Capítulo 3: Congelada

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Capítulo 3:

Congelada

Congelada

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Me detengo de nuevo frente a la celda de Henry, no queda nada del duendecillo que conocí hace tanto tiempo. Templa de sus cadenas para intentar alcanzarme. Es inútil. No hay marcha atrás para lo que se le hizo. De ahora en adelante su única liberación será la muerte.

Él era tan joven cuando nos conocimos, un muchacho con la responsabilidad de una tienda de antiguadas que perteneció a sus padres, quienes habían fallecido casualmente en una mortandad causada por mi nuevo poder... mantener la juventud requiere de muchos sacrificios, yo había conseguido burlar al tiempo y la muerte.

Saboree una cantidad de poder que para muchos brujos puede llegar a ser inalcanzable, pero que yo tenía circulando por mis venas. Todavía para ese momento era inexperta, las fuerzas oscuras que le arrebaté a mi hermano me dominaban, desestabilizaban... pero no fue impedimento para establecerme aquí.

El duendecillo poseía una habilidad admirable con las plantas, al igual que el cuervo, pero en su caso fue más bien un sanador. La naturaleza en sí se le daba muy bien para preparar maravillosos ungüentos milagrosos. Un don que fácilmente pude usar a mi favor.

Presentarme ante él como una jovencita huérfana, que ya lo era en ese momento, sola e indefensa sin saber muy bien cómo controlar mis habilidades, fue lo que lo incentivó a ayudarme. Él también tenía sus ambiciones, pero nunca se igualaron a las mías. Él tenía sus límites.

—Fuiste un completo tonto Henry. Es que creer en mí fue tu ruina. Fuiste mi fiel compañero y me traicionaste.

Que hombre para estúpido, creer que podría traicionarme y salir ileso. Ahora es una bestia hambrienta sin control de sus actos. Uno más de las criaturas que liberaré en la ciudad llegado el momento, la poca tranquilidad que recibió Enmerald tras la muerte de Arturo De la rosa se tiene que acabar.

—¿Quería verme? —doy un paso atrás.

El esposo de Tanils tiene el rostro marcado por las garras de un lobo. Fue irremediable recuperar su belleza masculina ante la negativa de Henry para ayudarlo a cicatrizar mejor. El duendecillo tenía que haber sabido lo que sucedía.

Ahora que conozco sus intenciones hacia mi hija menor, puedo imaginar quien fue el responsable de desfigurarlo.

—Sí, Carmelo. Tenemos que hablar.

Caminamos por el oscuro pasillo. El fuego de las antorchas se ha extinguido. Manifiesto el fuego en mis manos, las llamas acarician mi piel hasta la palma de las manos como un fiel amante.

—Dime, ¿cómo destrozaron tu rostro? —él se detiene inequívocamente sorprendido de que saque a relucir un tema que fue cerrado hace meses.

La realidad no me importa sus intenciones con Selt, eso me tiene sin cuidado. La chiquilla intentó asesinarme con sus propias manos. Todavía me cuesta creer que haya sido capaz de desafiarme.

Inmortal. Guardianes 2. Origen De Los OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora