Ya estoy frente al internado. Se que será un gran reto porque no es un internado de solo chicas y a mi, los hombres me dan asco.
Empecé a caminar escuchando a todo volumen música con mis auriculares.
Estaba tarareando la música que escuchaba cuando un troglodita hijo de perra, mierda de la vida alias hombre se dirijia a mi.
Lo ignore y seguí caminando pero el muy hijo del demonio me tomo del brazo. Con mi otra mano me saque los auriculares y lo mire con odio.
- ¿Que demonios quieres? - pregunté con la voz cargada de sequedad.
- Eres nueva ¿no? Si quieres te llevo a tu clase muñeca - dijo con una vos y una sonrisa que a cualquier chica le derretirá. Lastima, no soy cualquiera.
- No te preocupes, puedo sola - dije acercándome a el, cuando estuve serca el pensó que lo iva a besar pero fue todo lo contrario. Le plante un rodillazo justo donde más le duele. Si, justo hay. Me puse de nuevo mis auriculares y mientras el se retorcía de dolor yo me encamine a mi primera clase que empieza en 20 minutos.
Llegue a mi clase, C-3. Entre y vi a unos chicos y chicas hablando animadamente. Ignore las miradas que se habían puesto en mi y fui hasta la penúltima fila.
Después de cinco minutos sonó el timbre.
- Buenos días alumnos, yo soy el profesor Rodolfo West y seré su profesor de psicología. Primero veremos quienes son los nuevos alumnos y luego comenzaremos con las clases - dijo y todos bufa ron y gruñeron
- Profesor, hoy es el primer día, no nos puede dar clases - dijo una chica rubia... que raro.
- Este es un internado serio señorita Honson. Deje de ser olgasana - dijo y todos rieron, incluso yo. - Bueno, voy a llamar asistencia y a medida que avanzamos se presentan los nuevos - dijo e iva a comenzar pero fue interrumpido por alguien que entro sin tocar. - Señor Butner, llega tarde, como de costumbre - dijo el profesor molesto mirando al que interrumpio su clase.
- Lo lamento profesor, tuberías un inconveniente con mi horario - se excusó el joven de cabello negro. No se puede verlo bien pero parecía tener ojos azules, tiene la tes blanca pero no demasiado pálida, más o menos tendría un metro ochenta, traía una remera negra y unos jeans negros. Su chaqueta blanca estába colgada en su hombro.
El profesor respiro ondo, cerró los ojos con fuerza y suspiro.
- Está bien, pase - dijo masajeandoce las cienes - Bueno siéntese rápido y seguiré llamando la asistencia. ¿Señorita Daniela Gonzales? - dijo buscando con la mirada ya que no me conocía. Levanté la mano y el me miró. - Es nueva - dijo con un tono de lo más feliz - por favor, presentese a la clase - dijo y yo bufé. Me levanté y mire directamente al profesor con cara sería.
- Soy Daniela Gonzales, soy de España y me mude aquí para empezar de nuevo - dije y me senté, el profesor me miraba serio como si lo que yo dije no fuera suficiente.
- Señor Butner, siéntese de una ves - dijo el profesor al ver que este aún estaba parado al lado de su mesa. El sonrió de una manera retorcida.
- ¿Donde me siento profesor? - pregunto arrastrando las palabras.
- Al lado de la señorita Gonzales hay una silla vacía, siéntese hay - dijo y yo levanté la mano, el profesor asintió dándome permiso de hablar.
- Preferiría sentarme sola o con una mujer no con el - dije y Sebastian volvió a sonreír.
- Lo siento señorita, pusimos mesas para dos personas justo para que nadie se siente solo y a su lado hay lugar - dijo disculpándose con la mirada.
- Ya que - bufé molesta, saque un libro de mi mochila para distraerme.
- Vaya a sentarte y continuaremos con la clase - dijo de nuevo el profesor. Sebastian asintió victorioso y empezó a caminar hacia mi. Se sentó tirando, literalmente, su mochila al lado de su silla, simplemente lo ignore y comencé a leer. Escuche como acercaba su silla a la mía, yo aleje más mi silla, el volvió a acercar , quería alejarme pero la puta pared me lo impedía.
- ¿Me tienes miedo o que? - susurro divertido.
- Miedo no, asco - dije no en un susurro pero tampoco tan alto como para que alguien más lo escuche.
- ¿Porque? Digo No me gusta presumir pero soy muy lindo y adorable p-- lo interrumpi poniéndome de pie.
- Profesor, no puedo prestar atención a su clase porque el joven Butner no para de hablar y me molesta - dije ganandome una sonrisa por parte del profesor y un gruñido por parte de Sebastian. Me volví a sentar y el me fulmino con la mirada.
- Señor Butner, guarde silencio y atienda a la clase - dijo el profesor - ahora como iva diciendo - dijo el profesor volviendo a explicar.
- ¿Cual es tu problema? - volvió a susurrar
- Odio a los hombres - dije volviendo a leer.
- ¡Profesor! - Grito el muy... muy - ¡La señorita Gonzales no presta atención sólo lee su libro! - me acuso y yo sonreí.
- ¿Es sierto? - pregunto el profesor con cara sería.
- Antes de que lo interrumpan estaba hablando sobre el apoyo que genera la familia en el desarrollo de un adolescente y en sus estudios. En lo importante que es la familia en el desarrollo de la sociedad y de lo difícil que es que una familia este compuesta por ambos padres en estos tiempos ¿no? - pregunté mirando no al profesor sino a Sebastian. El me miraba con la boca abierta por la sorpresa. Me acerqué a el y le cerré la boca con un dedo - si quieres guerra, guerra tendrás pero te advierto que yo no pierdo - le dije sonriendo victoriosa, volví la vista al frente donde todos nos miraban, vi al profesor que sonreía con aprobación y diversión.
- Muy bien señorita, señor Sebastian, deveria aprender de ella - dijo y se sentó en su escritorio.
El resto de la clase paso rápida, entre leídas y ecplicaciones del profesor, en cambio Sebastian se la paso mirándome como si fuera un adefesio, lo cual no me molesto. Prefiero mil veces que me tengan asco y odio a que se me quieran acercar.
En mis otras clases casi no paso nada. Pude sentarme sola y me presente adecuadamente. No me tocó de nuevo con Sebastian en toda la mañana. Al fin en el almuerzo sólo compre un sándwich y me senté bajo un árbol en el patio trasero.
Después me toco matemáticas la cual me la pase leyendo pero aun así escuchaba y cada ves que la profesora me llamaba la atención por no prestar atención a su clase la avergonzaba diciendo que su ejercitario estaba mal, solo lo ice dos veces y luego me dejo en paz.
Ahora me estoy dirigiendo a mi habitación, la 75.
Solo espero que mi compañera de cuarto no sea una niña pija o una frecita porque podría terminar en desgracia.
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Ayúdame a Creer.
Novela JuvenilSe dice que las personas opuestas se atraen, pero ¿que tan opuestos deben ser? Daniela y Sebastian son opuestos no sólo por sus personalidades. El nunca sufrió más que un examen reprobado o un rechazo por parte de una chica en cambio ella tubo que s...