La historia

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El fuerte viento me zarandea de un lado para otro sin que yo pueda evitarlo, por el horizonte se asoman unas grandes nubes negras que anuncian la llegada de una fuerte tormenta. Avanzan rápido y calculo que empezará a llover en apenas media hora.
Cualquiera diría que estoy acostumbrado, llevo seis años aquí plantado (nunca mejor dicho), soportando todo tipo de tormentas y temporales, pero supongo que uno nunca se acostumbra. Estos días de lluvia son los peores, en ellos
el sentimiento de soledad que normalmente ocupa mi corazón se acentúa. La "conpañía" no muy reconfortante de los cientos de personas que pasan a mi lado cada día sin percatarse siquiera de mi presencia, se ve reducida a un puñado de valientes que se atreven a salir a la calle, a pesar de la intensa lluvia, armados con sus paraguas y pensando en llegar a su destino lo mas rápido posible para evitar mojarse en la medida de lo posible, que son aún menos conscientes de que existo.
Todos los días me sorprendo mirando a mi alrededor en busca de alguien que me haga compañía, pero creo que hasta yo mismo sé que lo que voy a encontrar, nada, o mejor dicho gente que camina apresuradamente para no llegar tarde a donde quiera que le dirijan sus pies paso tras paso.
Me siento solo.
Pero ese día aquello cambió cuando vi como una chica de unos dieciséis años se acercaba corriendo hacia mí empapada por la lluvia, para intentar resguardarse. Nunca nadie se había parado junto a mí, supongo que todos piensan que no soy lo suficientemente grande para servir de cobijo en un día de lluvia u ofrecer algo de sombra. El caso es que me sorprendió mucho porque la chica no parecía llevar paraguas y tampoco parecía importarle que su ropa estuviera mojada, estaba sonriente y feliz, supuse al momento que esperaba a alguien y así fue como en pocos minutos mis sospechas se confirmaron cuando a lo lejos apareció un chico, corriendo también, que al llegar junto a ella la abrazó con fuerza levantadola por los aires. Sus caras reflejaban felicidad infinita y su mirada mostraba un brillo especial.
Ya había pasado una semana y yo volvía a sumirme en mi estado de soledad, pues pensaba que no volvería a ver a aquellos chicos que me habían hecho compañía un día de tormenta tal como el jueves pasado.
Entonces vi una cara a lo lejos que me resulto familiar, bueno podríamos decir que su sonrisa me resultó similar, que se acercaba hacia a mi , al verla me agité de felicidad, hecho que paso desapercibido porque aquel día también hacía viento.
Poco después apareció el chico que volvió a abrazarla como so fuera el último día que se fueran a ver. Se miraban el uno al otro con el mismo brillo en los ojos que el otro día me había llamado tanto la atención y que yo no podía llegar a comprender del todo. De cualquier manera me parecía hermoso y misterioso a la vez.
Este encuentro se repitió todos los jueves durante los dos años siguientes. Nunca faltaron a su cita junto a mí, podía llover nevar o hacer un viento huracanado pero ellos siempre estaban allí mirandose de la misma manera en que se habían mirado el primer día que los vi. Con ellos me sentía especial, me sentía parte de aquella ilusión que les inundaba, sentía que formaba parte de algo porque ellos me habían elegido como su lugar especial. Pero como digo, aquello solo duró dos años, tras los cuales me volví a encontrar con mi soledad (que había estado hibernando en mi corazón aguardando el momento en el que pudiera de nuevo adueñarse de él).
al cabo de unas semanas empecé a escuchar rumores entre la gente que pasaba por mi lado, de unas obras que se llevarían a cabo próximamente en la calle y me temí lo peor el día que dos hombre trajeados se pararon justo en frente de mí y comentaron como mi solitaria presencia afeaba la imagen de la concurrida avenida. Sin embargo, descubrí gratamente que mis sospechas eran erróneas una agradable mañana de domingo, cuando comenzaron las obras y me encontré con los que ahora, once años después son mis hermanos y mi familia. Recuerdo aquel día como el día mas feliz de mi vida. Ahora, más robusto y fuerte, he descubierto el misterio que se ocultaba tras la mirada ilusionada de aquellos jóvenes que me habían hecho compañía un lluviosos jueves por primera vez, amor.
Aunque probablemente tú no te hayas dado cuenta porque formes parte de esos centenares de personas que pasan junto a nosotros día tras día con demasiadas cosas en la cabeza como para vernos. Pero estamos ahí.
Sí, somos esos dos arboles de la calle que tanto frecuentas pero en los que nunca te has fijado lo suficiente como para observar la intrincada red que forman las ramas de sus copas abrazándose las unas a las otras como si tuvieran miedo de que algo los pudiera separar en algún momento. Seguro que ni siquiera en otoño, cuando nuestro amor es más visible que nunca te has parado a mirarnos. De hecho fue un día de esta estación tan especial cuando aquellos jóvenes enamorados que por dos años me sacaron de mi triste soledad y de los que tanto me acuerdo en estos días, regresaron a mi lado. Se miraban con aquel brillo mágico del primer día, con amor.
Y no pude evitarlo, lloré. Lloré y mis lágrimas cayeron sobre la feliz pareja sin que ellos apenas se percataran, pues en otoño es muy normal ver las hojas de un árbol caer.

Bajo las hojas de un árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora