"Nuestro cielo"

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Conocí a Cristóbal Velarde en una fiesta a la que no fui invitada.

En mi ciudad la feria viene un par de veces al año y la gente de mi edad aprovecha de ésta para para tomar y enloquecerse un poco en lugar de subirse a las atracciones. Mis amigos habían tomado la decisión de tomar, a pesar de que les supliqué subirnos a aquella atracción peligrosa de dudosa procedencia. Todos votaron unitariamente en que estaba completamente desfachatada.

-Una cerveza y vamos a tu atracción. –Me susurró María, mi mejor amiga al oído haciendo un pequeño baile. A pesar de ser menores de edad, 16 para ser exactos, en esa clase de lugares a las personas poco les importa con tal de vender, así que todo mi grupo, excepto yo, compraron bebidas. Todo iba bien hasta ahí.

-Así que, chicos. –Dijo Miguel abrazando mi hombro con fuerza. –Heaven y yo llegamos a un pequeño acuerdo. –Miré al castaño extrañada, porque no habíamos llegado a ni un acuerdo, pero lo dejé proseguir con su mentira a ver hasta donde llegaba. –Si ella se toma un trago, todos nos subimos a su peligrosa e increíblemente insípida atracción. –Los gritos de emoción y furor entre todos comenzaron a sonar, y yo miré con enojo a Miguel.

Sería mentir que mi corazón latía frenético a veces cuando Miguel se acercaba un poco más de lo habitual por la línea pintada de amistad que creamos con el tiempo.

-Creo que ni siquiera tengo que esforzarme en desmentir a Miguel.  –Dije mirando a mis amigos, quienes a su vez me observaban con una profunda decepción, yo con mi sonrisa atontada proseguí a reír. Todos de pronto se habían callado. –Es una broma... Por subirme a ese juego sí me tomo un caballito de tequil... -Miré a María quien con sus ojos me señaló que mirase detrás de mí. Un par de policías cuarentón tenían los puños en las caderas listos para detenernos. Oh, bien

Gracias a toda deidad no  fuimos arrestados o llevados a casa en la patrulla con la única condición de salir de la feria, todos estaban exaltados y con ganas de celebrar no sé que cosa. Ulises propuso ir a la casa de alguien a quien conocía, Cristóbal, Cristóbal Velarde. Entonces yo no tenía idea de nada. Yo estaba completamente dispuesta a ir,  a pesar de que pude llamar a mamá para que pasase por mí, tampoco quería pasar aquella noche sin que fuera memorable, como todos la habrían de recordar tiempo después.

Íbamos siguiendo a un auto hacia la tierra prometida del alcohol cuando éste se detuvo en una casa de esas que ves pero jamás te imaginas entrar. - ¿Se imaginan que esta fuese la casa? –La pregunta fue formulada por Miguel, quien brevemente me miró esperando mi reacción. Todos reímos y mi mal humor se redujo por mucho.

-Sería una locura. –Sonreí viendo impresionada aquella enorme casa con luces por todos lados y árboles tan viejos como mis abuelos. María me guiñó el ojo y vio a Ulises, el portón de tres metros de altura color beige se abrió.

- ¡Tiene que ser una broma! –Gritó Andrea, la chica que iba a mi derecha y todos comenzamos a reír con histeria. Esa era más bien una pequeña mansión, a simple vista se veía una alberca, la casa que lucía antigua y a un lado una pequeña habitación donde se escuchaba la música.

- ¿Puedo mudarme aquí por favor? –Preguntó Andrea riendo. Todos hacíamos chistes sobre la casa (mansión), incluso cuando bajamos del auto. Un muchacho con camisa lisa color verde oscuro nos recibió. Era modesto, pero atractivo, con una confianza en sí mismo impresionante y alarmante. Estela, una de las bailarinas de la compañía lo acompañaba detrás y con sus brazos alrededor de él.

-Hola, ¿Cómo están? –Preguntó de inmediato. Todos saludamos  y María y yo saludamos también a Estela. Ella tenía una sonrisa arrogante de esas que sin decir dicen "sí, ese es mi novio, y sí es mío". –Soy Cristóbal, mucho gusto. –Se fue presentando con innecesaria formalidad con cada uno de nosotros. Al llegar a mí me dio un beso en la mejilla y sonrió con sutileza. –Diviértanse, por favor. –Pronto volvió su mano a Estela.

Matar a una bailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora