I

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Auschwitz permanecía en completo silencio. Más de algún judío o prisionero político merodeaba, acarreando pesadas cargas, desfalleciendo de cansancio y hambruna. Frente a un pequeño grupo se hallaba Ludwig Beilschmidt, patrullando como habitualmente lo hacía. Según él, era un trabajo desagradable, y claro, ¿quién tendría el alma y la mente tan enferma de pensar en que aquello los llevaría a la gloria? Lo único que estaban ganando era el odio, el repudio.
Pero... ¿qué más podía hacer? Si se oponía, claramente él era el que acabaría como alguno de esos sucios hombres, mujeres e incluso niños, que sólo esperaban que la guerra acabara.

Con el arma en mano, comenzó a recorrer las dependencias del Campo de Concentración; el olor a muerte y a cenizas humanas recorrían kilómetros, y él luchaba con las ganas de vomitar. Lo que hacían en ese lugar era algo repugnante, y lo peor era estar allí y no poder hacer nada para revertirlo.

Sin darse cuenta, un pequeño niño le seguía los pasos. No se percató de ello hasta que iba a dar la vuelta, allí lo vio; era un hermoso niño, que tenía un pequeño distintivo que lo indicaba que era un judío. También, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Algo en el pecho de Ludwig se contrajo. Siempre le pasaba al ver a personas jóvenes, que apenas comprendían el por qué de los malos tratos.

Sin pensarlo mucho, el alemán se agachó hasta su altura y con amabilidad, le habló.

-Pequeñín, ¿qué sucede? -. El niñito pareció muy asustado, pero al darse cuenta de que el rubio dejaba el arma al lado, se tranquilizó.

-M-mi mamá... no la encuentro...

-Oh... ¿y dónde fue ella? - El alemán intentaba ser lo más dulce posible, aunque su expresión seguía inflexible, aparentando dureza y la frialdad que jamás pudo forjar como los demás soldados.

-F-fue... al baño...

Aquellas palabras dolieron aún más. Sabía perfectamente lo que significaba lo de "dar un baño". Y no era precisamente lo que los más inocentes pensaban. Era el primer paso para la muerte por intoxicación e incineración.

No tuvo más remedio que ponerse de pie y sonreír falsamente para calmar al pequeño.

-Pronto volverás a verla... -Le aseguró, justo cuando sonó una especie de timbre indicador. El niño salió corriendo. El alemán suspiró y susurró, quedamente: - ... En el cielo...

...

Los mismos pensamientos de siempre agobiaban al rubio, "¿Cómo fui a parar en ésta situación?", se preguntaba. "¿Por qué tengo que ser partícipe de esto?".

El mismo grupo de gente que había visto horas antes se encontraba camino a la cámara de gas, y entre ellos, el mismo niño de cabello castaño claro y ojos miel que le seguía. De cierta manera, el niñito le recordó tanto a alguien que sin duda alguna ya le odiaba; Feliciano. El pequeño se aproximó a él lentamente y tímidamente le entregó un pequeño trozo de tela. En éste había unas pequeñas palabras trazadas:

"Gracias, que Dios lo bendiga".

...

Luego de ese pequeño agradecimiento, lo único que tuvo de aquél niño fue aquel vívido recuerdo y el trozo de tela. Lo guardó junto a su pecho, como si aquello le diese todas las fuerzas que necesitaba. Nunca olvidaría a aquél niño que le hizo abrir los ojos e intentar cambiar el mundo, hasta luchar por la paz.

N/A:

Bueno, éste es mi primer fanfic de Hetalia y como dice en el título, es un shot de tres partes. Es de GerIta, pero claramente la primera parte sólo se basa en Ludwig y las descripciones.

Si les gusta, no duden en votar por la historia, y tampoco olviden comentar si es de su agrado.

Que tengan un lindo fin de semana~.

Elastic Heart [Three-shots GerIta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora