Capítulo 5

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Cuando terminé de organizar varias cosas para la Universidad ya era de noche, así que decidí bajar al comedor para la cena. Estaba repleto de gente, todas las mesas estaban ocupadas excepto una que tenía dos sillas libres. La verdad es que no me apetecía para nada sentarme allí porque estaba rodeada de chicos y parecía que eran un poco creídos. Pero era eso o morir de hambre, por lo que saqué fuerzas y me senté.

- EH, EH, EH!!! ¿A dónde te crees que vas?- Me dijo un chico musculoso con unos intensos ojos azules. Me levanté corriendo dispuesta a irme a otra parte.

- Lo siento, no sabía que estaba ocupada.

- No, no, no. Así no se arreglan las cosas. VUELVE!!!- Perfecto! No tenía otro sitio en el que sentarme.

- A sus órdenes mi capitán- Le dije volviendo a la mesa y colocando la mano en la sien como si fuese un soldado.

- Muy bien, así me gusta. Ahora, arrodíllate y pídeme perdón.

- Claroooo y de paso te traigo un café, ¿no? ¿Te crees muy importante por tener tanto músculo?- El chulito estaba empezando a cabrearme y cuando Irene se enfada, no hay quien la pare.

- UHHHHH!!! Te has pasado un poco zorra.

Esa palabra me tocó muy profundo y sin poder evitarlo, cerré mi puño y con fuerza lo coloqué en su mandíbula. El chulo se tambaleó hacia atrás debido al golpe y sus amigos rápidamente se levantaron para sostenerlo.

- Muy bien. Ya veo que estás fuerte. A ver si soportas esto!

Antes de que pudiese reaccionar, el chico cogió su bandeja de comida, la giró y todo lo que había en ella cayó sobre mí. Tenía los ojos llenos de Coca-Cola y mi pelo estaba enredado con pollo y guisantes. Comencé a escuchar carcajadas y sentí el peso de decenas de miradas sobre mí. Esto había sido demasiado. Mis ojos empezaron a enrojecer y antes de estallar en un mar de lágrimas salí del comedor como pude.

Mi cabeza sólo pensaba en buscar el baño y sentarme allí hasta que un gran meteorito aterrizase sobre la Tierra y acabase destruyéndola. No aguantaría a enfrentarme a toda la gente que se había burlado de mí. Estaba tan absorta en mis pensamientos que sin darme cuenta, tropecé con un chico que pasaba por allí.

- Disculpa- me dijo el chico.

Tenía los ojos de un verde oliva que hacían juego con su enredado pelo castaño. Él también iba pensando en sus cosas y no se dio cuenta de que estaba ahí. Cuando levantó su mirada del suelo, pudo descubrir mi rostro lleno de lágrimas.

- ¿Te encuentras bien? ¿Puedo ayudarte en algo?- me preguntó con preocupación en su cara.

- Lo siento- le dije alejándome. No podía permitir que nadie me viese así, y como estaba haciendo, continué mi camino hacia el servicio.

* * *

Era mi primer día en Sevilla y ya había hecho el ridículo ante toda la residencia. Pero claro todo era culpa mía. Si no me hubiese sentado en esa silla, el mundo seguiría girando perfectamente. Pero como soy una idiota, tengo que meter las narices donde no me llaman. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Tendría que ponerme una bolsa en la cabeza para no ser reconocida? ¿O debería quedarme tumbada en mi cama hasta que llegasen las Navidades y volviese a Almería? La cabeza me daba cien mil vueltas y mis ojos habían decidido no parar de llorar hasta que el mundo se acabase.

La puerta del baño se abrió y rápidamente me levanté para esconderme en un váter. Nadie debería verme allí.

- Tranquila, no voy a hacerte nada.

Me giré y descubrí a una muchacha morena que no mediría más de un metro sesenta. Su nariz estaba rellena de diminutas pecas, probablemente debido al sol. Me sonrió y prosiguió.

- He visto lo que te ha pasado en la cafetería- ¡Qué guay!- Lo siento mucho, ese chico es un idiota. Ven aquí- Me dijo extendiendo sus manos hacia las mía- He traído champú para arreglar ese estropicio- Señaló mi pelo lleno de porquería.

- Gracias. No tendrías por qué haberte molestado.

- No es ninguna molestia para mí, cariño- Me agachó la cabeza hacia el lavabo y comenzó a lavarme el pelo. Esta chica es un ángel.- No debes preocuparte por lo que ha pasado- Me dijo mientras masajeaba mi cuero cabelludo con delicadeza.- Como ya he dicho antes ese chico es un imbécil. Sólo busca llamar la atención.

- La culpa es mía. Todas las mesas estaban ocupadas y era el único sitio que había.

- Tú no sabías nada. El mierda ese se llama David. Lleva en esta residencia seis años. Normal ha repetido dos veces, y todavía le queda el máster, así que tendremos David para rato.- Me sorprendí de lo rápido que hablaba esta chica.- Es hijo único, el consentido de la casa. Y claro como aquí no tiene a papá y a mamá para que le den sus caprichos, se mete con el primero que pilla.

- ¡Qué buen ojo tengo! ¿Y ahora qué hago?- Estaba metida un buen berenjenal.

- No te preocupes la gente lo olvidará pronto. Antes de que nos demos cuenta, David ya habrá hecho alguna de las suyas y la residencia tendrá otra cosa de la que hablar. Te lo dice la chica que se paseó por toda la residencia con un cartel que ponía "Me gusta el chocolate". Para aquel entonces tenía unos kilos de más. Ya está- dijo cerrando el grifo y colocando una toalla sobre mi cuello- La sesión de peluquería son seis euros- la miré extrañada- Es broma, no me cuesta nada.

- Muchísimas gracias. Te debo una grande.

- Jajaja de nada. Lo siento tengo que irme- dijo tras recibir un mensaje.- Por cierto soy Lucía.

- Encantada. Yo soy Irene.

- Ya sabes si necesitas otro lavado, aquí me tienes.

Sin que me diese tiempo a decir nada más, Lucía se marchó del cuarto de baño. Me había encantado hablar con ella, porque por un momento me olvidé de todo y me sacó una sonrisa. El mundo necesita más personas como ella. A pesar del pequeño accidente en el comedor, el día no había terminado como yo esperaba.

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⏰ Última actualización: Sep 06, 2015 ⏰

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