Sábanas frías.

14 1 1
                                    

El fuego que arde sin quemarnos,
ni el dolor más gélido podría apagarlo,
nada,
ni nadie.

No había frenos,
ni amago de haberlos.
Quizá fue ese el error,
o quizá no
y sólo fuese una mera excusa.

Y con cada ráfaga de aire
sentir tu olor en las entrañas,
estremecerme
y desearte con el instinto más sincero.

Y que cuando tu piel y mi piel se tocan
no existen fronteras,
se convierten en uno,
inseparables.

No es sólo deseo,
no es sólo amor,
es la ruptura de todos los esquemas
y el lenguaje de amar con el cuerpo.

Que cuando me besas
mi pecho se desborda,
de ganas de ti,
de ganas de conquistar el mundo,
mi mundo,
tú.

Y que no existe mal entre almohadas,
o entre cojines,
o en cualquier baño público.

El mal reside en las personas
y en su destructiva sobervia (creyéndose con derecho a todo).

Y arriesgamos todo al 13 (XVII)
pero fuimos a dar con el de la suerte cambiante,
que cuando quiere no puede,
y cuando puede, no le dejan.

Y sin saber cómo retiraste la apuesta,
y me dejaste solo a pagar la deuda.
Y te grité que por qué,
pero no supe encontrarte
y me perdí.

Atado a las pérdidas
me llené de agujeros,
con la ansiedad de vaciarme los sesos.

Pero volviste a rescatarme,
con el fuego que no quema,
que ni el dolor más gélido puede apagar.

Que la vida es error,
eternidad.
Que los "para siempre" no son más que una mentira,
hasta que encuentras la excepción que confirma la norma.

Y tu fuiste,
y eras,
y serás mi excepción,
ahora y siempre,
aunque intentes apagar el fuego,
dejando las sábanas frías.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 15, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Un lugar lejos de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora