DOLOR

182 7 2
                                    

Guillermo estaba arrodillado, lloraba desgarradoramente, fuertes gritos de impotencia salían con gran estruendo de su garganta. Impotencia de no haber podido ayudarle a seguir con vida, simplemente no pudo; no había nada por hacer, absolutamente nada.

Aquella persona a la que ama con todo su corazón, quien para él todo lo era. La persona que tomó sus miedos, arrasó con sus inseguridades, le levantó cuantas veces cayó, le brindó cuanto apoyo necesitó, la persona que le habló de amor... Había muerto, en su tumba no solo yacía su cuerpo ya inerte, fragmentos del corazón de Guille le hacían penosa compañía. El dolor era tan fresco, tan reciente, incluso se podía palpar en el ambiente, resultaba asfixiante, parecía no tener compasión alguna.

Una mano se posó en su hombro, haciéndole girar al instante para desconsoladamente echarse a sus brazos, aún sollozando. Esos brazos que lo sostuvieron por mucho tiempo y le dieron las fuerzas que necesitaba para seguir adelante.

8 años antes...

-Lo siento Guillermo, ésto no puede seguir así.- Dijo Samuel con lágrimas recorrieron sus mejillas, sus preciosos ojos estaban rojos a más no poder. Se frotaba la cabeza una y otra vez con desesperación, me molestaba verlo tan afectado, siempre cargando con una estúpida culpa que sólo se inventaba.

-¡¿Qué coño no puede seguir así?!- Comenzaba a molestarme, ya estaba cansado de ser ignorado; se supone que somos una pareja, en toda la extensión de la palabra. Tan arduo fue nuestro labor en el pasado para estar juntos, es una tontería que ahora se lo lleve la mierda.

-Por favor, Guille, comprende; ésto no está bien, nada bien.- Me miró confundido, estaba tan perdido en su lucha por amarme o simplemente abandonarme.

-¡¿No está bien amar?! ¡¿No está bien ser feliz?!- Le pregunté, empezaba a cansarme. -¡Es que no entiendo un carajo Samuel!- Tomé su rostro, obligándole a mirarme a los ojo, siendo aquí donde expresé mi mayor duda: -¿Acaso no está bien que me haya enamorado de ti?.- Fue un susurro a penas audible, ya no podía contener las lágrimas.

Me besó, un beso desesperado perdido en el intento de ser fugaz. Transmitía, de mi parte, todo el amor que yo le tenía; sin embargo, podía saborear sus amargas dudas. Esas dudas que le atormentaban cada maldito segundo del día, ni siquiera podía sentirse libre en sueños. Fue ahí donde pude sentirlo, no hubo necesidad de palabras, era un beso de despedida.

-Guille, me tengo que ir.- Dijo una vez nuestros rostros se habían separado, ni siquiera volteó a mirarme, sólo tomó sus maletas y se dirigió a la puerta. Su mano tembló al girar el cerrojo y se escuchó el ahogar de un quejido.

Lo detuve antes de que pudieses cruzar la puerta, había tomado su muñeca, haciéndole girar a verme una vez más. -Te amo Samuel.- Sentí atragantarme con mis propias palabras, las lágrimas me impedían ver con claridad. A él le dolía tanto como a mí, pero realmente necesita escucharlo: -Por favor, antes de irte... Sólo dime que no me amas.- Tragué saliva, no me sentía listo para lo que venía; tal vez no sería capaz de soportar un golpe tan duro.

-Yo... Guille, por favor...- Sollozó ligeramente. -Me tengo que ir.- Se soltó de mi agarre con cuidado, sosteniendo mi mano para finalmente dejarla. Esta vez mordió su labio inferior y finalmente cruzó la puerta, cerrándola detrás suya.

No podía entender lo que había, seguía pensando que en cualquier momento regresaría, nos perdonaríamos y haríamos hasta lo imposible por disipar sus malos pensamientos. Sí, seguramente todo se resolvería; decidí preparar una deliciosa cena para cuando regresara. Puse la mesa con los manteles especiales, uno morado y el otro verde, velas en el medio y la botella de vino que compré para nuestro aniversario de un año.

Pasaron las horas y Samuel no volvía, decidí empezar a cenar solo, seguramente sólo estaría un poco atrasado, trataba de no romper del todo mis esperanzas. Como último recurso esperé que fuese una estúpida broma de muy mal gusto por parte de Samuel, a pesar de que yo sabía que él nunca me haría eso, me aferre a esa idea; temiendo que al soltarla mi cordura entera se fuese con ella.

Terminé de cenar, recogí mis platos y mi mantel, dejando los suyos intactos. Apagué las velas y guardé el vino, le dejé una pequeña nota que decía:

"Como has tardado he cenado solo, no te preocupes, está bien, comprendo que después de esto tengas que tomarte tu tiempo. He dejado la comida dentro del horno y el vino en el refrigerador, no tardes en dormir.

-Te ama, Guille".

Fui directo al baño, me cepillé los dientes y después entré a la cama, una enorme cama matrimonial... Ese momento bastó, el silencio sepulcral que reinaba el sitio me hizo caer en la cuenta; él no iba a cenar en casa hoy, no dormiría conmigo. Él no entraría por esa puerta, ya no lo haría, nunca más.

Inevitablemente comencé a llorar, sin intentos por contenerme, pequeños sollozos fueron convirtiéndose en un llanto cada vez más ahogado. El dolor que sentía en ese momento me sobrepasaba, todo resultaba tan agobiante. Estaba realmente cansado; los ojos irritados y la cabeza punzante.

Si es que yo le amo, y estaba completamente seguro de que él a mi. ¿Por qué siempre se trataba de hacer las cosas tan difíciles? ¿Acaso no pensaba en mí? Yo también tuve mis dudas, sin embargo, prendí a vivir con ello; a ser feliz a pesar de todo... Aprendí que si mi pareja sería del mismo sexo, habría gente que nos damos, e incluso llegarían a odiarnos. Aprendí a ver normal las miradas curiosas cuando le tomaba de la mano en la calle. Aprendí a acostumbrarme a decir "novio" en vez de "novia". Aprendí que cuando le reveláramos nuestro secreto al mundo, nuestras vidas cambiarían notablemente... Y a pesar de eso jamás me arrepentí de estar juntos, porque era lo que más me hacía feliz.

Siempre traté de consolarlo, de hacerle ver que amarnos no era nada malo ni prohibido; pero Samuel no abandonaba su intento por contentar a todo mundo, aun cuando eso es imposible. Algunas veces me decía que los insultos se repetían una y otra vez en su cabeza; miradas de odio y decepción. El día podía ir de lo más normal, pero al llegar la noche... Gente estúpida le insultaba, le miraban con aberración y asco; eran pesadillas de lo peor, aunque aquellas en las que estábamos juntos eran de temerse. Muchas veces despertó en medio de gritos: Déjenlo, no, Guille!", "¡Lo lastiman, hijos de puta!". Jamás pudo contarme alguna de sus pesadillas completamente, siempre vivió con el miedo de que al decir las cosas en voz alta se hicieran reales.

Fue más de un año de relación y ni un sólo día pudo apartarse de sus dudas, ni un sólo día estuvo tranquilo... Al final eso me dolía, mucho; no sabía qué hacer, lo había intentado todo, me cuestionaba el porqué yo no era suficiente para que dejase de juzgarse. Y sentía culpa, me lamentaba al verlo llorar, vivir con él sus pesadillas me hacía preguntarme en si deberíamos o no estar juntos; pero un corazón enamorado no entiende razones. Ahora... ¿Quién me iba a quitar este vacío en el pecho? ¿con qué lo llenaría?

AÚN TE AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora