Capítulo 1.

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El despertador de Stephan sonó exactamente a las 6 y diez minutos de la mañana. Él deslizó su huesuda y blanca mano a través de las sábanas y apagó el despertador de un golpe seco. Se revolvió un poco, bostezó pesadamente y se sentó en su cama. Se frotó los ojos y se levantó despacio. El suelo de madera estaba muy frío. Se miró al espejo. No había ocurrido nada en su rostro desde los trece años. Seguía teniendo pecas por todas partes y sus ojos seguían siendo de ese color marrón que tanto odiaba.Llevaba el pelo igual de corto y seguia teniendo ese color negro azabache. Su cuerpo sí que había cambiado algo. Era mas delgado y alto, se había vuelto más pálido de lo normal, parecía casi enfermo. Dejó de escudriñar su cuerpo para dirigirse al armario y coger el uniforme del Instituto. Salió de su cuarto y fue a la cocina. Se oían los ronquidos de su padre y la débil respiración de su madre. Stephan abrió la nevera y cogió una manzana muy madura que vio y se la comió en dos bocados. Tenía hambre, raramente. Miró su reloj de pulsera: las 7. Subió al baño, se cepilló los dientes y se repeinó con los dedos. Cogió su mochila y las llaves y fue al instituto. Apenas había gente por la calle. Pasó por al lado de una antigua librería abandonada que siempre había adorado. Tenía el letrero borrado y sucio por el tiempo. Stephan soñaba con poder adquirir un día aquella librería y reformarla, pero manteniendo el aire antiguo.
-¡Stephan!- una chica bajita y de cabellos cortos castaños se acercó corriendo a Stephan.
-Ah, hola Michelle
La chica llegó al lado de Stephan y le plantó un beso en la mejilla. Él ya estaba acostumbrado al cariño de su amiga hacia él. No era de extrañar, llevaban juntos desde el jardín de infancia.
-¿Sabes? Hoy apenas va a haber clase. La epidemia de gripe ha pillado a más de la mitad del profesorado.
-Ya sé de alguien que se lo va a pasar bien.
-Lo sé. A Samuel, Rachel y Amanda les va a encantar esto.
-Pues a mi no me hace gracia- dijo Stephan, serio -en dos semanas tenemos un exámen muy importante que me gustaría aprobar
-Lo sé, pero qué le vamos a hacer. No se puede evitar una epidemia de gripe.
Llegaron al instituto y seguía sin apenas haber gente. Parecía que la buena nueva había corrido como la pólvora y la gente había decidido no ir a clase. Stephan suspiró, decepcionado por la actitud de la gente. Pero en el fondo no le sorprendía. Cuando se dio cuenta, Michelle no estaba a su lado. Estaba charlando con otras chicas de clase. El chico suspiró y entró en el instituto. Se dirigió a clase de filosofía y se sentó en su pupitre habitual, en la primera fila, segundo pupitre a la derecha. El aula estaba vacía salvo por tres personas que a Stephan le sorprendió ver. Eran Samuel, Rachel y Amanda, que se lamentaban, enfadados, de haber ido a clase. Parecían ser los únicos que no se habían enterado de la noticia. Blasfemaban e insultaban a los maestros. Parecían no haberse percatado de la presencia de Stephan, cosa que le aliviaba. Nunca le había gustado ser el centro de atención, y menos de tres idiotas.
Sonó el timbre que indicaba el principio de la clase, pero no había gente. Al sonar el pitido sordo, Samuel pareció darse cuenta de la presencia de Stephan, que escribía apuntes en su libreta cuidadosamente.
-Míralo- dijo Samuel -No hay clase y sigue estudiando
-A diferencia de tí, yo quiero ser listo en un futuro- dijo Stephan sin mirarlo a la cara.
Samuel enrojeció de ira y se lanzó sobre Stephan. Empezó a golpearlo mientras las chicas intentaban desesperadamente alejarlos. Stephan seguía impasible ante la golpiza hasta que Samuel se dio por satisfecho.
-Ni se te ocurra volver a hablarme así, trozo de mierda- soltó. Se secó el sudor de su cabello rubio y se fue al baño. Amanda y Rachel se miraron, sorprendidas y siguieron al chico. Stephan se quedó sentado en el pupitre, sangrando por la nariz, callado, como una estatua. Permaneció así hasta que alguien apareció por la puerta del aula.
-¡Stephan!¿Qué ha pasado?

El Juego del BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora