atrape, Fabián tiene que pagar por lo que le hizo a mi amiga. Él es tan culpable como mi madre, y se merece una muerte semejante.

Lo odio, porque Mia lo amaba y él le fallo. No es justo, nada de lo que ha pasado es justo. Permanezco bajo la lluvia hasta que piel de mis dedos se arruga y el frío comienza a hacerme tiritar, ha llegado el momento de regresar a casa y esperar.

No me preocupo por levantar un poco el vestido, ya la tela azul se ha encharcado bastante.

—¿No te dije que fueras a casa? —volteo en su búsqueda.

Sergio ha perdido su camisa dejando expuesta su piel con algunas heridas que parecen poco profundas producidas por garras. Corro hacia él, y dudo en tocarlo. Es la primera vez que lo veo lastimado, y sin camisa. La lluvia ha limpiado la sangre de sus heridas.

—No te preocupes, van a sanar —toma mi rostro entere sus manos y desliza el pulgar sobre mis labios. Me atrapa sus ojos enfebrecidos—. Fabián se me escapo, me parece que Nariel tuvo algo que ver.

—Imagino que sí —su dedo es reemplazado por sus labios, y hasta olvido respirar. La distancia se vuelve nada entre sus brazos, acaricio su pecho mientras que sus manos hurgan en las cintas del corsé. Solo somos él y yo bajo la lluvia.


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Inmortal. Guardianes 2. Origen De Los OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora