Las ruedas de la maleta de Lydia traqueteaban contra el asfalto mientras ella avanzaba entre la multitud que se congregaba por todo el campus. Estaba claro que la vida universitaria no era lo suyo, exceptuando las famosas fiestas de las fraternidades, claro está. Mientras avanzaba por el césped, pudo ver a un grupo de chicos que puntuaban a cada chica que pasaba por delante, lo que le provocó ganas de vomitar. Un poco más lejos, una serie de universitarias promocionaban las actividades disponibles en el campus, incluidos los clubes a los que podías acudir. No tenía tiempo para tonterías, se dijo Lydia. Había ido hasta esa universidad con un objetivo claro, y desde luego no iba a dejar que meras distracciones la desviaran de su meta. ¿Dónde estaría Chloe? Una voz la distrajo. Iba tan sumida en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que una de las chicas que promocionaban las actividades se había acercado a ella.
-¡Hola! Bienvenida a la Universidad de Seattle, ¿te interesaría unirte a alguno de nuestros clubes? Nuestro club de literatura está abierto a nuevas mentes que aman la lectura, el club de deporte... -La joven universitaria no acabó la frase, ya que Lydia había seguido su camino sin prestarle la más mínima atención.
Ni siquiera se fijó en si le enviaba una mala mirada, ya que no le interesaba ni un poco lo que pudiera pensar de ella una completa desconocida. Sacó del bolsillo de sus tejanos raídos la tarjeta de su habitación, la 102 en el edificio oeste. Las habitaciones eran compartidas, lo cual no le gustó para nada. Se preguntaba si tendría que aguantar a una de esas estúpidas animadoras que lo único que hacían era hablar sobre sus uñas. Entre suspiros, reemprendió el paso en dirección al edificio oeste.
La universidad estaba dividida en edificios, algunos de estos eran fraternidades, y otros eran las habitaciones que proporcionaba la misma universidad a aquellos que no estaban en ninguna hermandad ni fraternidad. Después estaban los edificios correspondientes a cada una de las carreras, donde tenían lugar las clases. Aquella universidad no tenía nada de especial, ni siquiera era una de las mejores universidades del país, simplemente era una más. Aquello era algo que Lydia agradeció en su día, cuando envió la solicitud, ya que no había necesitado grandes notas para que le concedieran una beca.
Despertó de su ensueño cuando abrió la puerta de aquella habitación. Esta parecía bastante sencilla, aunque se dijo a sí misma que pronto aprovecharía todo el espacio libre para llenarlo con sus cosas. Lydia no era del tipo de chicas que les importara demasiado lo que pensaran de ella, ni siquiera lo que pudiera llegar a pensar su todavía desconocida compañera de habitación. Entre bufidos, se quitó las botas con un rápido movimiento y se dispuso a colocar sus cosas en uno de los armarios. Se había encargado personalmente de descartar las prendas más pesadas para no tener que cargar demasiado peso, así que simplemente había traído lo más sencillo que había encontrado. De todos modos, aquello le serviría de excusa para comprar ropa nueva.
La chica se pasó la mañana de aquí para allá, ordenando sus cosas y decorando cada espacio vacío que vio para que aquellas cuatro paredes le recordaran un poco más a su habitación. De cualquier forma, había algo que echaría de menos, tener su espacio personal. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una suave voz a sus espaldas. Cuando se giró, pudo ver a una menuda chica rubia mirándola con una dulce sonrisa. No le gustó nada aquello.
-Hola... Soy Kath. Supongo que soy tu compañera de habitación. ¡Encantada de conocerte! -Sin previo aviso, la chica se acercó a Lydia y le plantó dos besos en la mejilla como si fueran amigas de toda la vida.
Lydia simplemente atinó a alejarse un poco, aunque no pudo evitar esbozar una leve sonrisa de sorpresa. No le gustaban las personas que se tomaban demasiadas confianzas cuando no debían, pero de alguna forma la alegría que transmitía aquella chica la había hecho sonreír.
-Igualmente. Lydia Green. Llevo unas horas aquí -Lydia se retiró el pelo de la cara con los dedos, observando a su alrededor orgullosa de su esfuerzo decorando su lado de la habitación-. Me he encargado personalmente de decorar esto para que no sea tan aburrido, pero no te preocupes, no he tocado tu pared.
Kath asintió varias veces con la cabeza, y sin retirar la sonrisa de su pálido rostro dejó con cuidado sus maletas sobre la cama. Lydia se fijó en que traía prácticamente el doble de equipaje que ella.
-Me parece genial, yo no tardaré en seguir tu ejemplo -una risita salió de sus labios, mientras empezaba a deshacer sus maletas todavía inspeccionando la habitación. De repente pareció acordarse de algo-. ¡Por cierto! Mi amigo está al caer, ¿no te importa, verdad? Me prometió que me enseñaría el campus y le dije que pasara por aquí a buscarme... Puedes venirte con nosotros si quieres.
Lydia puso mala cara sin poder evitarlo, sin molestarse a ocultarla delante de Kath. No le gustaba la idea de que un desconocido entrara en su habitación, pero al fin y al cabo ella no era la dueña absoluta por lo que no tenía derecho a prohibirle nada a su nueva compañera. Resopló levemente y la miró con una sonrisa forzada.
-No me importa mientras no toque mis cosas. De todos modos creo que exploraré esto yo sola, gracias igualmente -aquellas palabras salieron de los labios de Lydia más que nada por educación. Pese a que no le importara lo que Kath pudiera llegar a pensar de ella, tampoco quería empezar con mal paso.
-Como quieras... -Lydia notó la incomodidad en su tono de voz, pero no la culpó ya que ella no había sonado muy amigable.
Pasaron unos cuantos minutos en los que ambas chicas se mantuvieron en silencio, sin saber muy bien qué decirse. La anterior conversación parecía haber echado por tierra cualquier intento de entablar una amistad entre las dos, sin embargo ella tenía la sensación de que la rubia no se rendiría tan fácilmente. En ese momento se hallaba estirada en su cama, con los auriculares en los oídos intentando aislarse del mundo. Adoraba esos momentos en los que podía escuchar música sin que nadie la interrumpiera...
Como si alguien hubiera oído sus pensamientos, llamaron a la puerta. Sin moverse del sitio y con una mueca de fastidio en el rostro, esperó a que Kath abriera la puerta ya que ella no iba a molestarse. ¡Já! Encima que interrumpía su momento de relax, ¿le iba a abrir la puerta? Ni en sus sueños.
-¡Voy!
Kath salió del baño a toda prisa y abrió la puerta de golpe casi tropezándose. Lydia la escuchó hablar unos segundos con aquella persona, aunque no entendía lo que decían pues había vuelto a ponerse los auriculares. Despertó de su nube quitándoselos automáticamente cuando vio un par de pies masculinos adentrarse en la habitación.
-Esta es Lydia, mi compañera de habitación... Lydia, este es...
Pero fue interrumpida por una voz grave pero amigable.
-Liam Kaufman.
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¡Hola de nuevo! Este es el primer capítulo de mi nueva novela, sé que es un poco introductorio pero no tardará en ponerse emocionante... Todo se verá ;) ¡espero que os haya gustado y besos!
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Faced ©
Novela JuvenilLydia Green. 18 años. Bisexual. Sarcástica y malhumorada. Estudiante de Derecho de primer año en la Universidad de Seattle. Aunque le gustaría ser completamente homosexual, no puede evitar sentir atracción por el sexo masculino. Conoció a una chica...