Carta #2

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Querido Diego,

Esta noche he estado en tus brazos.

He sentido tu aliento golpear mi cara produciendo un cosquilleo por todo mi cuerpo.

Te miré, tus ojos llenos de ¿temor? Quizás.

Te miré y vi en ellos un destello de felicidad.

Sabía que querías besarme, tu respiración te delataba. Y vaya que yo quería hacerlo.

Entonces comenzaste a besarme el cuello, las mejillas, la frente y cuando llegabas a la comisura de mis labios retrocedías lentamente y continuabas el mismo proceso de tortura por mi piel.

No sabes lo ansiosa que estaba por un beso, no sabes cuantas veces esperaba si quiera un momento así.

Al final, me besaste, y juro por Dios que valió la pena tanto esperar.

No fue un beso rápido, tampoco uno suave. Fue un beso con el que sentí, que al igual que yo tú también me necesitabas.

Estaba tan maravillada entre tus brazos, que no vi lo absurdo que era el que estuvieras allí, conmigo.

Sabía que después de unos minutos todo eso acabaría.

Sabía que era un error, pero estaba segura que quería cometer ese error una y mil veces.

Te metiste debajo de mi piel de manera que ningún otro había hecho.

Solo bastó un beso para confirmarme lo que ya sabía, que estoy locamente enamorada de ti.

Pero entonces solo bastó una palabra para saber que no me elegirías a mí.

Te bese y te amé y entonces decidí disfrutar el momento, el momento que anhele tantos días, El momento que quizás nunca más se repita.

Cartas a DiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora