Capítulo 2: Mi vida, mis decisiones, mis luchas

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"No provoques la lucha, acéptala, es mejor retroceder un metro que avanzar un centímetro."

Lao Tse

BPOV:

La oscuridad me rodeaba, sentía mis ojos estar pegados con pegamento extra fuerte porque me era imposible abrirlos y miles de imágenes de mi vida iban y venían por mi mente. Me dolía todo el cuerpo por la tensión que había estado ejerciendo durante los últimos minutos.

Fruncí el ceño mentalmente, la muerte era más extraña de lo que me imaginaba, ¿no debería sentirme en paz? Me sentía como el infierno y una extraña sensación se formaba en mi interior llenándome de terror.

"Entonces, quizás me encontraba con vida" pensé alarmada. Una sensación de vacío se formó en mi estómago.

Intenté tranquilizarme porque de lo contrario entraría en un horrible ataque de nervios y no saldría nada bueno de esto. Busqué entre mis recuerdos para ver si hundiéndome en ellos lograría sacar esa locura de mi cabeza. De repente un recuerdo me invadió sin ni siquiera ser invocado.

:Flashback:

Papi, mira lo que hice para ti lo llamé rebosante de felicidad con mi dibujo en mano, en cuanto entró a casa, al llegar del trabajo.

Él ni siquiera volteó a ver lo que hice, fue directamente hacía la cocina a saludar a Jess y a mami con una sonrisita que hacía que su bigote se viera chistoso. Una sonrisita que nunca me dedicó.

Negué con la cabeza, agitando al mismo tiempo mi cabello que ahora se encontraba en una trenza que yo misma me había hecho, estaba sujeta por un lazo azul porque Jake me decía todo el tiempo que ese color me quedaba muy lindo. Tenía mi vestido del mismo color que el lazo y me veía muy encantadora con él.

Yo me elegía la ropa porque mami dice que ya estoy grande y debo vestirme sola. Aunque no entiendo porque Jess es dos años mayor pero a ella la viste y la peina para que se vea hermosa.

Corrí a la cocina para volver a intentar llamar su atención. Estaba sentado a la mesa, hablando con Jess.

A mí nunca me dejaban sentarme a la mesa con ellos porque decían que era muy pequeña y esa mesa era sólo para grandes. Siempre me ponían una mesita para niños en la sala.

Yo ya era grande por eso no me importaba porque comía sola como niña grande, sólo que ellos todavía no lo sabían. Era mi pequeño secretito.

Papi, papi, papi llamé cada vez más alto, saltando de felicidad con mi dibujo.

¡¿Qué diablos quieres niña?! volteó a verme con esa mirada que siempre me dedicaba pero esta vez más furiosa porque interrumpí su charla con Jess.

Mira lo que te hice contesté levantando precavidamente mi dibujo, él lo tomó entre sus manos y lo miró sin mirarlo en realidad ¿Te gusta?

Es horrible, las cosas no se distinguen, aprende a dibujar acto seguido, se levantó de la mesa, caminó hacía el tacho de basura mientras hacía una bola con el papel que llevaba mi dibujito y lo tiró—. Gracias por hacerme perder mi tiempo en nada dijo con una sonrisa irónica.

Con cada movimiento que hacía, mi corazón se destrozaba más. Cuando volvió a sentarse a la mesa sin prestarme atención, mis ojos se llenaron de lágrimas pero era grande y las niñas grandes no lloran.

¿No te gustó? pregunté con un nudo en la garganta.

¿Quieres saber la verdad? me contestó con otra pregunta. Dejándome confundida porque es imposible que mi papi no le guste lo que hago, quizás sólo es una broma y yo caí. Sí, es eso, soy una tonta por creérmelo. Es obvio que a todos los papis les gusta lo que sus hijos les hacen, los papis de mis amigos de La Push viven festejándoles todo y mi papi no sería distinto.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora